Jugad, jugad, malditos
martes 16.sep.2014 por Arantxa Vela Buendía 0 Comentarios
“Atracaron trenes y bancos, pero nunca llegaron a matar a nadie”. Así decía la cabecera de la serie televisiva sobre Butch Cassidy and The Sundance Kid. Tenían que aclararlo desde el principio para que pudiéramos sentir simpatía por dos protagonistas delincuentes. En la serie no morían porque a la semana siguiente protagonizaban un nuevo capítulo, pero en la película todos tuvimos que aceptar con pena que Paul Newman y Robert Redford fueran acribillados a tiros.
No es el único caso en el que los protagonistas de una historia están fuera de la ley, pero siempre en estos casos, para poder conquistar nuestros corazones, su maldad tenía límite; o sólo robaban a ricos, o les justificaba su pobreza o desesperación; tenían una coartada ética… Además hay que decir que por muy majetes que nos parecieran, lo de saltarse las normas implicaba siempre un escarmiento al final.
El viernes pasado estuve en los madrileños Teatros del Canal viendo “Jugadores” de Pau Miró. Los jugadores son 4 hombres no muy simpáticos, que han cometido actos difícilmente justificables y con peculiaridades psíquicas un tanto vergonzantes. Para mi sorpresa, el público rompió a aplaudir espontáneamente en dos ocasiones. Digo para mi sorpresa porque no eran predecibles los momentos en que arrancaron los aplausos. No se trataba de un diálogo divertido, de un chiste oportuno o de un instante de tensión dramática; me pareció incluso que más que deberse a la brillantez de los actores o de la trama, se debía a un momento de complicidad con los personajes.
Algo está pasando para que 4 hombres de esas características pongan al público de su parte. El ansia de adrenalina o su necesidad romper el círculo vicioso que les impide salir adelante, les lleva a planear un acto ilegal ¿Por apostar más fuerte? ¿Por jugársela de verdad? Puede ser. El caso es que creí percibir que los espectadores sentían simpatía por estos caballeros cuando deciden pasar a la acción, cuando dejan de lamentarse por sus circunstancias, por su mala suerte o por su extraño y oscuro carácter.
Es posible que el autor del texto, Pau Miró, no quisiera construir personajes que nos conquistaran por sus virtudes, por su nobleza o simpatía; es posible que el dramaturgo busque nuestra complicidad apelando a otras cosas, pero ¿a qué?
Vuelvo a lo de antes, quizá tenga que ver con atreverse, con salir de la abulia, con cambiar, con romper un guion que sentimos como impuesto y que está más dentro que fuera de nosotros mismos. No sé. Lanzo la pregunta para aquellos que vean la obra.
Arantxa Vela Buendía
Subdirectora de ¡Atención obras!