"Mis" británicos europeístas. Derrotados.
martes 28.mar.2017 por Anna Bosch 3 Comentarios
Lo confieso, la gran mayoría de mis amigos y conocidos británicos son europeístas, votaron a favor de seguir en la Unión Europea y aún no se han recuperado del shock. Forman parte del 48. 48 es ya la forma de abreviar ese 48,1% que votó a favor de seguir en la UE y perdió frente a un 51,9% que votó a favor de salir. La mañana del 24 de junio el país quedó partido en dos, los del 48% y los del 52%.
Y desde aquella mañana observo su reacción, la de los del 48, con asombro. Presuponía su profunda frustración, pero aún así me sorprendió, y aún me sigue llamando la atención, la pasión, la visceralidad, ¡la ira! con que muchos la expresan y se pelean. Parecen acalorados latinos y no flemáticos británicos. Desde esa mañana, en esas conversaciones que mantenemos en persona o a través de las redes sociales, algunos de mis amigos o conocidos británicos hablan con un desapego o incluso desprecio de su país, de esa mayoría del 52% que los arrastra fuera de la Unión Europea, de una manera para mí inimaginable antes del referéndum. He oído y leído comentarios del tipo "reniego de mi país" "país de ignorantes que se creen una sarta de mentiras".
Algunos amigos o conocidos trabajan o colaboran con la diplomacia británica en distintos lugares del mundo y su desolación es evidente. "Yo me dedico a esto para construir, no destruir. Y lo que se me pide ahora es que destruya un edificio que hemos construido a largo de cuarenta años" me comentaba un conocido apesadumbrado. Un amiga tiene el muro en Facebook desbordado de convocatorias, denuncias, argumentos y un empeño titánico por algo que casi nadie cree posible: parar esa "caída por el precipicio" como lo describió el editorial del Observer/Guardian el domingo con un tono y un fondo durísimos que reflejan esa ira a la que me refería, y como lo han dibujado varios cartoonistas.
Desde ese 24 de junio muchos de esos amigos se han vuelto activistas para encontrar una fórmula, por improbable que sea, de cambiar el resultado del referéndum: firmando una petición al parlamento pidiendo un segundo referéndum, acudiendo y publicitando cuanta manifestación pro-UE se convoque, difundiendo toda encuesta que indique que la mayoría ha cambiado de lado, han puesto la bandera azul con las doce estrellas amarillas en sus fotos de perfil... Incluso, en algunos casos, han abrazado la vuelta de Tony Blair.
Especialmente irritados y, sobre todo, preocupados están los expats, los británicos que viven fuera del Reino Unido. En España se han movilizado para pedir que se reconozca la doble nacionalidad con el Reino Unido, para poder pedir la nacionalidad española sin tener que renunciar a la británica. Y ha nacido la plataforma Eurocitizens para luchar por los derechos de los británicos en España , y de los ciudadanos europeos en el Reino Unido, una vez que el Reino Unido ya no esté en la Unión Europea. Un día llamo a un amigo y al descolgar él el teléfono pregunto un rutinario "¿Qué tal estás?" y me responde "Bien, yo estoy bien, con los años que llevo viviendo en España puedo pedir la ciudadanía española", así, de entrada.
Little England. Little England es una manera de referirse a "la Inglaterra profunda" y nacionalista por contraposición a la Inglaterra cosmopolita, es decir, Londres. La semana pasada en una comida un escritor inglés comentaba: "Cuando salgo de Londres me encuentro con ese lugar desconocido llamado Inglaterra". Porque es Inglaterra. Es Inglaterra la nación británica donde vive más del 80% de la población y del electorado y es quien lleva al resto del país fuera de la Unión Europea.
Una reacción habitual del 52% ganador suele ser: "Aceptad y asumid de una vez el resultado. Habéis perdido. Pero claro, os cuesta asimilarlo porque vivís en la burbuja de Londres: tan cosmopolitas, elitistas, veis la BBC, leéis el Guardian y el Financial Times. No os enteráis del país real". Ah, el país real en contraposición a las élites.
Oyendo y leyendo esos intercambios me doy cuenta de que se parecen como dos gotas de agua a la bronca entre votantes de Hillary Clinton y votantes de Donald Trump en los Estados Unidos. Esa polarización, esa sociedad partida en dos, enfrentada. Ese metro versus retro como dicen en los EE.UU., las grandes ciudades contrapuestas a las pequeñas y al mundo rural y post-industrial del interior. ¿Ha cobrado una dimensión nueva esa división o es simplemente que ahora nos damos más cuenta?
Este miércoles la primera ministra británica, Theresa May, que lo es porque David Cameron dimitió por perder el referéndum que él convocó, invoca el famoso Artículo 50 del Tratado de Lisboa y a partir de ahí empieza la cuenta atrás de, en teoría, dos años. Y en dos años, el divorcio. Todo en teoría porque lo que este miércoles se pone en marcha es un mecanismo que nunca antes se ha probado. Uncharted waters. Aguas nunca navegadas, incluso para quienes fueron imperio naval y solían dominar las olas. Rule, Britannia, Britannia, rule the waves...