Ya acabaron las celebraciones de hoy. Festejas un día mundial al año, pero tenemos otros 364 (ó 365, según se tercie), muchas jornadas locales para participar, por ejemplo, de la fiesta del teatro.
Las artes escénicas son un foco de creación, además de una fuente de empleo; una veta que, a pesar de los frenos con los que se topa, hay que seguir explotando: esto no se acaba, va a más, buscando nuevas fórmulas, contando con el público y combinando nuevos aires con fórmulas tradicionales de producción y exhibición.
Lo que se cuece sobre las tablas, como el resto de las artes, como casi toda la sociedad, se encuentra en un momento complicado, pero contar historias es algo inherente al ser humano y es posible que no haya dinero para grandes fastos, sonoros artificios o figuras de relumbrón, pero el hecho escénico cobrará vida una y otra vez: uno hará que otros imaginen y esos otros echarán su mente a volar.
La creatividad, que por desgracia también entiende de crisis, es a priori gratuita, de coste cero, aunque es cierto que se tienen que dar condiciones adecuadas para que se fomente. Incluso reducido a su mínima expresión, el teatro seguirá dando frutos.
La semana pasada recibí un correo electrónico de mi compañero Agustín Alonso, de RTVE.es quien, por cierto, hoy se ha estrenado en El ojo crítico, como curioso y entendido analista de la cultura en la Red. Volviendo al teatro, me habló acerca de un artículo que repasara el panorama creativo de compañías en activo, veteranas y no tanto. El texto que iba rumiando se extendía demasiado, así que evité referirme tanto a unidades de producción del ámbito público, como a empresarios privados.
El resultado, un tanto sesgado –porque no cabían todos- y criticable –porque sí-, ya está en nuestro ventanal de Medios Interactivos de la Corporación Radio Televisión Española, vamos, el portal RTVE.es.
Hay en ese listado creadores de toda España, también de Andalucía (La Zaranda, Laví e Bel, Tenemos gato…), algo anecdótico en cualquier otro momento pero que, para mi, tiene hoy más relevancia si cabe. Quizás no sea el lugar más adecuado para ello, pero permitidme que expresé mi malestar ante ciertos comentarios vertidos en los últimos dos días por quienes se consideran periodistas, informadores y ‘opinadores de todo lo opinable’. Tras las elecciones autonómicas celebradas el pasado domingo en Asturias y Andalucía, y no entraré aquí en cuestiones ideológicas y políticas, han vuelto clichés, tópicos y descalificaciones que, yo pensaba, estaban ancladas en otra época –tampoco muy lejana en el tiempo, la verdad-.
No llamo ni a la reivindicación de cierto orgullo andaluz, ni a la insumisión por medio de nacionalismos estúpidos, pero sí que pido respeto hacia un pueblo trabajador, honesto, responsable, instruido, solidario… y podría seguir porque pienso en paisanos, compañeros y amigos que se dejan la piel en lo que hacen, gente que vive sin creerse mejor que sus vecinos. Y, por cierto, de disputas estúpidas entre vecinos y hermanos, está la sepultura llena y no hay que preguntárselo a Nieves Concostrina.
Dicho esto, punto y aparte. Este martes, 28 de marzo de 2012, se han cumplido diez años de la muerte de Billy Wilder, como apuntan los compañeros de Fue Informe, ‘el hombre que fue responsable de algunos de los mejores momentos de la historia del cine, el que hizo 26 películas, casi todas inolvidables: Con faldas y a lo loco y El Apartamento son sólo un ejemplo’. Seguro que mi amigo Alejandro, que le conoce como pocos, hace un oportuno comentario a este apunte; me juego la cabeza ya que el maestro es uno de sus referentes y, de la misma forma que está en la mente de muchos, está muy presente en su hogar (y en su vida).
Una cosa más: si de camino, Alejandro, hablas de Málaga, la obra dirigida por Aitana Galán y que nosotros vimos el sábado en la bilbaína Sala BBK, te nombro teatrero mayor del reino, aunque apenas sea por este día mundial del que ya nos hemos despedido.