9 posts de marzo 2010

Una de las últimas genialidades de Saint-Saëns

Comenzamos Acompasa2 con la Sonata para clarinete y piano op. 67, compuesta por Camille Saint-Saëns en 1920, cuando contaba 85 años de edad. El músico se la dedicó al profesor del Conservatorio de París, Auguste Perrier y está considerada una obra maestra del género. Si bien por entonces Europa se mostraba más interesada por la música de Stravinski y otros autores revolucionarios, Saint-Saëns se mantiene aquí fiel a su estilo de siempre, destilando una gran artesanía y dotando a la partitura de un perfecto acabado.

En ella no faltan guiños personales, como una cita al acto segundo de Sansón y Dalila, la ópera más conocida del músico francés, ni tampoco una evocación de la vejez, algo que se percibe de manera muy clara en el segundo movimiento, Lento, en el que el piano y el clarinete, en su registro más grave, parecen desfilar por un paisaje invernal. El movimiento concluye con ambos en su registro más agudo, sumidos en una atmósfera ciertamente desolada.

En el último movimiento, en cambio, Saint-Saëns hace gala de su incisivo sentido del humor, sometiendo al clarinete a algunas audacias que parecen aludir a esa música del siglo XX que al propio compositor le resultaba incomprensible…Y no hay más que recordar que siete años antes, Saint-Saëns había abandonado escandalizado el teatro en el que se estrenaba La consagración de la primavera de Stravinski. Y por cierto, que ésta no fue la última sonata de Saint-Saëns, pues poco después de concluirla se volcó inmediatamente en la escritura de otra para fagot y piano.

Escucharemos la Sonata para clarinete y piano opus 167 de Camille Saint-Saëns, en la interpretación del clarinetista Josep Fuster y la pianista Isabel Hernández.

Una de las últimas genialidades de Saint-Saëns

Comenzamos Acompasa2 con la Sonata para clarinete y piano op. 67, compuesta por Camille Saint-Saëns en 1920, cuando contaba 85 años de edad. El músico se la dedicó al profesor del Conservatorio de París, Auguste Perrier y está considerada una obra maestra del género. Si bien por entonces Europa se mostraba más interesada por la música de Stravinski y otros autores revolucionarios, Saint-Saëns se mantiene aquí fiel a su estilo de siempre, destilando una gran artesanía y dotando a la partitura de un perfecto acabado.

En ella no faltan guiños personales, como una cita al acto segundo de Sansón y Dalila, la ópera más conocida del músico francés, ni tampoco una evocación de la vejez, algo que se percibe de manera muy clara en el segundo movimiento, Lento, en el que el piano y el clarinete, en su registro más grave, parecen desfilar por un paisaje invernal. El movimiento concluye con ambos en su registro más agudo, sumidos en una atmósfera ciertamente desolada.

En el último movimiento, en cambio, Saint-Saëns hace gala de su incisivo sentido del humor, sometiendo al clarinete a algunas audacias que parecen aludir a esa música del siglo XX que al propio compositor le resultaba incomprensible…Y no hay más que recordar que siete años antes, Saint-Saëns había abandonado escandalizado el teatro en el que se estrenaba La consagración de la primavera de Stravinski. Y por cierto, que ésta no fue la última sonata de Saint-Saëns, pues poco después de concluirla se volcó inmediatamente en la escritura de otra para fagot y piano.

Escucharemos la Sonata para clarinete y piano opus 167 de Camille Saint-Saëns, en la interpretación del clarinetista Josep Fuster y la pianista Isabel Hernández.

Una de las últimas genialidades de Saint-Saëns

Comenzamos Acompasa2 con la Sonata para clarinete y piano op. 67, compuesta por Camille Saint-Saëns en 1920, cuando contaba 85 años de edad. El músico se la dedicó al profesor del Conservatorio de París, Auguste Perrier y está considerada una obra maestra del género. Si bien por entonces Europa se mostraba más interesada por la música de Stravinski y otros autores revolucionarios, Saint-Saëns se mantiene aquí fiel a su estilo de siempre, destilando una gran artesanía y dotando a la partitura de un perfecto acabado.

En ella no faltan guiños personales, como una cita al acto segundo de Sansón y Dalila, la ópera más conocida del músico francés, ni tampoco una evocación de la vejez, algo que se percibe de manera muy clara en el segundo movimiento, Lento, en el que el piano y el clarinete, en su registro más grave, parecen desfilar por un paisaje invernal. El movimiento concluye con ambos en su registro más agudo, sumidos en una atmósfera ciertamente desolada.

En el último movimiento, en cambio, Saint-Saëns hace gala de su incisivo sentido del humor, sometiendo al clarinete a algunas audacias que parecen aludir a esa música del siglo XX que al propio compositor le resultaba incomprensible…Y no hay más que recordar que siete años antes, Saint-Saëns había abandonado escandalizado el teatro en el que se estrenaba La consagración de la primavera de Stravinski. Y por cierto, que ésta no fue la última sonata de Saint-Saëns, pues poco después de concluirla se volcó inmediatamente en la escritura de otra para fagot y piano.

Escucharemos la Sonata para clarinete y piano opus 167 de Camille Saint-Saëns, en la interpretación del clarinetista Josep Fuster y la pianista Isabel Hernández.

La "Sinfonieta" de Franz Schreker

Presentamos a nuestros oyentes la primera grabación mundial de la Sinfonietta del austríaco Franz Schreker, una versión sinfónica de su sinfonía de cámara para 23 instrumentos solistas, encargada en 1916 por la Academia de Música Imperial de Viena, de la que Schreker era profesor de composición. Originalmente, la obra constaba de una insólita plantilla: once profesores en la sección de cuerda, siete en la de viento, además del piano, la celesta, el arpa, un armonio y la percusión. El propio Schreker, inseguro, se situaba al fondo de la sala durante los ensayos y preguntaba a los ejecutantes cómo les sonaba aquello.

Schreker empleó en la sinfonía materiales musicales de Die tönenden Sphären, ópera inacabada en la que había estado trabajando el año anterior. Su premisa argumental era una fantasía en torno a un final feliz de la Primera Guerra Mundial, que en esos momentos estaba teniendo lugar, y ello se deja sentir en el carácter evanescente y ensoñador, casi hipnótico, de la música, en ocasiones ensombrecida por algo terrible que el compositor únicamente deja presentir al oyente. Aunque la sinfonía presenta todavía un carácter fuertemente posromántico, la presencia de elementos como la politonalidad le confiere un aire muy moderno para su época.

Escucharemos la Sinfonietta interpretada por la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, a las órdenes de Pedro Halffter. Y después, les ofreceremos el 'Nocturno' del acto III de su obra maestra, la ópera 'Der Ferne Klang' ('El sonido lejano').

La "Sinfonieta" de Franz Schreker

Presentamos a nuestros oyentes la primera grabación mundial de la Sinfonietta del austríaco Franz Schreker, una versión sinfónica de su sinfonía de cámara para 23 instrumentos solistas, encargada en 1916 por la Academia de Música Imperial de Viena, de la que Schreker era profesor de composición. Originalmente, la obra constaba de una insólita plantilla: once profesores en la sección de cuerda, siete en la de viento, además del piano, la celesta, el arpa, un armonio y la percusión. El propio Schreker, inseguro, se situaba al fondo de la sala durante los ensayos y preguntaba a los ejecutantes cómo les sonaba aquello.

Schreker empleó en la sinfonía materiales musicales de Die tönenden Sphären, ópera inacabada en la que había estado trabajando el año anterior. Su premisa argumental era una fantasía en torno a un final feliz de la Primera Guerra Mundial, que en esos momentos estaba teniendo lugar, y ello se deja sentir en el carácter evanescente y ensoñador, casi hipnótico, de la música, en ocasiones ensombrecida por algo terrible que el compositor únicamente deja presentir al oyente. Aunque la sinfonía presenta todavía un carácter fuertemente posromántico, la presencia de elementos como la politonalidad le confiere un aire muy moderno para su época.

Escucharemos la Sinfonietta interpretada por la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, a las órdenes de Pedro Halffter. Y después, les ofreceremos el 'Nocturno' del acto III de su obra maestra, la ópera 'Der Ferne Klang' ('El sonido lejano').

La "Sinfonieta" de Franz Schreker

Presentamos a nuestros oyentes la primera grabación mundial de la Sinfonietta del austríaco Franz Schreker, una versión sinfónica de su sinfonía de cámara para 23 instrumentos solistas, encargada en 1916 por la Academia de Música Imperial de Viena, de la que Schreker era profesor de composición. Originalmente, la obra constaba de una insólita plantilla: once profesores en la sección de cuerda, siete en la de viento, además del piano, la celesta, el arpa, un armonio y la percusión. El propio Schreker, inseguro, se situaba al fondo de la sala durante los ensayos y preguntaba a los ejecutantes cómo les sonaba aquello.

Schreker empleó en la sinfonía materiales musicales de Die tönenden Sphären, ópera inacabada en la que había estado trabajando el año anterior. Su premisa argumental era una fantasía en torno a un final feliz de la Primera Guerra Mundial, que en esos momentos estaba teniendo lugar, y ello se deja sentir en el carácter evanescente y ensoñador, casi hipnótico, de la música, en ocasiones ensombrecida por algo terrible que el compositor únicamente deja presentir al oyente. Aunque la sinfonía presenta todavía un carácter fuertemente posromántico, la presencia de elementos como la politonalidad le confiere un aire muy moderno para su época.

Escucharemos la Sinfonietta interpretada por la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, a las órdenes de Pedro Halffter. Y después, les ofreceremos el 'Nocturno' del acto III de su obra maestra, la ópera 'Der Ferne Klang' ('El sonido lejano').

"Los israelitas en el desierto" de C.P.E. Bach

Carl Philip Emanuel Bach escribió el oratorio en dos partes Los israelitas en el desierto, entre 1768 y 1769, después de haber sucedido a Georg Philipp Telemann como director musical en Hamburgo.

La forma en la que Carl Philip Emanuel hizo su entrada en la escena musical hamburguesa es realmente llamativa: decidió escribir una obra sacra que no respondiera a ninguna confesión religiosa en concreto, de forma que no fuera rechazada ni por unos ni por otros, y que pudiera ser interpretada no sólo en ocasiones solemnes, sino en cualquier circunstancia, tanto dentro como fuera de una iglesia.

Sin duda alguna, Los israelistas en el desierto debe mucho en este sentido a los oratorios semi-seculares de Haendel. Por ello parte de un episodio del antiguo testamento, extraído de la historia de Moisés, con escenas corales que expresan los sentimientos de los creyentes como comunidad con cierto sentido teatral. En ese sentido, es revelador el texto de Daniel Schiebeler, de extraordinaria llaneza poética.

Respecto a la escritura de la obra, Bach hijo muestra un refinamiento contrapuntístico inequívocamente heredado del gran Johann Sebastian, pero no es ésta una obra en la que el compositor se muestre obsesionado por la técnica.

Más bien está dirigida al corazón de los amantes de la música, y es por ello que su música fluye con sorprendente naturalidad, con vocación de generar en el oyente infinidad de sensaciones, pero sin que ello implique un gran esfuerzo intelectual. La propia naturaleza de los sonidos, las armonías y las melodías dominan de principio a fin de la partitura, sin erudiciones ocultas, con una sinceridad que hizo a Johann Friedrich Reichardt, crítico musical de la época, escribir una apasionada crónica:

Después de Judas Macabeo de Haendel nunca el placer me embargó tan próximo al dolor. Nunca experimenté algo semejante. Jamás había escuchado antes sonidos tan mágicos capaces de conquistar el corazón; ni tampoco vi nunca que armonías tan poderosas colmaran las almas de los oyentes con la contundencia poderosa de un trueno; sus huesos temblaron de la emoción y su sangre se heló incluso, de puro miedo. Luego, de igual manera, aquellas armonías puras y celestiales apaciguaron sus almas y dulces y acariciantes sones trajeron paz a sus espíritus, anegando sus ojos de dulces lágrimas de alegría.

Les invitamos a escuchar Los israelitas en el desierto en una versión con Corona Coloniensis y Cappella Coloniensis, a las órdenes de William Christie.

"Los israelitas en el desierto" de C.P.E. Bach

Carl Philip Emanuel Bach escribió el oratorio en dos partes Los israelitas en el desierto, entre 1768 y 1769, después de haber sucedido a Georg Philipp Telemann como director musical en Hamburgo.

La forma en la que Carl Philip Emanuel hizo su entrada en la escena musical hamburguesa es realmente llamativa: decidió escribir una obra sacra que no respondiera a ninguna confesión religiosa en concreto, de forma que no fuera rechazada ni por unos ni por otros, y que pudiera ser interpretada no sólo en ocasiones solemnes, sino en cualquier circunstancia, tanto dentro como fuera de una iglesia.

Sin duda alguna, Los israelistas en el desierto debe mucho en este sentido a los oratorios semi-seculares de Haendel. Por ello parte de un episodio del antiguo testamento, extraído de la historia de Moisés, con escenas corales que expresan los sentimientos de los creyentes como comunidad con cierto sentido teatral. En ese sentido, es revelador el texto de Daniel Schiebeler, de extraordinaria llaneza poética.

Respecto a la escritura de la obra, Bach hijo muestra un refinamiento contrapuntístico inequívocamente heredado del gran Johann Sebastian, pero no es ésta una obra en la que el compositor se muestre obsesionado por la técnica.

Más bien está dirigida al corazón de los amantes de la música, y es por ello que su música fluye con sorprendente naturalidad, con vocación de generar en el oyente infinidad de sensaciones, pero sin que ello implique un gran esfuerzo intelectual. La propia naturaleza de los sonidos, las armonías y las melodías dominan de principio a fin de la partitura, sin erudiciones ocultas, con una sinceridad que hizo a Johann Friedrich Reichardt, crítico musical de la época, escribir una apasionada crónica:

Después de Judas Macabeo de Haendel nunca el placer me embargó tan próximo al dolor. Nunca experimenté algo semejante. Jamás había escuchado antes sonidos tan mágicos capaces de conquistar el corazón; ni tampoco vi nunca que armonías tan poderosas colmaran las almas de los oyentes con la contundencia poderosa de un trueno; sus huesos temblaron de la emoción y su sangre se heló incluso, de puro miedo. Luego, de igual manera, aquellas armonías puras y celestiales apaciguaron sus almas y dulces y acariciantes sones trajeron paz a sus espíritus, anegando sus ojos de dulces lágrimas de alegría.

Les invitamos a escuchar Los israelitas en el desierto en una versión con Corona Coloniensis y Cappella Coloniensis, a las órdenes de William Christie.

"Los israelitas en el desierto" de C.P.E. Bach

Carl Philip Emanuel Bach escribió el oratorio en dos partes Los israelitas en el desierto, entre 1768 y 1769, después de haber sucedido a Georg Philipp Telemann como director musical en Hamburgo.

La forma en la que Carl Philip Emanuel hizo su entrada en la escena musical hamburguesa es realmente llamativa: decidió escribir una obra sacra que no respondiera a ninguna confesión religiosa en concreto, de forma que no fuera rechazada ni por unos ni por otros, y que pudiera ser interpretada no sólo en ocasiones solemnes, sino en cualquier circunstancia, tanto dentro como fuera de una iglesia.

Sin duda alguna, Los israelistas en el desierto debe mucho en este sentido a los oratorios semi-seculares de Haendel. Por ello parte de un episodio del antiguo testamento, extraído de la historia de Moisés, con escenas corales que expresan los sentimientos de los creyentes como comunidad con cierto sentido teatral. En ese sentido, es revelador el texto de Daniel Schiebeler, de extraordinaria llaneza poética.

Respecto a la escritura de la obra, Bach hijo muestra un refinamiento contrapuntístico inequívocamente heredado del gran Johann Sebastian, pero no es ésta una obra en la que el compositor se muestre obsesionado por la técnica.

Más bien está dirigida al corazón de los amantes de la música, y es por ello que su música fluye con sorprendente naturalidad, con vocación de generar en el oyente infinidad de sensaciones, pero sin que ello implique un gran esfuerzo intelectual. La propia naturaleza de los sonidos, las armonías y las melodías dominan de principio a fin de la partitura, sin erudiciones ocultas, con una sinceridad que hizo a Johann Friedrich Reichardt, crítico musical de la época, escribir una apasionada crónica:

Después de Judas Macabeo de Haendel nunca el placer me embargó tan próximo al dolor. Nunca experimenté algo semejante. Jamás había escuchado antes sonidos tan mágicos capaces de conquistar el corazón; ni tampoco vi nunca que armonías tan poderosas colmaran las almas de los oyentes con la contundencia poderosa de un trueno; sus huesos temblaron de la emoción y su sangre se heló incluso, de puro miedo. Luego, de igual manera, aquellas armonías puras y celestiales apaciguaron sus almas y dulces y acariciantes sones trajeron paz a sus espíritus, anegando sus ojos de dulces lágrimas de alegría.

Les invitamos a escuchar Los israelitas en el desierto en una versión con Corona Coloniensis y Cappella Coloniensis, a las órdenes de William Christie.

Acompasa2


Acompasa2 es un magazín de tarde-noche, programado de lunes a viernes, de 19.00 a 23.00 horas y presentado por Beatriz Torío y Martín Llade.
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