Uno de los nuestros
No sé qué más puedo añadir sobre la muerte de Shoya Tomizawa. Han pasado los días, ya estoy lejos de Misano, pero yo sigo teniendo un sentimiento extraño que me acompaña a todas partes. Imagino que será simplemente tristeza.
Estoy triste porque ha muerto alguien joven, casi un niño, que tenía toda una vida por delante. Porque se trataba de un piloto que apuntaba muy buenas maneras, y que además como persona era un encanto. Porque formaba parte de esta gran familia que es el Mundial de motociclismo, y por eso se ha llevado con él algo de cada uno de nosotros.
En el paddock, el domingo por la tarde, me di cuenta del silencio que lo envolvía todo. No era un silencio normal. Todos estábamos abatidos, desde los mecánicos hasta los pilotos, desde los periodistas hasta los cocineros, sin importar nacionalidades ni equipos. Ese silencio era dolor; un dolor compartido. Se había ido uno de los nuestros.
Ha sido un accidente muy desgraciado. Tomi tuvo mala suerte, no hay que buscar culpables. La mayoría de las veces, en este tipo de caídas, la moto sale fuera de la pista y el piloto también. Pero no ocurrió así, y el resultado ya lo conocemos. Afortunadamente, se ha trabajado y se sigue trabajando en materia de seguridad y hacía muchos años que no teníamos que ver cómo un piloto del mundial se dejaba la vida en la pista. A todos nos gustaría que no volviese a pasar, pero la esencia de las motos es la velocidad y la velocidad siempre será sinónimo de riesgo.
No podemos olvidar que los pilotos se juegan la vida cada vez que se suben a sus motos. Se dice tanto, y pasa tan pocas veces, que acaba sonando a tópico, pero no lo es y tragedias como la de Tomizawa nos lo demuestran.
La vida sigue su curso y el mundial también. El próximo gran premio será en Alcañiz. Allí nos reuniremos todos de nuevo, pero faltará alguien. Hasta siempre, Shoya. Te echaremos de menos.