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Madrid - Málaga

Me voy 1
Putas de las que a esa hora de la madrugada, ya de mañana pero aún de noche, no se podría decir si iban o venían; policías nacionales que, apostados al pie del reloj, ni iban ni venían; borrachos que en su estado no podían saber si iban o venían; barrenderos que iban, barriendo aquel tramo de la calle Mayor, y que venían por Arenal, recogiendo el contenido de la papeleras. Ellos y yo éramos los asistentes al gran acontecimiento que estaba a punto de suceder. Yo, que venía de paso, desentonando en aquel decorado, con intención de irme de allí tan pronto como me fuera posible.

Me voy 5

Era la Puerta del Sol de Madrid, a las 5:00 horas de la mañana del 10 de abril de 2012. Eran el lugar y la hora en que la Expedición Africana de Escritores Sin Fronteras se puso en marcha. Un lugar emblemático, donde se encuentra el kilómetro cero del que parten todas las carreteras radiales españolas. Un lugar que fijar en la memoria mientras dure la Expedición como el lugar al que pertenezco, el lugar al que volver, para no perderme. Y un momento del día incierto, del que no se podría decir a ciencia cierta si está teniendo lugar el final del día anterior o el comienzo del nuevo día.

Un lugar desde el que todos los caminos arrancan y al que todos los caminos regresan. Un momento en el que algo se acaba, pero en el que algo nuevo y grande está a punto de ocurrir.

Tenía que ser en ese lugar y a esa hora.

José me ayudó con la grabación en vídeo de las últimas imágenes. Nos despedimos. Arranqué la moto ya con el casco puesto, subí en ella y me lancé adelante. Era un gran momento. El final de 18 meses de trabajo de preparación, y el principio de una gran aventura. En ese instante quedaron atrás los sinsabores, la frustración y los malos momentos vividos en el proceso. Por delante tenía 50.000 kilómetros de aventura en estado puro, en solitario, a bordo de Paquita.

Estaba agotado. Hacía tres noches que apenas dormía, y la última no había dormido nada en absoluto. El cansancio me impedía disfrutar el momento como había imaginado que ocurriría. No me quedaba energía extra en el organismo para emocionarme.

Aunque muy cansado, me encontraba despierto y capaz de afrontar el viaje hasta Málaga, donde al día siguiente debía embarcar con destino a Melilla. Sentía como mi cuerpo se esforzaba en reunir las fuerzas que le quedaban para suministrarlas sin reducir el flujo hasta que, de sopetón, se acabaran.

Enfilé por la Carrera de San Jerónimo. Después Sevilla y Alcalá. Paquita tenía un aspecto imponente, como de nave espacial. Llamábamos la atención. Los ocupantes de los pocos coches que circulaban a esa hora se volvían para observarnos a Paquita y a mí. Quizá se preguntaban quién era yo bajo el casco de Dart Vader. Adónde iría el tipo ese montado en una nave espacial. Qué clase de viaje puede hacer alguien para necesitar pertrecharse de tal forma. Y yo, dentro de mi casco y para mí, les contestaba que sí, que era yo: Nacho. El Nacho de siempre. Y que lo había conseguido. Que me iba a África. Y que ellos no eran conscientes de lo que en realidad estaba teniendo lugar ante sus ojos, pero asistían al mágico momento en que un gran, inmenso sueño, estaba dejando de serlo para convertirse en una de las experiencias más intensas que a alguien como yo le pueden llegar a suceder en el plazo de una vida.

Lástima que ese profundo sentimiento de victoria y satisfacción fuera contrarrestado por otro igualmente grande de soledad. Por momentos, nada de lo que estaba haciendo tenía sentido alguno y, de alguna forma, tenía el deseo de que algo sucediera que me impidiera continuar adelante con esa locura de viaje. De pronto, el camino se me antojaba demasiado largo, y demasiado solitario.

Me desperté rodeado de personas vestidas de verde. Cerca debía haber un cuartel de la Guardia Civil y sería el cambio de turno. Apenas había salido de Madrid, pero había tenido que parar a descansar o la expedición habría terminado unos kilómetros después de empezar. Y lo mismo ocurrió cien kilómetros más adelante, a falta de gente vestida de verde. Y otro tanto, de nuevo, doscientos kilómetros antes de llegar a Málaga. En esta ocasión, me quedé dormido sobre mí mismo, sentado en una silla de cara a la pared. El propietario de la nave espacial aparcada al otro lado de la cristalera, vestido de semejante guisa, debía constituir un curioso espectáculo para los clientes del local que pasaron por allí sin yo percatarme lo más mínimo. Así, a trompicones, y en permanente estado de aturdimiento, conseguí llegar a Málaga.

Madrid-Málaga5

En Málaga estaba previsto el cambio de ruedas. Mientras esperaba a que a Paquita le calzaran zapatos nuevos, no solo no me dormí sino que recuperé del todo la consciencia. Fue entonces cuando recibí el mensaje de Pepe: A las 18:30 en su casa. Y adjuntaba la dirección. 

 

1 Comentarios

Un poco extenso me parece a mi. No hace falta que leais a Henry Thoreau. Los que escuchamos Asuntos Propios nos lo sabemos de memoria. Vida sin principios. Desobediencia civil. Y sin saberlo!!!

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Nacho Gasulla


Nacho Gasulla pertenece al a ONG 'Escritores sin fronteras', y lleva a cabo un proyecto apasionante: un viaje de 45.000 kilómetros a lo largo de 28 países de África. El objetivo: proporcionar las herramientas y la oportunidad de aprender a leer y escribir a niños de comunidades desfavorecidas del continente africano. Este es el cuaderno de bitácora de ese viaje fascinante.
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