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La incertidumbre, única certeza a menos de dos semanas de las elecciones

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Luis Vázquez Lamata.-

A estas alturas del partido, con un claro favorito, la lógica invita a pensar que no saltará la sorpresa. Pero esa lógica, derrotada claramente en primarias, es la que alimenta los miedos de unos y las esperanzas de otros. La campaña demócrata mira con desconfianza los sondeos. Moneda de dos caras. Una certifica que las personas encuestadas por las empresas demoscópicas apoyan mayoritariamente a Hillary Clinton. La otra, aquí vienen los temores, que esa cómoda ventaja invite a la desmovilización de parte de su electorado y ello, al final de la noche del día 8, se plasme en un no deseado "sorpasso" para sus intereses.

El equipo de campaña de Donald Trump, huérfano de partido, se muestra inasequible al desaliento. Si las encuestas no sonríen, ya se encarga el magnate de leerlas al revés. Si pierde un debate, la "mano negra" son los medios de comunicación. Si le cogen en un renuncio, lease vídeo y presuntas agresiones sexuales, la culpa es de los Clinton. Un especialista en supervivencia ante situaciones límite, unas provocadas, otras heredadas. Sabe que el 53% del electorado son mujeres. Su declaración de amor, "nadie las respeta más que yo", con lo que ha caído no convence. La minoría latina, como otras, le niega el pan y la sal. Sin embargo no son pocos, blancos de la otrora clase media, quienes le siguen como a un Mesías. También otros muchos que personifican el voto oculto de aquellos que sin renegar de su candidato, prefieren retratarse solo en la intimidad de una cabina rellenando una papeleta. Fauna electoral que completan el 14 % de indecisos y una abstención que podría batir récords por la desafección que provocan los dos candidatos, dejando abierta la contienda.

Poco más de dos semanas restan para el último cara a cara entre el magnate y la ex secretaria de Estado. Escenario, las urnas. Cerca de dos millones de estadounidenses han votado ya. No habrá margen de error, ni remontada posible. Solo el conteo de las horas para conocer el resultado. Alcanzar los 270 votos electorales que arrojarán la fumata blanca del cuadragésimo quinto Presidente de Estados Unidos. O no. La amenaza de Trump de no comprometerse a aceptar una derrota, argumentando un proceso electoral amañado, fraudulento, ha llenado de claroscuros la recta final de la campaña. Solo el reconocimiento del resultado por el perdedor garantiza un traspaso pacífico. Clinton asegura "estar horrorizada" por el menosprecio a la democracia de su rival. Éste, que cuyo credo no contempla aquello de que lo importante no es ganar, es participar, hace oídos sordos ante los lamentos y amplifica su órdago imponiendo su propio reglamento. Aceptará el resultado, solo si gana. Donald Trump, en estado puro.

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Luís Vázquez   21.oct.2016 19:49    

Trump y Clinton se quedan cara a cara tras Indiana

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LUIS VÁZQUEZ - Corresponsal de RNE en Washington

No es el estado más grande, ni el más poblado, pero las primarias republicanas de Indiana pasarán a la historia como el escenario en el que se fraguó, salvo cataclismo político al que muchos miembros del establishment republicano siguen sin renunciar, la nominación de Donald Trump como candidato republicano. No solo por su victoria, nuevamente abrumadora apuntándose el 53 % de los votos, sino también por ser el estado que sepultó el sueño presidencial de Ted Cruz y John Kasich.


El Senador de Texas ha sido el único aspirante, hasta ayer, cuando asumió que "el camino hacia la victoria se había cerrado", que mantuvo el pulso con el magnate arrebatándole nueve estados y sumando más de medio millar de delegados. Escaso botín contra quien parece portar en su ADN el gen de la victoria. Cruz es el penúltimo aspirante conservador que sucumbe al 'fenómeno Trump'.

Ni el pacto de minimos con John Kasich para restarle delegados, ni el pretendido golpe de efecto de la designación de Carly Fiorina como vicepresidenta de su proyecto impidió que sumara su nombre a esa larga lista de rivales que se ha desangrando estos meses. Solo restaba uno en liza. Pero el gobernador de Ohio, con una sola victoria en su propio estado y un puñado de delegados, apenas ha aplazado unas horas un abandono anunciado que se ha confirmado ya.

El otro billete de estas semifinales de las presidenciales estadounidenses parece tener dueño. O dueña. La dulce derrota de Indiana le permite seguir cargando la mochila de delegados a Hillary Clinton para aterrizar sin sobresaltos en la Convención de Filadelfia. Podría alcanzar los 2.383 que le otorgarán la nominación directa antes de las primarias de California, donde sí o sí, logrará esa cifra mágica.

La victoria de Bernie Sanders la ha eclipsado el adiós precipitado de Cruz. El veterano Senador de Vermont mantiene que su revolución política es capaz de derrotar a Donald Trump. Podría ser, pero antes deberá doblegar a la ex secretaria de Estado y esto, salvo tsunami que no parece figurar en ningún guion, forma parte de la ciencia ficción política.

Las encuestas nacionales ya centran sus estudios demoscópicos en un cara a cara presidencial entre Trump y Clinton. No manejan otros escenarios. El partido podría estar más igualado de lo que muchos pronosticaban hace meses. El magnate, en el último estudio de Rasmussen, se ha apuntado su primera victoria desde febrero ante Clinton. El sondeo le concede una ventaja de dos puntos. Los conservadores declarados que le apoyarían son un 73 %, cuatro puntos menos que los demócratas que lo harian con Clinton, pero cuenta con mejor cartel entre sus rivales. Un 15 % de los votantes demócratas están dispuestos a sumarse a su proyecto, mientras que la ex primera dama solo obtendría el respaldo del 8 % de los conservadores. Afroamericanos y minorías son el principal vivero de Clinton, mientras que el votante blanco se alinea mayoritariamente con Donald Trump. En medio año muda la Presidencia de Estados Unidos. Una mujer y un outsider de la política, favoritos para la disputa de la 45ª presidencia de Estados Unidos.

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Luís Vázquez    4.may.2016 17:58    

Trump y Clinton, el vértigo de la victoria

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Foto: Tras ganar en Nueva York, la batalla de Trump es ahora contra el Partido Republicano.  AFP PHOTO / J. SAMAD   
 
LUIS VÁZQUEZ (Corresponsal de RNE en Washington).-
 
Sin tiempo para saborear la victoria, con las maletas hechas para conquistar nuevos territorios, Donald Trump y Hillary Clinton se despidieron de Nueva York dejando en el ambiente el sabor agridulce de los miedos y vértigos a un futuro incierto.
 
El magnate sigue poniendo tierra de por medio con sus rivales directos en esta lucha de aspirantes. Su triunfo, logrando un 60 % de los votos, le concede la casi totalidad de los 95 delegados que había en juego. Supera la barrera de los 840, dos terceras partes de los que necesita para la nominación directa, dejando, son sus cuentas, "matemáticamente fuera de la carrera a Ted Cruz".
 
Una posición privilegiada que sabe, se lo han hecho saber, podría ser insuficiente para convertirse en el candidato republicano si la maquinaria del partido obra la jugada que pretende hacer baldío su sueño. La Convención de Cleveland puede convertirse en una ratonera, con y sin los delegados necesarios, en la que se obre la zancadilla y alumbre un candidato de diseño. La guerra esta servida. Trump se blinda denunciando la existencia de un sistema "amañado" y sus seguidores, millones, podrían pasar factura al partido republicano el próximo 8 de noviembre.
 
Los miedos de Hillary Clinton son otros. Deberá desempolvar la alta diplomacia de la que hizo gala siendo secretaria de Estado. El golpe que asestó ayer a Bernie Sanders es definitivo. Aun dejándose por el camino más de la mitad de los delegados que restan por repartirse, la victoria es fruta madura. Sin embargo, su mirada va más allá de la Convención de Filadelfia. Debe compatibilizar la intensidad que requieren las primarias con un discurso que desmonte los ataques del senador de Vermont y, a la vez, resultar lo menos hiriente para que aquellos que se han sumado a la "revolución política de Sanders no le den la espalda en noviembre y hagan imposible su sueño de volver a ocupar la que un día fue su casa. La Casa Blanca.
 
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Foto: Hillary Clinton celebra la victoria en Nueva York. Justin Sullivan/Getty Images/AFP
 
Difícil juego de equilibrios para Trump y Clinton que como el resto de aspirantes vuelven a la carretera. Nueva York ya es historia. Cuenta atrás para otro "supermartes". El próximo. En juego un buen puñado de delegados que les esperan en Connecticut, Delaware, Maryland, Pensilvania y Rhode Island.  
 
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Luís Vázquez   20.abr.2016 17:54    

Trump, el sueño de los votantes y la pesadilla del 'establishment'

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LUIS VÁZQUEZ.- Corresponsal de RNE en Washington
 
Fumata blanca. El "supermartes" alumbró dos favoritos. Los dos aspirantes que cuentan hoy con más opciones de subir al cuadrilátero de las presidenciales estadounidenses para protagonizar otro combate del siglo, anunciado para el próximo 8 de noviembre. En un rincón, con serias opciones de convertirse en la primera mujer que opte a la Presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton. En el otro, un "outsider" de la política rodeado de lobos: Donald Trump.

El magnate sumó siete estados a su casillero de victorias. Ya son diez. 315 delegados, botín del primer tercio del proceso de primarias. Aunque lejos de los 1.237 que aseguran la nominación, más difícil lo tienen el resto de aspirantes de su partido. Eso es lo que nos dice la lógica matemática, no la política. Trump y su discurso se han convertido en la pesadilla del "establishment" republicano. Mientras él trabaja en sumar victorias, la maquinaria conservadora, atemorizada por su discurso y su show, elucubra como deshacerse de él.

Aquí entran en juego Ted Cruz, Marco Rubio y John Kasich. El senador de Texas, con cuatro victorias, se postula como alternativa al magnate. Pide para ello capitanear una gran coalición "antiTrump". Marco Rubio tiene el dinero y el apoyo del partido. Sólo una victoria parece escaso rédito para ilusionar o ilusionarse. Florida, el día 15, será clave en sus aspiraciones. También ese día John Kasich juega en casa. Ohio, con el nuevo sistema de reparto de delegados, todos al vencedor, puede darle un balón de oxígeno o la puntilla en esta carrera. Es en el caso de los tres, de momento, un querer y no poder.

 

El magnate siente esta lluvia ácida, agridulce, de aquellos con los que intercambió lealtades. Para blindarse, guarda una última bala. La que podría enterrar cualquier aspiración republicana para desbancar a un demócrata de la Casa Blanca en noviembre. No salir nominado de la Convención Nacional de Cleveland en julio y optar como independiente. La inevitable división de los sufragios conservadores pondría en bandeja de plata la victoria a Hillary Clinton.

Digo Clinton porque la ex Secretaria de Estado vive un idilio con el partido. Es su apuesta. La suma de los superdelegados y los representantes que ha logrado hasta hoy en las primarias ofrecen un resultado difícil de desmontar. Cuenta con 1.062 delegados, la mitad de los necesarios para la nominación, frente a los 421 de Bernie Sanders. Salvo cataclismo, la que fuera primera dama, será candidata.

El senador de Vermont no tira la toalla. Sigue sumando estados, pero las cuentas no salen. Aunque no sea el nominado al final, nadie le negará un discurso revolucionario que ha removido los cimientos de una sociedad atorada en su concepción política. También resucitar el estigmatizado termino socialismo en Estados Unidos, algo que sólo la historia valorará en su justa medida. Sin embargo, el rechazo republicano a Trump y los oídos sordos demócratas a Sanders demuestran que los garantes del bipartidismo estadounidense rehuyen sus respectivos extremos.

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Luís Vázquez    3.mar.2016 13:18    

Las cenizas de New Hampshire

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Hillary Clinton buscará el voto latino tras su derrota en New Hampshire. Fuente: AFP / Don EMMERT
 
LUIS VÁZQUEZ.- Corresponsal de RNE en Washington
 
Aunque no es frecuente por el alto número de independientes indecisos, New Hampshire ha sido fiel a los estudios demoscópicos, concediendo una victoria sin paliativos a un veterano senador y un magnate que han demostrado venir para quedarse. Como en toda batalla, aunque en esta hay margen suficiente para levantarse, tenemos perdedores. ¿Su consuelo? Aquello de que "las cosas no son como empiezan, sino como terminan".
 
Hillary Clinton, aunque sabía que jugaba a domicilio y la victoria se pagaba cara, saltó al campo con la esperanza de que pudiera repetirse lo ocurrido en 2008 cuando, siendo Barack Obama favorito, fue ella finalmente la vencedora en estas primeras primarias puras. No ha sido así. Más de veinte puntos le ha sacado Bernie Sanders.
 
De todo se aprende. También de las derrotas. La ex secretaria de Estado debe sellar, con propuestas y cercanía, el boquete en la línea de flotación de su campaña por el que se desangra una parte importante del electorado: una juventud alineada con la "revolución política" que Sanders propugna, ajena a los miedos que a sus padres y abuelos provocaba el impronunciable término "socialismo". También una desencantada clase media, estrato que parece navegar sin rumbo tras la crisis y que busca capitán.
 
Esto acaba de empezar y Clinton sabe que llegarán las grandes contiendas en las que la maquinaria del partido, volcada a su favor, será clave para movilizar a los votantes; a sus votantes. Por ello, aunque dolida por la derrota, no desespera. Carolina del Sur es terreno abonado para la réplica.
 
En el bando republicano, eclipsado cualquier otro resultado por el tsunami Trump, también hay que hablar de los que no han ganado. John Kasich, gobernador de Ohio, segundo tras el magnate, disfruta de la condición de ser el primero entre los perdedores. Clara muestra de que todavía todo es posible. Ted Cruz, tras imponerse en Iowa, saborea un tercer puesto que pone al establishment republicano tanto o más nervioso que la victoria de Donald Trump.
 
Jeb Bush toma oxígeno. Cuarto, a pocos votos del senador de Texas, parece revitalizado y el partido lo celebra. Es el que cuenta con más recursos, hablamos de millones de dólares, pero su falta de empatía con los votantes, algo que no se compra ni con dinero, es la amenaza que podría dinamitar el sueño compartido por su padre y hermano de perpetuar una dinastía presidencial.
 
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Marco Rubio se dirige a los medios en el avión rumbo a Carolina del Sur, la próxima cita de las primarias. Fuente: REUTERS/Carlo Allegri  
 
Otro damnificado, Marco Rubio. Tras dispararse las expectativas en Iowa con un meritorio tercer puesto, sus "patinazos" en el debate del sábado le han expuesto en exceso. Así lo ha reconocido: "Lo hice mal, no volverá a ocurrir". Más le vale. Él, como todos, sabe que aquí no se perdona nada. Los errores se magnifican y los ataques dirigidos por Chris Christie afeando un discurso prefabricado, le hicieron mucho daño. Por cierto, Christie se está pensando si continuar en la pelea. Dudas que también asolan a Carly Fiorina y Jim Gilmore.
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Luís Vázquez   10.feb.2016 18:27    

La hora de los hispanos

ALMUDENA ARIZA (Enviada especial a New Hampshire).-

Hay que estar muy loco o muy convencido para pasar horas sosteniendo una pancarta en la calle, a siete grados bajo cero. Héctor Salamanca lleva varios días haciéndolo. Es de origen mexicano y conoce bien el drama de la inmigración en EE.UU. De los millones de indocumentados que viven en las sombras con el miedo a ser deportados o separados de sus hijos. La administración Obama, nos cuenta, es la que más deportaciones ha ordenado. Y a algunos, devolverlos a sus países de origen ha sido ponerlos de nuevo en brazos de grupos asesinos, maras o cárteles de la droga.

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Por eso está dispuesto a recorrer, con su pancarta, todos los estados del país en la carrera electoral. Una pancarta con el nombre de la organización a la que pertenece y de la que forman parte jóvenes activistas que pretenden influir en los programas de los candidatos.

Héctor acude esta tarde al mítin de Bernie Sanders. Bueno, realmente, lleva horas en la puerta esperando a que le dejen entrar.

- ¿Y confías en poder decirle algo?

-Sí. Quiero que explique sus medidas para ayudar a los indocumentados, para evitar deportaciones. Nadie parece hablar de estos temas.
           
Héctor se lamenta de que en New Hamsphire los vecinos no están demasiado interesados en sus reivindicaciones. Y no es extraño. En este estado el 91% de los votantes son blancos y los latinos representan apenas el 2% de la población.

Pero Héctor espera seguir recorriendo el país, pancarta en mano, convenciendo a políticos y votantes de que hay que defender a los inmigrantes y poner sus problemas en la agenda de los aspirantes a la Casa Blanca. Estuvo en Iowa, ahora en New Hamsphire y completará toda la carrera electoral.

"Todo el mundo habla de la importancia del voto latino pero, para nuestra tragedia, tenemos dos candidatos de origen hispano, Ted Cruz y Marco Rubio. Y a ninguno de los dos les importan nuestros problemas".

A Héctor Salamanca le interrumpe un compañero del grupo. Por fin les permiten pasar al interior del recinto. Y ahora, que se prepare Bernie Sanders. Que le va a oír.

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RTVE.es    9.feb.2016 12:55    

El día después de Iowa

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Pancartas de la campaña de Ted Cruz en el exterior de una iglesia evangélica (AFP)

LUIS VÁZQUEZ - Corresponsal en Washington de RNE

Con la inerte y silente presencia de los restos de la primera batalla, papeletas, bandejas, alguna urna, Iowa vuelve a su ser tras frenéticas semanas en las que sus habitantes, condicionados por la historia, se saben importantes por un día. Una campaña más, un presidente estadounidense más, el cuadragésimo quinto, habrá de escribir con mayúsculas el nombre de este estado en su biografía.

Las caravanas de los trece aspirantes, todavía, dos demócratas y once republicanos, rumbo a New Hampshire, echan cuentas y buscan leer entre lineas la trascendencia de los resultados de los caucus de Iowa. Ted Cruz, afeando los sondeos, logró una victoria que le catapulta entre los favoritos de su partido. Sabe que jugaba en casa, vital el apoyo de los conservadores evangélicos. También que le esperan contiendas menos propicias.

La "dulce derrota" de Donald Trump es la que ofrece más aristas. Siendo favorito en las encuestas, fue segundo. No hay que olvidar que el magnate sabia que jugaba a domicilio y llegó a plantearse no presentarse en este estado. Por lo tanto, no le ha ido tan mal. 'Tropiezo' que, seguro, celebra el establishment republicano. Trump es un candidato desbocado. Cabalga sin control vistiendo sus colores y eso, en no pocas ocasiones, ha disgustado al núcleo duro de un partido que podría utilizar las alcantarillas de la política para relanzar la carrera de una alternativa más fiable a sus intereses.

Aquí entra en juego Marco Rubio. Apunten este nombre. El senador de Florida, bisoño en algunos planteamientos, es capaz de envolver sus mensajes y ofrecer a su electorado lo que quiere oír. Su capacidad de mimetizarse con sus seguidores, por edad, raza, condición, es simplemente, única.

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Carteles de la campaña de Hillary Clinton (AFP)

Otra historia es la de los demócratas. Muerto Martin O´Malley, prematuro y anunciado abandono en Iowa, deja en manos de Hillary Clinton y Bernie Sanders la nominación de su partido. El 24 de abril del año pasado, al margen de correos, Bengasi..., nadie hubiera apostado por este veterano senador de Vermont. Hoy, abanderando su militancia socialista, es ídolo de millones de jóvenes estadounidenses que movidos por su idea radical de anteponer los intereses de la clase trabajadora a los de los multimillonarios, se asoman por primera vez al balcón de la política. Iowa nos demostró que va en serio y que son legión sus seguidores, clase media desencantada incluida.

La ex secretaria de Estado analiza daños y un primer diagnostico confirma que el billete al que un día fue su hogar no se lo van a regalar. Ayer venció. Fueron unas décimas. Oxígeno para la próxima batalla, New Hampshire, donde Sanders parece partir con ventaja. Ambos se respetan, eluden la confrontación directa y ponen como barrera la búsqueda del bien común desde las tesis demócratas, más o menos endulzadas. Bonito idilio con fecha de caducidad. Los dos saben que, al final, solo quedara uno.

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Luís Vázquez    2.feb.2016 21:55    

¿Por qué importa Iowa?

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Hillary Clinton da un mítin en Dubuque, Iowa. Reuters /Brian Snyder

CARLOS FRANGANILLO.- Enviado especial de TVE a Iowa

Todo comenzó a partir de 1968. Ese año, en plena Guerra de Vietnam, y con enormes tensiones raciales en EE.UU., el Partido Demócrata abrió un debate interno con un objetivo: hacer que las minorías tuvieran más voz en los asuntos del partido. Las normas que se elaboraron entonces afectaron también a las votaciones en las elecciones primarias y caucus de todo el país. La complejidad de este proceso en Iowa colocó al estado en primer lugar.

Desde entonces Iowa es un punto de referencia en la política estadounidense. No es un estado representativo de la diversidad de Estados Unidos: tiene unos 3 millones de habitantes, un 90% de población blanca, y una economía basada en las manufacturas, los biocombustibles, las compañías aseguradoras y la agricultura. Es decir, no es ni mucho menos un pequeño laboratorio social en el que los resultados de los caucus puedan extrapolarse al resto del país. De manera que ¿por qué importa Iowa?

Fundamentalmente por ser el primer paso de un largo y complejo proceso de elección de candidatos en el Partido Demócrata y Republicano. Y porque cosechar unos buenos resultados en esas votaciones atrae la atención mediática durante un tiempo. Es, al fin y al cabo, un juego de expectativas. Superar los pronósticos de encuestadores y periodistas es un enorme éxito que se traducirá en mayor proyección en los medios de comunicación en los días siguientes. Lo importante es no hacerlo peor de lo esperado.

Aunque cada estado tiene sus particularidades, en el caso de Iowa quienes quieran participar en los caucus deben registrarse en uno de los 2 partidos. Se reunirán en más de 1.600 asambleas de vecinos donde discutirán y tratarán de convencer al resto de participantes antes de votar. El aspirante que gana en el estado se lleva un número determinado de delegados (miembros del partido que votarán en la Convención de julio para elegir oficialmente al candidato a la Casa Blanca). Quien controle a la mayoría de delegados al final del proceso de primarias (1.237 en el caso de los republicanos y 2.383 en el de los demócratas), se convertirá en candidato oficial a la presidencia.

Los próximos días en Iowa serán especialmente intensos. Los voluntarios de cada candidato tratarán de convencer a sus vecinos para que se inscriban y voten al aspirante en cuestión. Son las últimas horas después semanas de frenética actividad política en el estado, en las que los aspirantes han recorrido prácticamente todos los pueblos, ciudades, bares de carretera y han debatido sus ideas ante grupos de vecinos. Eso sí, la enorme atención mediática no debe llevar a engaños. Lo que ocurra en Iowa no es concluyente. Queda un larguísimo camino hasta la Casa Blanca.

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El candidato republicano Ted Cruz hace campaña junto a su mujer en Ringsted, Iowa. REUTERS/Jim Young
 
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Carlos Franganillo   30.ene.2016 17:25    

Camino a la Casa Blanca

Bio Camino a la Casa Blanca

Los estadounidenses están a punto de decir adiós a Barack Obama, y queremos saber cómo elegirán a su sucesor, una carrera que dura casi un año. Caucus, debates, mítines, convenciones… De Iowa a Washington, los corresponsales de RTVE, Almudena Ariza, Carlos Franganillo y Luis Vázquez nos van a traer aquí las mejores imágenes, sonidos e historias de una campaña que es puro espectáculo.
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