De un hombre bueno y tantas mujeres violadas. Premio Nobel de la Paz 2018.
A principios de 2017, Paco Magallón, camarógrafo compañero en Televisión Española (TVE) y fotógrafo con un don especial para los retratos, se acercó a mi sitio en la redacción del Telediario y me propuso participar en un libro que iba a publicar con ACNUR. Se trataba de escribir textos que acompañaran los 37 retratos que había hecho a mujeres en sus viajes. El propósito del libro, segunda fase de una exposición anterior, era denunciar la violencia contra las mujeres en distintos lugares del mundo.
"Elige una mujer, un retrato, un país y a partir de ahí escribes un relato corto. Puede ser de algo que hayas vivido o no". Me explicó.
Le pedí que me dejara mirar los retratos. Me fijé en los países y en cuanto vi una mujer de la República Democrática del Congo me decidí. "Será ficción, pero basado en hechos reales. ¿Encaja en el proyecto?" le consulté. Me dijo que adelante.
Unos dos años antes, en noviembre de 2014, había escuchado con lágrimas en los ojos, la piel erizada y el estómago encogido el discurso de aceptación del Premio Sájarov en el Parlamento Europeo. El doctor Denis Mukwege recogía el premio y aprovechaba el honor para denunciar las atrocidades que se cometen en el Congo contra mujeres, niñas e incluso... bebés. Atrocidades de las que él es testigo directo porque pone toda su ciencia y su corazón para salvar la vida a esas mujeres. En el discurso puso ejemplos concretos espeluznantes y lo resumió con una sentencia: "El cuerpo de la mujer se ha convertido en campo de batalla y la violación, en un arma de guerra".
Inspirada por el testimonio del doctor Mugwege y los que había leído de mujeres víctimas escribí el texto para el libro "Mujer, todos somos una".
Monólogo imaginario basado en testimonios reales:
Dejé de sentirme un ser humano y olvidé que era una mujer. Me convirtieron en un trozo de carne. Un trozo de carne con un orificio. Dos orificios. Tres. Un trozo de carne contra el que soltar su fuerza animal y desparramar su violencia, ebrios de odio. No tienen bastante con matarnos; a las mujeres, además, nos violan. Una, dos, tres, cuatro veces… Uno a uno o en grupo. Con su cuerpo o con armas peores. En el bosque a solas o con testigos, con nuestra familia, con nuestros maridos, con nuestros hijos delante. A veces obligan a los familiares a violarnos y, si se niegan, los matan. Cuanto más gritamos, arañamos, pataleamos, lloramos, más se ensañan con nosotras. Somos el máximo trofeo porque somos la máxima humillación para nuestro grupo. Para sus enemigos, para el otro. Cuando nos violan matan el honor de los nuestros, humillando a una de nosotras nos humillan a todos. Porque somos mujeres. Y les da igual la edad. Desgarran la vagina y el alma de niñas y hasta de bebés de meses.
Lo cuento y ya ni lloro. Me arrancaron mi alma de persona, de mujer, y soy un trozo de carne seco. Sin lágrimas.
Y supongo que debo dar gracias por estar viva y poderlo contar. Y denunciar, por si puede servir para algo. Otras murieron. En el mismo momento de esa tortura o más tarde por las heridas o las infecciones. Yo tuve suerte. A mí no me violaron con botellas ni cuchillos ni me quemaron por dentro con líquidos extraños. Sangré. Perdí la conciencia, estuve días con dolores terribles, no podré tener hijos y no sé si algún día podré amar. Pero he sobrevivido.
Lo cuento y ya ni lloro.
Me dicen que hay, en este país tan grande, tan bonito, tan rico y tan cruel, un hombre bueno. Un médico. Me cuentan que se ha hecho célebre y que lo han premiado en Europa, que es un hombre bueno que llora por lo que nos hacen. Un hombre bueno que nos cura, nos salva la vida y denuncia -si alguien quiere escucharlo- a esos otros hombres que no son buenos.
Alguien me dijo que ese doctor lo describió como yo lo siento: “El cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla y la violación, en un arma de guerra”. Ese hombre bueno tiene un nombre: Denis Mukwege.
El Premio Nobel de la Paz tiene un historial largo de polémicas, pero este año no ha lugar. El Nobel ha ido para el doctor Denis Mukwege y para Nadia Murad, la mujer yazidí iraquí, víctima del Daesh y portavoz de tantas mujeres violadas y usadas como esclavas. Ella es la protagonista del reportaje de En Portada: Esclavas del Daesh, emitido en TVE el 5 de mayo de 2016.