El día después de Iowa
martes 2.feb.2016 por Luís Vázquez 0 Comentarios
Pancartas de la campaña de Ted Cruz en el exterior de una iglesia evangélica (AFP)
LUIS VÁZQUEZ - Corresponsal en Washington de RNE
Con la inerte y silente presencia de los restos de la primera batalla, papeletas, bandejas, alguna urna, Iowa vuelve a su ser tras frenéticas semanas en las que sus habitantes, condicionados por la historia, se saben importantes por un día. Una campaña más, un presidente estadounidense más, el cuadragésimo quinto, habrá de escribir con mayúsculas el nombre de este estado en su biografía.
Las caravanas de los trece aspirantes, todavía, dos demócratas y once republicanos, rumbo a New Hampshire, echan cuentas y buscan leer entre lineas la trascendencia de los resultados de los caucus de Iowa. Ted Cruz, afeando los sondeos, logró una victoria que le catapulta entre los favoritos de su partido. Sabe que jugaba en casa, vital el apoyo de los conservadores evangélicos. También que le esperan contiendas menos propicias.
La "dulce derrota" de Donald Trump es la que ofrece más aristas. Siendo favorito en las encuestas, fue segundo. No hay que olvidar que el magnate sabia que jugaba a domicilio y llegó a plantearse no presentarse en este estado. Por lo tanto, no le ha ido tan mal. 'Tropiezo' que, seguro, celebra el establishment republicano. Trump es un candidato desbocado. Cabalga sin control vistiendo sus colores y eso, en no pocas ocasiones, ha disgustado al núcleo duro de un partido que podría utilizar las alcantarillas de la política para relanzar la carrera de una alternativa más fiable a sus intereses.
Aquí entra en juego Marco Rubio. Apunten este nombre. El senador de Florida, bisoño en algunos planteamientos, es capaz de envolver sus mensajes y ofrecer a su electorado lo que quiere oír. Su capacidad de mimetizarse con sus seguidores, por edad, raza, condición, es simplemente, única.
Carteles de la campaña de Hillary Clinton (AFP)
Otra historia es la de los demócratas. Muerto Martin O´Malley, prematuro y anunciado abandono en Iowa, deja en manos de Hillary Clinton y Bernie Sanders la nominación de su partido. El 24 de abril del año pasado, al margen de correos, Bengasi..., nadie hubiera apostado por este veterano senador de Vermont. Hoy, abanderando su militancia socialista, es ídolo de millones de jóvenes estadounidenses que movidos por su idea radical de anteponer los intereses de la clase trabajadora a los de los multimillonarios, se asoman por primera vez al balcón de la política. Iowa nos demostró que va en serio y que son legión sus seguidores, clase media desencantada incluida.
La ex secretaria de Estado analiza daños y un primer diagnostico confirma que el billete al que un día fue su hogar no se lo van a regalar. Ayer venció. Fueron unas décimas. Oxígeno para la próxima batalla, New Hampshire, donde Sanders parece partir con ventaja. Ambos se respetan, eluden la confrontación directa y ponen como barrera la búsqueda del bien común desde las tesis demócratas, más o menos endulzadas. Bonito idilio con fecha de caducidad. Los dos saben que, al final, solo quedara uno.