30 posts de septiembre 2009

"Los planetas" al desnudo

Con su suite Los planetas, Gustav Holst introducía la mística en la música de repertorio; una mística en las antípodas de la que tanto fascinase a Wagner en su juventud. Obra marcada por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, Los planetas ha ejercido un influjo enorme, ya no sólo en la música cinematográfica (sobre todo en el género de ciencia-ficción), sino que ha logrado asociar en el imaginario colectivo la idea del espacio y su misteriosa inmensidad con esta partitura magistral, única en su género, que hizo inmortal a este británico tranquilo, aún desconocido para muchos.

En 1913 el músico realiza un viaje a España con unos amigos, durante el cual se discute sobre astrología. Holst se hallaba por entonces muy fascinado por las Cinco piezas para orquesta de Arnold Schoenberg y se dio cuenta de que las formas planetarias y la propia mitología grecolatina que les daba nombre eran una interesante fuente de inspiración para la gran suite orquestal que quería inscribir, a la manera de la del austríaco. Sin embargo, su trabajo no puede ser más distinto del de éste y, por extensión, del de cualquiera de sus colegas de generación. La partitura de lo que iban a ser Los planetas comenzó a escribirse en 1914, en la tranquilidad de su casa campestre de Thaxted, donde actualmente se celebra todos los años un festival que lleva su nombre.

No es de extrañar que el comienzo de la Primera Guerra Mundial, ese mismo año, le hiciera escribir en primer lugar el terrorífico Marte, el portador de la guerra. Era su forma de dar testimonio del espantoso conflicto al que se presentó como voluntario, siendo rechazado como combatiente. En 1916 puso punto final a la obra, aunque ésta no se estrenaría oficialmente hasta el fin de la guerra. Para entonces fue requerido para organizar actividades entre las tropas británicas que esperaban su desmovilización en Salónica.

Ese período coincidió con la triunfal acogida que dispensó el público inglés a Los planetas y las representaciones se sucedieron a un ritmo tan vertiginoso que para cuando Holst desembarcó en su país, se encontró con la sorpresa de ser toda una celebridad mientras que el momento de su partida era prácticamente un desconocido.

Los planetas se convirtió en una de las obras más interpretadas en toda Europa y Estados Unidos durante la posguerra y, aunque se tributaron numerosos homenajes y honores al compositor, éste prefirió seguir con sus actividades como profesor y director del Colegio Femenino Saint-Paul. Eso sí, ahora sus obras eran estrenadas en medio de una gran expectación.

Lo que hoy queremos presentarles es una curioso arreglo de esta suite, para dos pianos, realizado por el propio Holst, a fin de presentarla a sus amigos y colegas músicos. Sin embargo, el compositor no consideró nunca necesario darla a conocer a nivel público y esta versión permaneció ignorada hasta 1987, en que fue grabada por los pianistas Richard Rodney Bennet y Susan Bradshaw. Posteriormente, en 1998, sería registrada nuevamente por Len Vorster y Robert Chamberlain. Si bien Los planetas siempre han deslumbrado por su deslumbrante colorido orquestal, lo cierto es que la versión pianística demuestra la fuerza que la música de Holst posee por sí sola, en su vertiente más desnuda, sin perder un ápice de su poder evocativo, ni tampoco de su aureola mística. Escucharemos la citada grabación de Bennet y Bradshaw.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Suite de "El triunfo de Neptuno" de Gerald Bernes.

-"Concierto para violonchelo Nº 1" de B. Martinu.

"Los planetas" al desnudo

Con su suite Los planetas, Gustav Holst introducía la mística en la música de repertorio; una mística en las antípodas de la que tanto fascinase a Wagner en su juventud. Obra marcada por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, Los planetas ha ejercido un influjo enorme, ya no sólo en la música cinematográfica (sobre todo en el género de ciencia-ficción), sino que ha logrado asociar en el imaginario colectivo la idea del espacio y su misteriosa inmensidad con esta partitura magistral, única en su género, que hizo inmortal a este británico tranquilo, aún desconocido para muchos.

En 1913 el músico realiza un viaje a España con unos amigos, durante el cual se discute sobre astrología. Holst se hallaba por entonces muy fascinado por las Cinco piezas para orquesta de Arnold Schoenberg y se dio cuenta de que las formas planetarias y la propia mitología grecolatina que les daba nombre eran una interesante fuente de inspiración para la gran suite orquestal que quería inscribir, a la manera de la del austríaco. Sin embargo, su trabajo no puede ser más distinto del de éste y, por extensión, del de cualquiera de sus colegas de generación. La partitura de lo que iban a ser Los planetas comenzó a escribirse en 1914, en la tranquilidad de su casa campestre de Thaxted, donde actualmente se celebra todos los años un festival que lleva su nombre.

No es de extrañar que el comienzo de la Primera Guerra Mundial, ese mismo año, le hiciera escribir en primer lugar el terrorífico Marte, el portador de la guerra. Era su forma de dar testimonio del espantoso conflicto al que se presentó como voluntario, siendo rechazado como combatiente. En 1916 puso punto final a la obra, aunque ésta no se estrenaría oficialmente hasta el fin de la guerra. Para entonces fue requerido para organizar actividades entre las tropas británicas que esperaban su desmovilización en Salónica.

Ese período coincidió con la triunfal acogida que dispensó el público inglés a Los planetas y las representaciones se sucedieron a un ritmo tan vertiginoso que para cuando Holst desembarcó en su país, se encontró con la sorpresa de ser toda una celebridad mientras que el momento de su partida era prácticamente un desconocido.

Los planetas se convirtió en una de las obras más interpretadas en toda Europa y Estados Unidos durante la posguerra y, aunque se tributaron numerosos homenajes y honores al compositor, éste prefirió seguir con sus actividades como profesor y director del Colegio Femenino Saint-Paul. Eso sí, ahora sus obras eran estrenadas en medio de una gran expectación.

Lo que hoy queremos presentarles es una curioso arreglo de esta suite, para dos pianos, realizado por el propio Holst, a fin de presentarla a sus amigos y colegas músicos. Sin embargo, el compositor no consideró nunca necesario darla a conocer a nivel público y esta versión permaneció ignorada hasta 1987, en que fue grabada por los pianistas Richard Rodney Bennet y Susan Bradshaw. Posteriormente, en 1998, sería registrada nuevamente por Len Vorster y Robert Chamberlain. Si bien Los planetas siempre han deslumbrado por su deslumbrante colorido orquestal, lo cierto es que la versión pianística demuestra la fuerza que la música de Holst posee por sí sola, en su vertiente más desnuda, sin perder un ápice de su poder evocativo, ni tampoco de su aureola mística. Escucharemos la citada grabación de Bennet y Bradshaw.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Suite de "El triunfo de Neptuno" de Gerald Bernes.

-"Concierto para violonchelo Nº 1" de B. Martinu.

"Los planetas" al desnudo

Con su suite Los planetas, Gustav Holst introducía la mística en la música de repertorio; una mística en las antípodas de la que tanto fascinase a Wagner en su juventud. Obra marcada por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, Los planetas ha ejercido un influjo enorme, ya no sólo en la música cinematográfica (sobre todo en el género de ciencia-ficción), sino que ha logrado asociar en el imaginario colectivo la idea del espacio y su misteriosa inmensidad con esta partitura magistral, única en su género, que hizo inmortal a este británico tranquilo, aún desconocido para muchos.

En 1913 el músico realiza un viaje a España con unos amigos, durante el cual se discute sobre astrología. Holst se hallaba por entonces muy fascinado por las Cinco piezas para orquesta de Arnold Schoenberg y se dio cuenta de que las formas planetarias y la propia mitología grecolatina que les daba nombre eran una interesante fuente de inspiración para la gran suite orquestal que quería inscribir, a la manera de la del austríaco. Sin embargo, su trabajo no puede ser más distinto del de éste y, por extensión, del de cualquiera de sus colegas de generación. La partitura de lo que iban a ser Los planetas comenzó a escribirse en 1914, en la tranquilidad de su casa campestre de Thaxted, donde actualmente se celebra todos los años un festival que lleva su nombre.

No es de extrañar que el comienzo de la Primera Guerra Mundial, ese mismo año, le hiciera escribir en primer lugar el terrorífico Marte, el portador de la guerra. Era su forma de dar testimonio del espantoso conflicto al que se presentó como voluntario, siendo rechazado como combatiente. En 1916 puso punto final a la obra, aunque ésta no se estrenaría oficialmente hasta el fin de la guerra. Para entonces fue requerido para organizar actividades entre las tropas británicas que esperaban su desmovilización en Salónica.

Ese período coincidió con la triunfal acogida que dispensó el público inglés a Los planetas y las representaciones se sucedieron a un ritmo tan vertiginoso que para cuando Holst desembarcó en su país, se encontró con la sorpresa de ser toda una celebridad mientras que el momento de su partida era prácticamente un desconocido.

Los planetas se convirtió en una de las obras más interpretadas en toda Europa y Estados Unidos durante la posguerra y, aunque se tributaron numerosos homenajes y honores al compositor, éste prefirió seguir con sus actividades como profesor y director del Colegio Femenino Saint-Paul. Eso sí, ahora sus obras eran estrenadas en medio de una gran expectación.

Lo que hoy queremos presentarles es una curioso arreglo de esta suite, para dos pianos, realizado por el propio Holst, a fin de presentarla a sus amigos y colegas músicos. Sin embargo, el compositor no consideró nunca necesario darla a conocer a nivel público y esta versión permaneció ignorada hasta 1987, en que fue grabada por los pianistas Richard Rodney Bennet y Susan Bradshaw. Posteriormente, en 1998, sería registrada nuevamente por Len Vorster y Robert Chamberlain. Si bien Los planetas siempre han deslumbrado por su deslumbrante colorido orquestal, lo cierto es que la versión pianística demuestra la fuerza que la música de Holst posee por sí sola, en su vertiente más desnuda, sin perder un ápice de su poder evocativo, ni tampoco de su aureola mística. Escucharemos la citada grabación de Bennet y Bradshaw.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Suite de "El triunfo de Neptuno" de Gerald Bernes.

-"Concierto para violonchelo Nº 1" de B. Martinu.

"En el bosque", con Joachim Raff

Hoy queremos rescatar aquí en Acompasa2 una de las mejores obras del compositor alemán Joachim Raff (1822-1882). Les invitamos a escuchar su Sinfonía Nº 3, perteneciente a su llamado periodo medio. Fue escrita en 1869 y guarda ciertos paralelismos con Beethoven, concretamente con su sinfonía Nº 6 Pastoral, con la que comparte tonalidad, y el hecho de ser una recreación bucólica de la naturaleza. De hecho, su subtítulo es “En el bosque”, y al igual que en la Pastoral, su autor quiere realizar una expresión de los sentimientos que la naturaleza despierta en él, antes que hacer una descripción pictórica.

El primer movimiento, subtitulado Impresiones y sentimientos, nos sume, a través de una partitura de sonoridades transparentes, en una atmósfera dominada por el canto y el revoloteo de los pájaros, entre las frondosas ramas del bosque. El compositor se muestra aquí fiel a la forma sonata, sin que la progresión de elementos formales arranque al oyente de este idílico paisaje por el que casi se perciben las sigilosas pisadas de los silvanos.
El segundo movimiento, en el crepúsculo, nos introduce en la caída de la tarde en el claro del bosque, mediante el efecto oscurecedor de la escritura para cuerda, e interesantes dúos del clarinete y la trompa.
En el scherzo, subtitulado, danza de las dríades, Raff conjura de alguna manera el chispeante espíritu de Felix Mendelssohn, mientras que en el cuarto movimiento, La noche llega silenciosamente al bosque, una marcha bravucona presenta a los cazadores, internándose en el bosque en busca de presas, tras la marcha de las dríades. Sin embargo, una suerte de transición mágica conduce a la coda, en forma de coral, en la que el amanecer vuelve nuevamente a insuflar de luz los más hondos recovecos del bosque.
Escucharemos la Sinfonía Nº 3 en Fa Mayor “En el bosque” de Joachim Raff, en la interpretación de la Orquesta de la Ciudad de Milton Keynes, a las órdenes de Hilary Davan Wetton.

"En el bosque", con Joachim Raff

Hoy queremos rescatar aquí en Acompasa2 una de las mejores obras del compositor alemán Joachim Raff (1822-1882). Les invitamos a escuchar su Sinfonía Nº 3, perteneciente a su llamado periodo medio. Fue escrita en 1869 y guarda ciertos paralelismos con Beethoven, concretamente con su sinfonía Nº 6 Pastoral, con la que comparte tonalidad, y el hecho de ser una recreación bucólica de la naturaleza. De hecho, su subtítulo es “En el bosque”, y al igual que en la Pastoral, su autor quiere realizar una expresión de los sentimientos que la naturaleza despierta en él, antes que hacer una descripción pictórica.

El primer movimiento, subtitulado Impresiones y sentimientos, nos sume, a través de una partitura de sonoridades transparentes, en una atmósfera dominada por el canto y el revoloteo de los pájaros, entre las frondosas ramas del bosque. El compositor se muestra aquí fiel a la forma sonata, sin que la progresión de elementos formales arranque al oyente de este idílico paisaje por el que casi se perciben las sigilosas pisadas de los silvanos.
El segundo movimiento, en el crepúsculo, nos introduce en la caída de la tarde en el claro del bosque, mediante el efecto oscurecedor de la escritura para cuerda, e interesantes dúos del clarinete y la trompa.
En el scherzo, subtitulado, danza de las dríades, Raff conjura de alguna manera el chispeante espíritu de Felix Mendelssohn, mientras que en el cuarto movimiento, La noche llega silenciosamente al bosque, una marcha bravucona presenta a los cazadores, internándose en el bosque en busca de presas, tras la marcha de las dríades. Sin embargo, una suerte de transición mágica conduce a la coda, en forma de coral, en la que el amanecer vuelve nuevamente a insuflar de luz los más hondos recovecos del bosque.
Escucharemos la Sinfonía Nº 3 en Fa Mayor “En el bosque” de Joachim Raff, en la interpretación de la Orquesta de la Ciudad de Milton Keynes, a las órdenes de Hilary Davan Wetton.

"En el bosque", con Joachim Raff

Hoy queremos rescatar aquí en Acompasa2 una de las mejores obras del compositor alemán Joachim Raff (1822-1882). Les invitamos a escuchar su Sinfonía Nº 3, perteneciente a su llamado periodo medio. Fue escrita en 1869 y guarda ciertos paralelismos con Beethoven, concretamente con su sinfonía Nº 6 Pastoral, con la que comparte tonalidad, y el hecho de ser una recreación bucólica de la naturaleza. De hecho, su subtítulo es “En el bosque”, y al igual que en la Pastoral, su autor quiere realizar una expresión de los sentimientos que la naturaleza despierta en él, antes que hacer una descripción pictórica.

El primer movimiento, subtitulado Impresiones y sentimientos, nos sume, a través de una partitura de sonoridades transparentes, en una atmósfera dominada por el canto y el revoloteo de los pájaros, entre las frondosas ramas del bosque. El compositor se muestra aquí fiel a la forma sonata, sin que la progresión de elementos formales arranque al oyente de este idílico paisaje por el que casi se perciben las sigilosas pisadas de los silvanos.
El segundo movimiento, en el crepúsculo, nos introduce en la caída de la tarde en el claro del bosque, mediante el efecto oscurecedor de la escritura para cuerda, e interesantes dúos del clarinete y la trompa.
En el scherzo, subtitulado, danza de las dríades, Raff conjura de alguna manera el chispeante espíritu de Felix Mendelssohn, mientras que en el cuarto movimiento, La noche llega silenciosamente al bosque, una marcha bravucona presenta a los cazadores, internándose en el bosque en busca de presas, tras la marcha de las dríades. Sin embargo, una suerte de transición mágica conduce a la coda, en forma de coral, en la que el amanecer vuelve nuevamente a insuflar de luz los más hondos recovecos del bosque.
Escucharemos la Sinfonía Nº 3 en Fa Mayor “En el bosque” de Joachim Raff, en la interpretación de la Orquesta de la Ciudad de Milton Keynes, a las órdenes de Hilary Davan Wetton.

Un poco de folklore sintético con canto de pájaros robóticos

El finlandés Esa-Pekka Salonen es, además de uno de los directores más prestigiosos del momento, un interesante compositor, cuyas obras son cada vez más grabadas y programadas en las salas de conciertos. En febrero de 2007 Salonen presentó con la Filarmónica de Nueva York su primer y hasta la fecha único concierto para piano. Hay que destacar que a diferencia de muchos directores, Salonen no es pianista y su instrumento es la trompa. La obra no es sino una exaltación de su amistad con el pianista Yefim Bronfman, que es quien la estrenó.

Desde sus primeros compases, el concierto introduce al oyente en un clímax dramático, con el piano luchando por liberarse de la cautividad orquestal a la que está sometido. En su esfuerzo, según el compositor, el piano crea su propio lenguaje y gramática. Después, las maderas graves generan un interludio que posee la elegancia de los animales más altos- Salonen dixit-. Después se suceden una serie de secciones entrecortadas que dan lugar a un dúo entre el piano y la viola, y al término del primer movimiento, el saxofón protagoniza un inspirado solo lento, que recuerda que Salonen compuso un concierto muy temprano para este instrumento.

El segundo movimiento, que comienza con una cadenza virtuosa pero nostálgica, es un homenaje al escritor de ciencia ficción Stanislav Lem. Según Salonen, el título provisional del concierto era “Música folklórica sintética con pájaros artificiales” y había imaginado para él la siguiente historia: en un futuro sin humanidad, dominado por la inteligencia artificial, nace la necesidad de que se desarrolla una suerte música folklórica y las máquinas conciben una muy parecida a la que se escuchaba en un lugar llamado siglos antes los Balcanes. Dicha música folklórica es acompañada por el canto de pájaros robóticos.

El tercer movimiento del concierto es una suerte de rondó, en el que la idea recurrente no es un tema, sino una sucesión de cinco acordes. Con una participación estelar de la percusión, este movimiento concluye de forma triunfal con la música que abría el concierto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos ya el Concierto para orquesta de Esa-Pekka Salonen, con el propio autor dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de los Ángeles y al pianista Yefim Bronfman.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Divertimento para cuerda en mi bemol mayor KV 563 de W.A. Mozart con Gidon Kremer (violín), Kim Ashkashian (viola), Yo-Yo Ma (violonchelo).

Un poco de folklore sintético con canto de pájaros robóticos

El finlandés Esa-Pekka Salonen es, además de uno de los directores más prestigiosos del momento, un interesante compositor, cuyas obras son cada vez más grabadas y programadas en las salas de conciertos. En febrero de 2007 Salonen presentó con la Filarmónica de Nueva York su primer y hasta la fecha único concierto para piano. Hay que destacar que a diferencia de muchos directores, Salonen no es pianista y su instrumento es la trompa. La obra no es sino una exaltación de su amistad con el pianista Yefim Bronfman, que es quien la estrenó.

Desde sus primeros compases, el concierto introduce al oyente en un clímax dramático, con el piano luchando por liberarse de la cautividad orquestal a la que está sometido. En su esfuerzo, según el compositor, el piano crea su propio lenguaje y gramática. Después, las maderas graves generan un interludio que posee la elegancia de los animales más altos- Salonen dixit-. Después se suceden una serie de secciones entrecortadas que dan lugar a un dúo entre el piano y la viola, y al término del primer movimiento, el saxofón protagoniza un inspirado solo lento, que recuerda que Salonen compuso un concierto muy temprano para este instrumento.

El segundo movimiento, que comienza con una cadenza virtuosa pero nostálgica, es un homenaje al escritor de ciencia ficción Stanislav Lem. Según Salonen, el título provisional del concierto era “Música folklórica sintética con pájaros artificiales” y había imaginado para él la siguiente historia: en un futuro sin humanidad, dominado por la inteligencia artificial, nace la necesidad de que se desarrolla una suerte música folklórica y las máquinas conciben una muy parecida a la que se escuchaba en un lugar llamado siglos antes los Balcanes. Dicha música folklórica es acompañada por el canto de pájaros robóticos.

El tercer movimiento del concierto es una suerte de rondó, en el que la idea recurrente no es un tema, sino una sucesión de cinco acordes. Con una participación estelar de la percusión, este movimiento concluye de forma triunfal con la música que abría el concierto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos ya el Concierto para orquesta de Esa-Pekka Salonen, con el propio autor dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de los Ángeles y al pianista Yefim Bronfman.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Divertimento para cuerda en mi bemol mayor KV 563 de W.A. Mozart con Gidon Kremer (violín), Kim Ashkashian (viola), Yo-Yo Ma (violonchelo).

Un poco de folklore sintético con canto de pájaros robóticos

El finlandés Esa-Pekka Salonen es, además de uno de los directores más prestigiosos del momento, un interesante compositor, cuyas obras son cada vez más grabadas y programadas en las salas de conciertos. En febrero de 2007 Salonen presentó con la Filarmónica de Nueva York su primer y hasta la fecha único concierto para piano. Hay que destacar que a diferencia de muchos directores, Salonen no es pianista y su instrumento es la trompa. La obra no es sino una exaltación de su amistad con el pianista Yefim Bronfman, que es quien la estrenó.

Desde sus primeros compases, el concierto introduce al oyente en un clímax dramático, con el piano luchando por liberarse de la cautividad orquestal a la que está sometido. En su esfuerzo, según el compositor, el piano crea su propio lenguaje y gramática. Después, las maderas graves generan un interludio que posee la elegancia de los animales más altos- Salonen dixit-. Después se suceden una serie de secciones entrecortadas que dan lugar a un dúo entre el piano y la viola, y al término del primer movimiento, el saxofón protagoniza un inspirado solo lento, que recuerda que Salonen compuso un concierto muy temprano para este instrumento.

El segundo movimiento, que comienza con una cadenza virtuosa pero nostálgica, es un homenaje al escritor de ciencia ficción Stanislav Lem. Según Salonen, el título provisional del concierto era “Música folklórica sintética con pájaros artificiales” y había imaginado para él la siguiente historia: en un futuro sin humanidad, dominado por la inteligencia artificial, nace la necesidad de que se desarrolla una suerte música folklórica y las máquinas conciben una muy parecida a la que se escuchaba en un lugar llamado siglos antes los Balcanes. Dicha música folklórica es acompañada por el canto de pájaros robóticos.

El tercer movimiento del concierto es una suerte de rondó, en el que la idea recurrente no es un tema, sino una sucesión de cinco acordes. Con una participación estelar de la percusión, este movimiento concluye de forma triunfal con la música que abría el concierto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos ya el Concierto para orquesta de Esa-Pekka Salonen, con el propio autor dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de los Ángeles y al pianista Yefim Bronfman.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Divertimento para cuerda en mi bemol mayor KV 563 de W.A. Mozart con Gidon Kremer (violín), Kim Ashkashian (viola), Yo-Yo Ma (violonchelo).

"Concierto del Sur", de Manuel Ponce

El repertorio de la guitarra del siglo XX está sin duda a la sombra de los compositores latinos. Ahí están los emblemáticos conciertos de Joaquín Rodrigo, Heitor Villa-Lobos, Mario Castelnuovo-Tedesco y quien hoy nos ocupa, el mejicano Manuel Ponce. Nacido en Fresnillo, en Zacatecas, en 1882, realizó sus estudios de música primero en Bolonia y luego en Alemania.

Cuando regresó a México comenzó a introducir motivos del folklore de su tierra en su música, primero influenciada por el postromanticismo germano y posteriormente por el impresionismo. El empleo de melodías y canciones mejicanas que él revestía con el ropaje de la polifonía, conservando su sustrato popular como expresión del alma nacional, ha hecho que se considere a Ponce el fundador del nacionalismo musical mejicano. Hay que decir, eso sí, que rehuyó el folklore estrictamente indígena y prefirió recrearse en la música popular surgida en Méjico a partir de la conquista española y hasta el siglo XX.

De hecho, Ponce era un apasionado admirador de la música española, y concretamente del repertorio guitarrístico, por lo que dedicó varias obras a Francisco Tárrega y Antonio de Cabezón. Fue además un gran amigo del guitarrista Andrés Segovia y en 1941 compuso para él su célebre Concierto del Sur, su obra más conocida después de la canción Estrellita.

Antes de este concierto, Ponce había compuesto varias sonatas y otras pieza para guitarra, que destacan tanto por su lirismo, como por sus profusos desarrollos temáticos, que explotan considerablemente las posibilidades expresivas del instrumento. El concierto del Sur fue estrenado el 4 de octubre de 1941 en Montevideo, a las órdenes del propio Ponce.

Aunque existe una versión histórica con el propio Segovia, realizada en 1958, a las órdenes de Enrique Jordá, hoy aquí en Acompasa2 vamos a ofrecerles una grabación interpretada por la guitarrista Sharon Isbin y la Orquesta Filarmónica de Nueva York, a las órdenes de José Serebrier.

Hoy también escuchamos en Acompasa2:

-Piezas de clave, con voz y violín op. 5 de Jean-Joseph Cassanea de Mondonville (1711-1772) con Judith Nelson (soprano), William Christie (clave), Stanley Ritchie (violín).

-Concierto para violonchelo Nº 2 de Bohuslav Martinu. Angelica May (violonchelo). Orquesta Filarmónica Checa. Director: Vaclav Neumann.

Acompasa2


Acompasa2 es un magazín de tarde-noche, programado de lunes a viernes, de 19.00 a 23.00 horas y presentado por Beatriz Torío y Martín Llade.
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