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Entrada en Marruecos

Este no es un viaje de placer. Ni siquiera del placer que produce a ciertas personas viajar como lo estoy haciendo. Es más, no es mi viaje. Este es un viaje que hago en nombre de Escritores Sin Fronteras, al servicio de los objetivos establecidos por la ONG. Eso significa que yo no marco el ritmo, sino que viene impuesto por el trabajo que hay que desarrollar. Ni decido los destinos, sino que vienen dados por los lugares en los que me debo encontrar con alguien para hacer algo. En este viaje no habrá visitas turísticas, ni de placer, ni improvisaré según mis gustos o mi estado de ánimo, ni podré dejar de hacer lo que no me apetezca, o de estar con quien no me apetezca. Pasaré por multitud de lugares muy interesantes sin tiempo para detenerme o desviarme. Y si me baño en el mar o puedo disfrutar de una puesta de sol, será resultado de la coincidencia.

Eso pasó en Melilla. O, mejor expresado, pasé por Melilla sin haber estado en realidad. Lo normal según mi plan de viaje. Sin embargo, lo de relacionarse y trabajar con personas que conocen bien el entorno en que me muevo tiene unas enormes ventajas. Por ejemplo, disfruté en casa de Karima y Abdelkader del cous-cous más delicioso que he probado en mi vida. Y debo decir que he probado unos cuantos. Y aprendí mucho charlando con ambos sobre la actualidad social, económica o política local, cosa que uno no tiene habitualmente la suerte de poder hacer cuando viaja. O no al menos con personas cuya opinión pesa en su entorno social y es tenida en cuenta.

Estuve 36 horas en Melilla. El tiempo justo para hacer mi trabajo y continuar. Por la mañana hice el primer envío de vuelta a casa de las cosas que me empezaban a sobrar. Solo unas pocas, pero que abrieron espacios entre el equipaje. Es lo que ocurre cuando el equipaje no se ha probado antes de la salida. Afortunadamente, en Melilla hay servicio postal de Correos.

Entrada Marruecos

Desde la misma oficina de correos hice la última llamada de teléfono desde mi móvil utilizando mi tarjeta. Fue a Telefónica, para cancelar mi línea. De esa forma, se cortó el último vínculo que me mantenía atado a mi vida, y con esa llamada se deshizo del todo mi Presente. En adelante, mi vida sería mi moto, Paquita, y las cosas que hubiera en sus maletas. Lo que tenía conmigo era con lo que verdaderamente podría contar a partir de ese momento. Esto me produjo una gran sensación de desarraigo, como de no pertenecer a ningún lugar, casi como de no ser nadie. Pero al mismo tiempo me hizo volver a sentirme tan libre como no me sentía desde mi viaje de vuelta al mundo en solitario. 

Pasé el puesto fronterizo español contento y decidido, perfectamente consciente de que en la cámara de vídeo acoplada al casco parpadeaba la luz roja que indica estar en funcionamiento. Era como entrar en la frontera marroquí mostrando con la luz a quién hay que detener. Un buscavidas de tantos como hay en los puestos fronterizos me hizo señas de seguirle, y corriendo delante de mí, entre los coches, me guió hasta el principio de la cola. Bajé de la moto y antes de que pudiera moverme tenía a mi alrededor a dos policías vestidos de paisano que parecían muy enfadados.

Traté de convencerles de que no estaba grabando ¿Cómo es entonces que estaba la luz roja parpadeando? me preguntó uno. No comprendo cómo acerté a responder algo verosímil, pero se me ocurrió decir que ya en la frontera española me habían advertido del uso prohibido de cámaras, y la había puesto en Pausa sin quitarme el casco. Que la respuesta fuera verosímil no significa que se la fueran a creer. De hecho, no se la creyeron. Y me condujeron de no muy buenas formas a la comisaría del puesto fronterizo.

De pronto recordé que no había descargado en el ordenador las imágenes del viaje grabadas hasta ese momento, y me maldije por haber cometido semejante error de principiante. Temí que me confiscaran la cámara o la tarjeta de memoria. Pensé entonces en lo que iba a decir cuando llegara el momento del interrogatorio. Un policía vino y se llevó mi pasaporte. Al cabo de un rato apareció el que sin duda era el jefe. A qué te dedicas, me preguntó. Escribo, dije, seguro de que habían reparado en los adhesivos de Escritores Sin Fronteras pegados en la moto. Qué escribes. Escribo anuncios de publicidad, contesté, convencido de que dedicarse a escribir cualquier otra cosa hubiera podido tomarse por subversivo. Me preguntó si estaba grabando con la cámara, y tuve que jurar que no. No me parecían tan valiosas las imágenes tomadas en la frontera como todas las demás que nada tenían que ver con el asunto y que ahora debía defender por todos los medios.

Algo le dijo el jefe a sus dos subordinados por lo que al cabo de un rato me dejaron ir. Todavía tardé un tiempo en terminar con las gestiones y poder abandonar el puesto fronterizo, pero no me registraron, ni me confiscaron la cámara o la tarjeta de memoria. Ya en Marruecos volvía a poner la cámara en funcionamiento.

 

3 Comentarios

No veo un escritor al uso, más parece una mentalidad delictiva, calculador ante la situación contada y llevar una cámara grabando en el casco. En Marruecos concretamente los marroquíes son bastante hospitalarios, no me extraña que fuera invitado a un cous-cous. Hablar de política, no son muy dados y menos con un extranjero, de paso toma temperatura al clima actual del país. La imagen de la carretera deja ver la importancia del equipamiento, apariencia amplia. Cada vez estoy más segura de quien es, qué misión tiene?, también lo sospecho, esperemos nuevas ediciones...

BravoÖÖ!!! ;D

Indestructible Viejito Indestructibles ! ;D

La Canción De Las Pistas ...así le llaman a su canto los aborígenes australianos... el canto de La Naturaleza y La Aves es algo asi...y Nuestro Cerebro Humano ha estado cantando esa canción con La Natura y Las aves desde hace miles de milenios... sólo es escuchar...;)

http://www.youtube.com/watch?v=NdcxXfO3WZo

http://www.projectnoah.org/

GRACIAS Viajero!

Andiamo!...:D

Solo acabo de poder leer español. Pero, me parece que eres un buenísimo escritor. Gracias por la historia.

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Nacho Gasulla


Nacho Gasulla pertenece al a ONG 'Escritores sin fronteras', y lleva a cabo un proyecto apasionante: un viaje de 45.000 kilómetros a lo largo de 28 países de África. El objetivo: proporcionar las herramientas y la oportunidad de aprender a leer y escribir a niños de comunidades desfavorecidas del continente africano. Este es el cuaderno de bitácora de ese viaje fascinante.
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