15 posts de noviembre 2009

Dos partituras perdidas

Hoy en Acompasa2 presentamos dos novedades discográficas de dos obras que durante mucho tiempo se creyeron perdidas. La primera es el "concierto para piano" o "Concierto fantástico" de Isaac Albéniz, que éste orquestó con asesoría de Tomás Bretón, y que es una composición juvenil, más próxima al romanticismo de Chopin y Schumann que al nacionalismo español albeniziano. La escucharemos interpretada por el pianista Miguel Baselga, junto a la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Otra novedad discográfica que no dejará indiferentes a nuestros oyentes es la recuperación de la Corona de la India, una partitura calificada de Mascarada Imperial en dos cuadros, compuesta por Edward Elgar entre 1911 y 1912 para conmemorar la coronación de Jorge V y su esposa María como emperadores de la India. Elgar compuso esta suerte de musical sobre un libreto del actor Henry Hamilton, en el que las ciudades de Delhi y Calcuta, representadas por actrices, exponían sus méritos a la India, representada por una tercera actriz, a fin de que eligiera a una de ellas como su capital.

Después del estreno, Elgar realizó una suite orquestal de esta mascarada, y a punto estuvo de ser lo único que nos llegase de ella, ya que en 1970 la demolición de un edificio donde se guardaba la partitura original supuso aparentemente su desaparición para siempre.

Sin embargo, se conservaba una versión pianística. El musicólogo y compositor Anthony Payne, que hace algunos años completó la tercera sinfonía de Elgar, que éste había dejado inacabada, fue requerido para realizar una orquestación con motivo del 150 aniversario del músico. Basándose en los números de la suite, en la plantilla orquestal del estreno, que sí era conocida, y en su propio conocimiento del lenguaje elgariano, Payne ha resucitado La Corona de la India, y ésta ha sido recientemente registrada por la Orquesta Filarmónica de la BBC, a las órdenes de Sir Andrew Davis.

La mascarada es muy extensa, pues su duración supera la hora y cuarto, por lo que no se la ofreceremos a nuestros oyentes. Pero sí podemos escuchar una selección sin los diálogos de Hamilton (Davis la ha registrado de ambas maneras).

Dos partituras perdidas

Hoy en Acompasa2 presentamos dos novedades discográficas de dos obras que durante mucho tiempo se creyeron perdidas. La primera es el "concierto para piano" o "Concierto fantástico" de Isaac Albéniz, que éste orquestó con asesoría de Tomás Bretón, y que es una composición juvenil, más próxima al romanticismo de Chopin y Schumann que al nacionalismo español albeniziano. La escucharemos interpretada por el pianista Miguel Baselga, junto a la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Otra novedad discográfica que no dejará indiferentes a nuestros oyentes es la recuperación de la Corona de la India, una partitura calificada de Mascarada Imperial en dos cuadros, compuesta por Edward Elgar entre 1911 y 1912 para conmemorar la coronación de Jorge V y su esposa María como emperadores de la India. Elgar compuso esta suerte de musical sobre un libreto del actor Henry Hamilton, en el que las ciudades de Delhi y Calcuta, representadas por actrices, exponían sus méritos a la India, representada por una tercera actriz, a fin de que eligiera a una de ellas como su capital.

Después del estreno, Elgar realizó una suite orquestal de esta mascarada, y a punto estuvo de ser lo único que nos llegase de ella, ya que en 1970 la demolición de un edificio donde se guardaba la partitura original supuso aparentemente su desaparición para siempre.

Sin embargo, se conservaba una versión pianística. El musicólogo y compositor Anthony Payne, que hace algunos años completó la tercera sinfonía de Elgar, que éste había dejado inacabada, fue requerido para realizar una orquestación con motivo del 150 aniversario del músico. Basándose en los números de la suite, en la plantilla orquestal del estreno, que sí era conocida, y en su propio conocimiento del lenguaje elgariano, Payne ha resucitado La Corona de la India, y ésta ha sido recientemente registrada por la Orquesta Filarmónica de la BBC, a las órdenes de Sir Andrew Davis.

La mascarada es muy extensa, pues su duración supera la hora y cuarto, por lo que no se la ofreceremos a nuestros oyentes. Pero sí podemos escuchar una selección sin los diálogos de Hamilton (Davis la ha registrado de ambas maneras).

Dos partituras perdidas

Hoy en Acompasa2 presentamos dos novedades discográficas de dos obras que durante mucho tiempo se creyeron perdidas. La primera es el "concierto para piano" o "Concierto fantástico" de Isaac Albéniz, que éste orquestó con asesoría de Tomás Bretón, y que es una composición juvenil, más próxima al romanticismo de Chopin y Schumann que al nacionalismo español albeniziano. La escucharemos interpretada por el pianista Miguel Baselga, junto a la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Otra novedad discográfica que no dejará indiferentes a nuestros oyentes es la recuperación de la Corona de la India, una partitura calificada de Mascarada Imperial en dos cuadros, compuesta por Edward Elgar entre 1911 y 1912 para conmemorar la coronación de Jorge V y su esposa María como emperadores de la India. Elgar compuso esta suerte de musical sobre un libreto del actor Henry Hamilton, en el que las ciudades de Delhi y Calcuta, representadas por actrices, exponían sus méritos a la India, representada por una tercera actriz, a fin de que eligiera a una de ellas como su capital.

Después del estreno, Elgar realizó una suite orquestal de esta mascarada, y a punto estuvo de ser lo único que nos llegase de ella, ya que en 1970 la demolición de un edificio donde se guardaba la partitura original supuso aparentemente su desaparición para siempre.

Sin embargo, se conservaba una versión pianística. El musicólogo y compositor Anthony Payne, que hace algunos años completó la tercera sinfonía de Elgar, que éste había dejado inacabada, fue requerido para realizar una orquestación con motivo del 150 aniversario del músico. Basándose en los números de la suite, en la plantilla orquestal del estreno, que sí era conocida, y en su propio conocimiento del lenguaje elgariano, Payne ha resucitado La Corona de la India, y ésta ha sido recientemente registrada por la Orquesta Filarmónica de la BBC, a las órdenes de Sir Andrew Davis.

La mascarada es muy extensa, pues su duración supera la hora y cuarto, por lo que no se la ofreceremos a nuestros oyentes. Pero sí podemos escuchar una selección sin los diálogos de Hamilton (Davis la ha registrado de ambas maneras).

Una sinfonía de color

La primera parte del Acompasa2 de hoy estará dedicada a dos sonatas del italiano Muzio Clementi (1752-1832): la Sonata para piano y flauta en la mayor op. 31 y la Sonata Nº 3 op.5 para piano y violín, en mi bemol mayor.

Después del concierto de la Fundación Juan March proponemos a nuestros oyentes escuchar la "Sinfonía de color", la primera gran obra orquestal de Arthur Bliss, de 1922. Ya en obras previas había explorado el músico el gran efecto de las posibilidades del color instrumental en los pequeños conjuntos, pero un encargo del Festival de Gloucester le dio la ocasión de explorar el terreno orquestal en una escala más amplia. Durante un tiempo, Bliss estuvo dubitativo respecto a la naturaleza de la obra, pero un libro de heráldica en el que se explicaban las asociaciones simbólicas de los colores, le dio una idea.

Su nueva partitura determinaría muchos de los aspectos del futuro del compositor. Nacía así la "Sinfonía de color", en la que Bliss demuestra cuánto ha aprendido en materia de orquestación desde Elgar a Stravinski. Las disonancias, sin duda alguna, han sido tomadas de la obra del ruso, mientras que la elegancia majestuosa de algunos pasajes es inevitablemente elgariana. La bitonalidad que se aprecia hacia el final de la sinfonía puede deberse a su relación con Milhaud y el Grupo de los seis. En el movimiento final ciertas armonías de blues también nos recuerdan lo popular que era el jazz en aquella época. Cada uno de los movimientos está asociado a un color.

-Púrpura es el primero y Bliss escribe al respecto: “Este es el color de la amatista, de las festividades, de la realeza y de la muerte”. Con sus tres temas, que conducen a un climax tras el cual son expuestos en orden inverso, la música de este movimiento tiene algo de procesionario.

-Un fiero y explosivo scherzo irrumpe en rojo, el segundo movimiento. Para Bliss este es el color de los rubíes, el vino, el jolgorio, el calor, el valor y la magia.

-Azul, tercer movimiento, es el color de los zafiros, de las aguas profundas, de los cielos, de la lealtad y de la melancolía. Aquí los instrumentos de viento madera sobrevuelan en arabescos la orquesta como céfiros sobre un insistente ritmo que para Bliss quiere ser el chapoteo del agua en torno a una canoa en un embarcadero.

-Bliss concluye la sinfonía con una doble fuga para describir el verde, el color de las esmeraldas, la esperanza, la juventud, la alegría, la primavera y la victoria. El primer tema es una marcha de gran nobleza esbozada por la cuerda, mientras que el segundo es un travieso tema en los instrumentos de viento. Ambos son combinados hasta conducir a un climax en medio del cual concluye la obra.

Escucharemos la "Sinfonía de color" con la Orquesta del Ulster, dirigida por Vernon Handley.

Una sinfonía de color

La primera parte del Acompasa2 de hoy estará dedicada a dos sonatas del italiano Muzio Clementi (1752-1832): la Sonata para piano y flauta en la mayor op. 31 y la Sonata Nº 3 op.5 para piano y violín, en mi bemol mayor.

Después del concierto de la Fundación Juan March proponemos a nuestros oyentes escuchar la "Sinfonía de color", la primera gran obra orquestal de Arthur Bliss, de 1922. Ya en obras previas había explorado el músico el gran efecto de las posibilidades del color instrumental en los pequeños conjuntos, pero un encargo del Festival de Gloucester le dio la ocasión de explorar el terreno orquestal en una escala más amplia. Durante un tiempo, Bliss estuvo dubitativo respecto a la naturaleza de la obra, pero un libro de heráldica en el que se explicaban las asociaciones simbólicas de los colores, le dio una idea.

Su nueva partitura determinaría muchos de los aspectos del futuro del compositor. Nacía así la "Sinfonía de color", en la que Bliss demuestra cuánto ha aprendido en materia de orquestación desde Elgar a Stravinski. Las disonancias, sin duda alguna, han sido tomadas de la obra del ruso, mientras que la elegancia majestuosa de algunos pasajes es inevitablemente elgariana. La bitonalidad que se aprecia hacia el final de la sinfonía puede deberse a su relación con Milhaud y el Grupo de los seis. En el movimiento final ciertas armonías de blues también nos recuerdan lo popular que era el jazz en aquella época. Cada uno de los movimientos está asociado a un color.

-Púrpura es el primero y Bliss escribe al respecto: “Este es el color de la amatista, de las festividades, de la realeza y de la muerte”. Con sus tres temas, que conducen a un climax tras el cual son expuestos en orden inverso, la música de este movimiento tiene algo de procesionario.

-Un fiero y explosivo scherzo irrumpe en rojo, el segundo movimiento. Para Bliss este es el color de los rubíes, el vino, el jolgorio, el calor, el valor y la magia.

-Azul, tercer movimiento, es el color de los zafiros, de las aguas profundas, de los cielos, de la lealtad y de la melancolía. Aquí los instrumentos de viento madera sobrevuelan en arabescos la orquesta como céfiros sobre un insistente ritmo que para Bliss quiere ser el chapoteo del agua en torno a una canoa en un embarcadero.

-Bliss concluye la sinfonía con una doble fuga para describir el verde, el color de las esmeraldas, la esperanza, la juventud, la alegría, la primavera y la victoria. El primer tema es una marcha de gran nobleza esbozada por la cuerda, mientras que el segundo es un travieso tema en los instrumentos de viento. Ambos son combinados hasta conducir a un climax en medio del cual concluye la obra.

Escucharemos la "Sinfonía de color" con la Orquesta del Ulster, dirigida por Vernon Handley.

Una sinfonía de color

La primera parte del Acompasa2 de hoy estará dedicada a dos sonatas del italiano Muzio Clementi (1752-1832): la Sonata para piano y flauta en la mayor op. 31 y la Sonata Nº 3 op.5 para piano y violín, en mi bemol mayor.

Después del concierto de la Fundación Juan March proponemos a nuestros oyentes escuchar la "Sinfonía de color", la primera gran obra orquestal de Arthur Bliss, de 1922. Ya en obras previas había explorado el músico el gran efecto de las posibilidades del color instrumental en los pequeños conjuntos, pero un encargo del Festival de Gloucester le dio la ocasión de explorar el terreno orquestal en una escala más amplia. Durante un tiempo, Bliss estuvo dubitativo respecto a la naturaleza de la obra, pero un libro de heráldica en el que se explicaban las asociaciones simbólicas de los colores, le dio una idea.

Su nueva partitura determinaría muchos de los aspectos del futuro del compositor. Nacía así la "Sinfonía de color", en la que Bliss demuestra cuánto ha aprendido en materia de orquestación desde Elgar a Stravinski. Las disonancias, sin duda alguna, han sido tomadas de la obra del ruso, mientras que la elegancia majestuosa de algunos pasajes es inevitablemente elgariana. La bitonalidad que se aprecia hacia el final de la sinfonía puede deberse a su relación con Milhaud y el Grupo de los seis. En el movimiento final ciertas armonías de blues también nos recuerdan lo popular que era el jazz en aquella época. Cada uno de los movimientos está asociado a un color.

-Púrpura es el primero y Bliss escribe al respecto: “Este es el color de la amatista, de las festividades, de la realeza y de la muerte”. Con sus tres temas, que conducen a un climax tras el cual son expuestos en orden inverso, la música de este movimiento tiene algo de procesionario.

-Un fiero y explosivo scherzo irrumpe en rojo, el segundo movimiento. Para Bliss este es el color de los rubíes, el vino, el jolgorio, el calor, el valor y la magia.

-Azul, tercer movimiento, es el color de los zafiros, de las aguas profundas, de los cielos, de la lealtad y de la melancolía. Aquí los instrumentos de viento madera sobrevuelan en arabescos la orquesta como céfiros sobre un insistente ritmo que para Bliss quiere ser el chapoteo del agua en torno a una canoa en un embarcadero.

-Bliss concluye la sinfonía con una doble fuga para describir el verde, el color de las esmeraldas, la esperanza, la juventud, la alegría, la primavera y la victoria. El primer tema es una marcha de gran nobleza esbozada por la cuerda, mientras que el segundo es un travieso tema en los instrumentos de viento. Ambos son combinados hasta conducir a un climax en medio del cual concluye la obra.

Escucharemos la "Sinfonía de color" con la Orquesta del Ulster, dirigida por Vernon Handley.

Rameau: una sinfonía imaginaria

El nombre de Marc Minkowski remite a la mayor parte de los melómanos a la música francesa del período barroco, un repertorio sepultado en el olvido, cuya exhumación se ha producido gracias a la tenacidad de músicos como este director francés y otros como William Christie o Christophe Rousset.

Entre los compositores a los que Minkowski ha restituido parte de su brillo original está la figura más descollante del barroco francés, Jean Philippe Rameau. Tanta es la veneración que suscita en Minkowski el autor de Las indias galantes, que en 2005 le rindió tributo a través del álbum Una sinfonía imaginaria. En él, tomando como premisa el concepto de sinfonía previo a la Escuela de Manheimm, esto es, el de pieza orquestal, habitualmente destinada a abrir un acto escénico, Minkowski se recrea en algunos de los más inspirados pasajes instrumentales del músico francés. A partir de las sinfonías y oberturas de Zais, Las Boréadas, Nais, Platée, El nacimiento de Osiris, Las Indias Galantes, Dardanus, Hipólito y Aricia, Minkowski se recrea en una faceta en la que Rameau fue un artista sobresaliente, pero que quedó un tanto eclipsada por su producción vocal y para clave.

Entre los diecisiete números hábilmente armados por Minkowski para conferir a este trabajo el aspecto de un mosaico sinfónico, encontramos también alguna pieza para clave, como La Poule, orquestada después de la muerte de Rameau, para formar parte de sus Seis conciertos en sexteto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos este homenaje, o mejor aún, acción de gracias de Minkowski a Rameau por todos los placeres que nos dispensa su extraordinario universo sonoro, en la interpretación de Les Musiciens du Louvre.

Rameau: una sinfonía imaginaria

El nombre de Marc Minkowski remite a la mayor parte de los melómanos a la música francesa del período barroco, un repertorio sepultado en el olvido, cuya exhumación se ha producido gracias a la tenacidad de músicos como este director francés y otros como William Christie o Christophe Rousset.

Entre los compositores a los que Minkowski ha restituido parte de su brillo original está la figura más descollante del barroco francés, Jean Philippe Rameau. Tanta es la veneración que suscita en Minkowski el autor de Las indias galantes, que en 2005 le rindió tributo a través del álbum Una sinfonía imaginaria. En él, tomando como premisa el concepto de sinfonía previo a la Escuela de Manheimm, esto es, el de pieza orquestal, habitualmente destinada a abrir un acto escénico, Minkowski se recrea en algunos de los más inspirados pasajes instrumentales del músico francés. A partir de las sinfonías y oberturas de Zais, Las Boréadas, Nais, Platée, El nacimiento de Osiris, Las Indias Galantes, Dardanus, Hipólito y Aricia, Minkowski se recrea en una faceta en la que Rameau fue un artista sobresaliente, pero que quedó un tanto eclipsada por su producción vocal y para clave.

Entre los diecisiete números hábilmente armados por Minkowski para conferir a este trabajo el aspecto de un mosaico sinfónico, encontramos también alguna pieza para clave, como La Poule, orquestada después de la muerte de Rameau, para formar parte de sus Seis conciertos en sexteto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos este homenaje, o mejor aún, acción de gracias de Minkowski a Rameau por todos los placeres que nos dispensa su extraordinario universo sonoro, en la interpretación de Les Musiciens du Louvre.

Rameau: una sinfonía imaginaria

El nombre de Marc Minkowski remite a la mayor parte de los melómanos a la música francesa del período barroco, un repertorio sepultado en el olvido, cuya exhumación se ha producido gracias a la tenacidad de músicos como este director francés y otros como William Christie o Christophe Rousset.

Entre los compositores a los que Minkowski ha restituido parte de su brillo original está la figura más descollante del barroco francés, Jean Philippe Rameau. Tanta es la veneración que suscita en Minkowski el autor de Las indias galantes, que en 2005 le rindió tributo a través del álbum Una sinfonía imaginaria. En él, tomando como premisa el concepto de sinfonía previo a la Escuela de Manheimm, esto es, el de pieza orquestal, habitualmente destinada a abrir un acto escénico, Minkowski se recrea en algunos de los más inspirados pasajes instrumentales del músico francés. A partir de las sinfonías y oberturas de Zais, Las Boréadas, Nais, Platée, El nacimiento de Osiris, Las Indias Galantes, Dardanus, Hipólito y Aricia, Minkowski se recrea en una faceta en la que Rameau fue un artista sobresaliente, pero que quedó un tanto eclipsada por su producción vocal y para clave.

Entre los diecisiete números hábilmente armados por Minkowski para conferir a este trabajo el aspecto de un mosaico sinfónico, encontramos también alguna pieza para clave, como La Poule, orquestada después de la muerte de Rameau, para formar parte de sus Seis conciertos en sexteto.

Hoy en Acompasa2 escucharemos este homenaje, o mejor aún, acción de gracias de Minkowski a Rameau por todos los placeres que nos dispensa su extraordinario universo sonoro, en la interpretación de Les Musiciens du Louvre.

Dos bachianas de Villa-Lobos

Este 2009 se cumplen 50 años de la muerte de Heitor Villa-Lobos, considerado ya no solamente el compositor más célebre de Brasil, sino de toda América Latina. Su aportación a la música de su país es inconmensurable: además de su ingente producción, diseñó un sistema pedagógico para todas las escuelas de Brasil basado en su música popular, del que han bebido varias generaciones de niños. Sin duda alguna, son muchos los músicos brasileños que están hoy en deuda con Villa-Lobos.

De su vasto catálogo hemos escogido para escuchar hoy en Acompasa2 sus Bachianas brasileiras, en las que logró algo tan inaudito como adecuar los elementos tonales, polifónicos, contrapuntísticos, rítmicos y estructurales de la música de Johann Sebastian Bach al folklore de su país. Ofrecemos hoy a nuestros oyentes las bachianas 1 y 3 y completaremos el ciclo en las próximas semanas.

La primera de las bachianas, escrita para una formación tan original para la época como una orquesta de violonchelos (lo cual no ha de extrañar si se tiene en cuenta que fue dedicada a Pau Casals y que, además, ése era su instrumento favorito), salió de la pluma de Villa-Lobos en 1930, pero no la estrenaría hasta dos años después, aunque incompleta, ya que sólo presentó al público los dos primeros movimientos, preludio y fuga. Todavía tendrían que pasar otros seis años más hasta que dirigiera en la Sociedade Pro-Musica de Sao Paulo la versión definitiva, con un movimiento introductorio añadido.

Para entonces Villa-Lobos (que ya había estrenado la Bachiana Nº 2) ya había tomado conciencia de su propósito de adaptar el lenguaje de Bach al folklore brasileño, para lo cual añadió a cada número una denominación tomada de la música popular de su país, sin prescindir del nombre de las formas ‘bachianas’. Así, la introducción pasaba a ser una “embolada”, el preludio una “modinha” y la fuga, una “conversa”.

El preludio es uno de los números más populares del músico y se trata de un ensoñador adagio que sigue fielmente los esquemas de los escritos por el genio de Eisenach, pero es en la fuga, de progresión poco animato, donde hace Villa-Lobos la siguiente declaración de intenciones: “Se trata de la espiritualización de la sintaxis de Bach a fin de adecuarla a la conversación musical de cuatro choros”. Curiosamente, esta fuga tiene la particularidad de parecerse poco a la del idolatrado maestro alemán.

Una particularidad de las bachianas es que finalizan con todos los instrumentos al unísono sobre una misma nota, algo que inaugura esta primera sin excepción.

Respecto a la Bachiana Nº 3, resulta sorprendente que Villa-Lobos dedicase tan sólo una de las bachianas a la combinación piano-orquesta, pero es evidente que lo hizo pensando en las capacidades de José Vieira Brandao, quien estrenaría la versión original, para piano solo, de la Nº 4. Nuevamente el estreno tiene lugar mucho después del proceso de composición, viendo la luz el 19 de febrero de 1947 en Nueva York, nueve años después de su escritura.

Villa-Lobos dirigió entonces a la Orquesta Sinfónica Columbia y a Vieira Brandao. Se estructura de la siguiente manera: Preludio (Ponteio), Fantasía (Devaneio), Aria (Modinha) y Tocata (Picapaú). Villa-Lobos introduce pasajes de gran dificultad técnica para el solista, especialmente en el primer movimiento, donde hay pasajes de verdadero virtuosismo pero sin caer en el exhibicionismo ni la espectacularidad vacía. Se trata de un adagio en re menor con una cadenza ‘meno mosso’ antes de la reexposición y otra breve, que precede la recapitulación.

El movimiento final, muy apreciado por el público, es un allegro en ¾ que pone en graves aprietos al solista, cuya parte se indica en la partitura como “Ben rimato (mecánicamente)”. A la sazón, puede considerarse esta bachiana más una suerte de Variaciones sinfónicas a la manera de Franck que un verdadero concierto para piano.

Escucharemos estas bachianas en la interpretación de la Orquesta Sinfónica de Brasil a las órdenes de Isaac Karabtchewsky y con la participación en la Nº 3 del pianista Nelson Freire.

Otras obras hoy en Acompasa2:

-Sinfonía Nº 3 de Bohuslav Martinu (1944). Orquesta Sinfónica de Bamberg. Director: Neeme Järvi.

-Pequeña Sinfonía concertante de Frank Martin (1945). Orquesta de la Suisse Romande. Director: Armin Jordan.

Acompasa2


Acompasa2 es un magazín de tarde-noche, programado de lunes a viernes, de 19.00 a 23.00 horas y presentado por Beatriz Torío y Martín Llade.
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