Las torturas de la CIA
miércoles 10.dic.2014 por Anna Bosch 0 Comentarios
Cuántas ruedas de prensa en aquellos años del gobierno de George W. Bush escuchando el eufemismo de "técnicas duras (harsh) o reforzadas (enhanced)" para referirse a los métodos que utilizaba la CIA para interrogar a los detenidos, ahora sabemos que fueron 119, en centros de detención fuera de los EEUU en la bautizada Guerra contra el terrorismo que lanzaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Cuántas veces escuchar al Fiscal General (y Ministro de Justicia), Alberto Gonzales argumentar que en su cargo anterior (asesor jurídico de la Casa Blanca) autorizó esas técnicas porque no llegaban a ser tortura.
Cuántas ruedas de prensa y declaraciones del presidente Bush, del vicepresidente Cheney, del secretario de defensa Rumsfeld y de muchos otros defendiendo el uso de esas "técnicas reforzadas" porque gracias a ellas se habían obtenido informaciones que habían evitado otros atentados.
Pues bien, una década después y en el final del sexto año del sucesor de George W. Bush, un informe del Senado de los Estados Unidos concluye que esas prácticas fueron brutales, que en algunos casos pueden considerarse tortura, que no sirvieron para conseguir información útil y que la CIA engañó al propio presidente sobre el éxito que lograban con esos métodos. Es un resumen en forma de titular de un informe que ocupa 6.200 páginas de las que se ha hecho público un sumario de 500, No son investigaciones del Washington Post, el New York Times u otro medio sospechoso de sesgo progresista, es un informe del senado federal.
La investigación ha sido larga, cinco años y medio, y tensa, con enfrentamientos entre los dos partidos y entre los senadores y la CIA y, ahora, al final, sobre la conveniencia y oportunidad de hacer públicas las miserias y crueldades de los servicios secretos de los Estados Unidos (y de sus aliados, por colaboración y/o extensión) en un momento en que el terrorismo que se pretendía combatir lejos de desvanecerse está adoptando nuevas formas y puede alimentarse con la exposición de esos trapos sucios. La presidenta de la Comisión de Inteligencia, Dianne Feinstein, del Partido Demócrata, ha justificado la publicación con estos argumentos:
"Este informe no puede quitar la mancha (a nuestros valores que supone lo que revela), pero puede y le dice a nuestro pueblo y al mundo que América (los EEUU) es lo suficientemente grande para admitir que se ha equivocado, y que tiene la suficiente confianza como para aprender de sus errores. Hacer público este informe es un paso importante para restaurar nuestros valores y demostrar al mundo que somos de hecho una sociedad justa y que acata la ley".
Con la autoridad moral que le da haber sido torturado cuando cayó prisionero en Vietnam, el senador republicano John McCain ha defendido también el informe y ha hecho, una vez más, un alegato contra la tortura con el argumento de que con ella se obtiene más información mala que buena porque el torturado es capaz de contar cualquier cosa con tal de detener el dolor y las vejaciones.
A partir del 4:24
Investigar los errores brutales propios y ventilarlos. Eso es lo que ha hecho el Senado de los Estados Unidos. No ha sido una operacion de consenso entre los pólíticos, ni entre los agentes de la CIA, como tampoco lo son sus conclusiones, pero ha sido una nueva muestra de que periódicamente los Estados Unidos se ponen ellos mismos bajo la lupa para encontrarse las vergüenzas.
"Nosotros", dijo el presidente Barack Obama en agosto, "hemos torturado". Con ese "nosotros" Obama no se refería a él, ni a su gobierno, ni a su partido. Se refería a un gobierno y una agencia federal de los Estados Unidos y, en tanto que él es ahora la máxima representación de ese poder, a él y a la sociedad que representa les toca asumir ese pasado.
Con el margen de tranquilidad, en este caso, que le da a Obama el haber puesto fin a esas harsh/enhanced interrogation technique cuando llegó a la Casa Blanca.
@annabosch