El luminoso Woyzeck de Parking Shakespeare
Ver a Carles Gilabert encarnando a Woyzeck, con toda su crudeza, con toda su verdad, realmente impacta. La primera imagen que me vino a la mente fue ese dibujo del Loco de Picasso. Gilabert alcanza una cota de autenticidad difícil de lograr. No hay impostación. Es ese ser atormentado, psíquicamente destrozado, a merced de los ensayos clínicos del doctor, explotado hasta la vergüenza inadmisible por su capitán y cada vez menos entendido por su mujer, Marie, que se acaba buscando a “un macho de verdad”. No cesa de correr en círculos, ha llegado a un límite que no puede aguantar.
¿Cuantas veces hemos visto Woyzeck? La versión que ha hecho Marc Rosich no es sombría como las demás. Es luminosa y dinámica, sin dejar de ser un descenso a los infiernos, sin obviar lo tormentoso de la historia, le da un brillo especial. Ha dado relieve a lo cómico o esperpéntico que alberga el propio texto, que en su original ya presenta a personajes casi caricaturizados, como ciertos trazos del doctor o el capitán, o determinadas escenas.
Un hecho que golpea es que Georg Büchner murió a los 23 años y esta obra que ha dado la vuelta al mundo la dejó sin terminar. Siendo un texto inacabado, se presta ser completado. Hace poco Marc Rosich participó en la puesta en escena de Leoncio y Lena de Calixto Bieto. Estuvieron investigando otros textos de Büchner, algunos Rosich los ha introducido ahora en este Woyzeck. Pero también hay otros materiales. Y muy curiosos. Los informes médicos del doctor Büchner, su padre. Era un lenguaje que el propio escritor conocía, porque aún con 23 años ya era médico. La gracia de esos informes es que su padre los redactó en forma dialogada, plasmando literalmente las conversaciones entre paciente y doctor. Memorable la escena de la visita de una paciente que se ha tragado 30 agujas y le pide al doctor que le abra la barriga.
Otro de los elementos tan arriesgados como acertados es que el punto de vista es el del hijo, que normalmente es un paquetito, un muñeco en brazos de Marie. Aquí no. Lo vemos todo a través de sus ojos. No es un bebé, es un actor de la edad de los demás, siempre presente en escena. No resulta disonante, al contrario, es un punto de referencia. Él es testimonio de todo, lo cual a veces resulta escalofriante, y además es el disjockey de la obra, porque va introduciendo los cassettes en el “loro” que nutre la banda sonora. Dicho sea de paso, no hay otros efectos de sonido, ni de luces. La luz siempre es la misma, como una luz “de trabajo”, que ilumina también al público, dispuesto a dos bandas.
Son caractertísticas de Parking Shakespeare la cercanía con el espectador y la desnudez escénica, que hace recaer todo el peso dramático en el trabajo del actor y en la palabra.
Otro ingrediente que aporta este Woyzeck son las nanas. En el original de Büchner hay varias canciones, una es una nana que canta Marie a su hijo. Eso llevó a Rosich a hacer una investigación en canciones populares alemanas, especialmente en nanas, que tienen apariencia angelical pero en realidad, según dice el dramaturgo, dan cierto repelús (recordemos, por ejemplo, nuestro “que viene el coco y te comerá”). Los actores, a su vez coro, dan a esas notas un efecto sin duda inquietante.
Nacida en 2009, Parking Shakespeare es una compañía bien compactada. Lo suyo es hacer Shakespeares en plazas públicas, con entrada gratuita, y en invierno pasan a ser el Parking d'Hivern (de Invierno), hacen sus obras no en espacios abiertos, pero sí en lugares no convencionales. De hecho, este Woyzeck se estrenó antes en una nave industrial, en la Fundación Palo Alto de Barcelona, un lugar idóneo. Pero se han adaptado muy bien a una sala como la Beckett, que tiene muchas posiblidades.
En seis años han creado seis espectáculos, que han contado con diferentes directores: L’amansiment de la fúria (Pep Garcia-Pascual), La comèdia dels errors (Miquel Àngel Ripeu), El somni d’una nit d’estiu (Joan Maria Segura), Treballs d’amor perduts (Marilia Samper), Nit de reis (Iban Beltran), Pell de Mercuri (Antonio Calvo) y ahora este Woyzeck, adaptado y dirigido por Marc Rosich, un manojo inquieto de ideas que conoce muy bien el oficio.