Lo que esconde 'el fin del mundo'
Los antiguos navegantes, que se arriesgaban a seguir la ruta abierta por Magallanes en un mar incierto, denominaron el fin del mundo a la región más austral del continente sudamericano. Surcar aquellas aguas heladas, entre glaciares azulados e islas pobladas de pingüinos o lobos marinos, es uno de los destinos más ambicionados por los grandes viajeros. Una excursión que primero se sueña y después se recuerda durante mucho tiempo.
Hacer un viaje al fin del mundo no está al alcance de todos los bolsillos. La distancia es enorme y determina que los costes sean altos. No hay líneas especializadas en vuelos baratos que lleguen desde España hasta ese extremo sur de Argentina y Chile. Aunque Aerolíneas Argentinas ofrezca buenas conexiones y tarifas razonables (que, además, permiten hacer una escala en Buenos Aires y disfrutar de una de las ciudades más hermosas del globo) a su precio hay que sumar el de la irrenunciable navegación hasta doblar el Cabo de Hornos, e internarse en el Beagle. En resumen: un recorrido caro, para el que merece la pena ahorrar. Porque es uno de esos viajes que se hacen una vez en la vida. Pero en el que también se pueden reducir gastos evitando la temporada alta y aprovechando las ofertas.
El equipo de Buscamundos voló de Madrid a Calafate (con un trasbordo en Buenos Aires), en las últimas estribaciones de los Andes, para visitar el famoso glaciar Perito Moreno, considerado Patrimonio de la Humanidad desde 1981. Una maravilla natural, cuyos hielos presentan un frente de cinco kilómetros y 60 metros de altura, que acuden a fotografiar miles de visitantes de todo el mundo. Después, desde Calafate nos dirigimos a Ushuaia, la ciudad más austral de Argentina, crecida en torno a un penal: la llamada cárcel del fin del mundo, uno de los presidios de historia más amarga, convertido en atracción turística. Y, finalmente, embarcamos en el crucero Australis, para desembarcar brevemente en el Cabo de Hornos y finalizar viaje en la ciudad chilena de Punta Arenas.
Fue un verdadero goce, del que les ofreceremos imágenes espectaculares: desde las colonias de cormoranes y pingüinos, o los desprendimientos del hielo del glaciar azul, hasta una charla íntima con la solitaria familia de Iván, el farero del Cabo de Hornos. Pero los buenos viajeros no pueden conformarse con los placeres turísticos, por mucho tinte ecológico que tengan. Y los enviados especiales de Buscamundos se esforzaron --como hacen siempre-- en explorar la parte de la realidad que el fin del mundo oculta a sus visitantes extranjeros.
Así, en la próspera y conservadora ciudad de Ushuaia, que se enorgullece de su desarrollo gracias al turismo, recorrimos un lugar de nombre paradigmático: el Escondido, un barrio donde se hacinan los desheredados argentinos y los trabajadores inmigrantes, empleados como mano de obra barata en la construcción de hoteles e instalaciones de lujo. Pero cuyos vecinos rechazan vehemente la denominación de villamiseria, que en Argentina reciben todos los asentamientos marginales.
Las gentes humildes de el Escondido nos acogieron en las viviendas que levantaron con sus propias manos, sobre tierras ocupadas en la falda del monte, y nos mostraron con orgullo las obras de mejora urbana que han realizado: viales, abiertos a pico y pala, para que puedan acceder vehículos de reparto, conducciones de agua, saneamientos... Una lección de dignidad y de esfuerzo, de lucha frente a la adversidad económica, que añade el interés social y la calidez del factor humano, a los magníficos parajes del fin del mundo. Una visita nunca incluida en las guías y programas de viaje, pero que diferencia a turistas y viajeros.