María Pagés, Óyeme con los ojos
jueves 22.jun.2017 por Maite Guisado 0 Comentarios
En los 27 años de trayectoria de su compañía, por primera vez María Pagés hace un solo, acompañada por sus seis músicos y sus dos cantaores, fundamentales tanto unos como otros en un espectáculo de belleza hipnótica alrededor de la poesía mística.
Teatro Español de Madrid hasta el 25 de junio.
Hablamos con la bailaora sevillana María Pagés de su última creación, que toma el sinestésico título de un verso de Sor Juana Inés de la Cruz. Y es que todo el espectáculo gira alrededor de la poesía mística. “Ella era una mística, una mujer de allende los mares, que vivió en una época en la que lo que ella contaba y cómo lo contaba parecía como extraterrestre. Y esa manera de vivir, de buscar la esencia, de buscar ese camino que para ella podía llevar a Dios, que era su objetivo, en realidad lo hemos orientado en una búsqueda interior”, nos cuenta María Pagés.
Por Óyeme con los ojos transitan poemas de Ibn Arabi, Ben Sahl, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Rumi o Tagore. “Son de diferentes religiones pero todos con ese mismo objetivo común de la búsqueda de Dios y de ese modo peculiar y tan poco habitual ahora, donde todo lo que hay es pura parafernalia”, añade Pagés. “Yo no pretendo ser mística, pero sí hay algo que he aprendido de los místicos y que me parece interesantísimo. Nuestro camino no es hacia el mismo objetivo. En este caso, nos interesa esa búsqueda, ese modo de buscarse que es a través de despojarse de todo lo que sobra, de quedarse con lo esencial, yo creo que eso es lo que a mí me fascina de los místicos, y que a veces leyéndolos sinceramente yo no sé si hablan de Dios o si hablan de un amor que no pueden contar. Es curioso. Son potentísimos, son incluso eróticos, no lo sé, o a lo mejor lo viven así, tienen ese modo de vivir ese amor. Yo creo que esa búsqueda del amor y cómo lo hacen, aunque sea un objetivo diferente, ese modo y ese camino es interesantísimo.”
Además de bailar, cantar y tocar las castañuelas, esta vez Pagés recita, mostrando un perfil nuevo de su versatilidad. “Es la primera vez que cuento algo hablando, —confiesa—. Canturreando siempre, yo creo que desde que era chica, cuando iba a la escuela a aprender a bailar, también te enseñaban a cantar. Pero en este caso es la primera vez y hay una gran diferencia, hay una gran diferencia entre lo que pueda ser contar esas palabras, esos versos escritos de esa manera y poder transmitir todo lo que pueden expresar. Realmente ha sido todo un reto pero me siento feliz porque es un espectáculo que ha ido creciendo.”
Además de los textos místicos, hay que añadir los de Mario Benedetti, El Arbi El Harti (escritor y profesor de la Universidad de Rabat, que firma la dramaturgia), de la misma María Pagés y de Rubén Levaniegos, creador de la música y cuya guitarra capitanea el violonchelo de Sergio Menem, el violín de David Moñiz, las palmas de José Barrios y las voces limpias y profundas de Ana Ramón y Juan de Mairena.
Mención aparte merecen las Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo. “Un día me vino El Arbi con ese poema maravilloso que es Palabras para Julia, que por supuesto había oido mil veces pero que nunca me paré a pensar que podía incluirlo. Porque cuando ya lo oyes en versiones tan potentes como la de Paco Ibáñez, que son himnos, con un peso social enorme, parece que no pueden ser de otra manera. En cambio El Arbi me dijo: ‘Tú de alguna manera estás usando la palabra, ya sea canturreando, por tanguillos … mira estas palabras, estas Palabras para Julia’. Me acuerdo que me encerré a leerlo tranquilamente, quitándome todo lo que había oido sobre esa versión, y es maravilloso. Además tiene una cosa curiosa: ese poema no tiene género, no tiene sexo, lo puede decir una mujer, lo puede decir un hombre. Es humano, es muy humano. Y por eso lo acogí y lo hice mío y ahí está también en Óyeme con los ojos.”
Un ejercicio de introspección, de ir a la esencia, de despojarse de lo superficial, que se plasma en todo: desde los temas de las poesías presentes en escena, pasando por la nitidez de las coreografías y hasta la luz, los silencios, la música y la concepción del espacio y la distribución de quienes lo habitan. “Para la puesta en escena hemos contado con un espacio que tampoco era habitual hasta ahora entre las cosas que hemos podido hacer. Es un espacio cuadrado, de 7x7, el número 7 que es un número mágico, que es curioso pero aparece mucho, está siempre en la poesía, está siempre en la literatura. Y es un espacio especial. Ahora ya dándome cuenta de cómo hemos ido encajando todas las piezas, cómo están colocados los músicos, en qué posición estamos. Dentro de ese espacio hay mucha simbología, hay mucho contenido interior.”
Un espectáculo de una enorme belleza, hipnótico, espiritual y también con dosis de humor. Seguramente la obra más íntima y personal de María Pagés, una artista que no deja de crecer y enriquecerse, y que nunca ha dudado en colaborar con artistas muy diferentes, de ángulos creativos aparentemente distantes, como en el célebre Dunas con Sidi Larbi Cherkaoui.
“Tal como yo vivo y entiendo el flamenco, es un arte abierto, flexible, acogedor, con un potencial enorme de mantenerse vivo, de intercambio, de diálogo, de lo que es su propia esencia, que es al fin y al cabo la reunión y la comunión de muchas culturas. Por lo tanto, yo sigo ese mismo camino, porque realmente lo creo así, lo vivo así. Y creo que lo más maravilloso en esta vida es poder tener esos intercambios, poder dejarte influir por tantas cosas que vas viviendo, conociendo y la propia experiencia de la vida.”