La tierra de los Okies

 Tailgating: Es el acto de sentarse sobre la puerta trasera de una camioneta, la "tailgate",  y dejar los pies colgado mientras se bebe una cerveza, se toma un helado o simplemente se mira al horizonte... Si se hace con una chica, siempre se puede acabar retozando en la parte trasera del "pick up". Supongo que un porcentaje de americanos en las areas rurales de este país fueron concebidos en la parte trasera de una camioneta, después de haber estado "tailgating"...  Así que a la mañana siguiente de haber estado "tailgating" con un helado de arándanos y un par de amigos (nada de sexo), abandoné Springfield, Missouri, dirección a Miami... Miami, Oklahoma.  En este país hay que decir siempre el nombre de la ciudad y luego el estado, porque es casi seguro que tiene una homónima en otro lugar.

 Los pueblos se llenan de fetiches al paso de la 66... Cartague y Joplin son buena muestra de ello. Ambos han tratado de conservar  el sabor "añejo" de sus negocios, empresas familiares que daban servicio al intenso tráfico de la vía, cuando está aún atravesaba sus calles.

 Missouri acaba en Joplin. Por unas millas la 66 recorre Kansas, la tierra de los tornados. El que suscribe tiene sueños muy infantiles, así que al llegar a la frontera con Oklahoma dije mi frase: "Toto, I´ve got the felling we are not in Kansas anymore". El que no haya visto "El Mago de Oz" puede seguir leyendo más abajo... Por si alguien no lo sabía, el camino de baldosas amarillas es la Ruta 66, la carretera por donde los granjeros de Kansas y Oklahoma tuvieron que emigrar tras la gran depresión, el "dust bowl". 

 La 66 se construyó a base de enormes baldosas de hormigón, es decir, para que durase para siempre... El hormigón era gris, pero el color de la tierra aquí es rojo y los coches al salir de los caminos laterales empezaron a teñirla hasta darle ese tono "ocre-amarillento". El Espantapájaros es el campesino ignorante, el León es político cobarde y el Hombre de Hojalata el científico sin corazón... La ciudad esmeralda está al final del camino, el sueño dorado: California. 

 Uno entra en Oklahoma mirando al horizonte. Ver los tornados por televisión es una cosa y otra muy diferente es verlos en directo. Cuando el teléfono empieza a mandarte alertas, las piernas empiezan a temblar...  Quiero llegar a California, pero pedaleando. Afortunadamente aquí el tiempo cambia muy rápido. Me refugio en una gasolinera y al salir luce el sol... Unos kilómetros después llego a la quintaesencia de lo kitsch, de la ruta 66: La Ballena azul de Cartoosa, en las afueras de Tulsa. 

 El dueño del lago le regaló a su mujer esta "estructura", pero los viajeros de la 66 se paraban durante el verano y se colaban a darse un chapuzón. Así que el buen señor, suponemos que con el beneplácito de su señora, decidió abrir la atracción al público. Mira por donde que el cetáceo se vuelve un icono, un emblema de la Ruta...  Esto es América y a mi encanta (excepto por la comida).

 Durante los años 20 Tulsa fue la capital mundial del petróleo. Aquí cada granja ocultaba un yacimiento de valor incalculable. Los pozos se multiplicaban, pero los granjeros no tenían los medios para explotar las bolsas que crudo que se escondían bajo el pastos de su ganado. Para eso hacía falta una gran empresa, alguien con más fuerza...  

 Pero los campesinos eran ignorantes, como el espantapájaros, así que firmaron donde no tenían que firmar y acabaron perdiendo sus tierras...  A la salida de Tulsa este conjunto lo explica perfectamente. El señor del coche detiene el campesino para comunicarle que su granja, y por supuesto el petróleo que esconde o pudiera esconder, ya no es suya... Así que en Oklahoma nacieron nuevas y prosperas ciudades como "El Reno" o  "Elk City",  todas ellas ligadas a los pozos de petróleo...

Si no has leído las "Uvas de la Ira", o no has visto la película de John Ford, no conoces el resto de la historia. Los Okies, los granjeros sin tierra, tuvieron que emigrar en sus precarios camiones hasta California, donde fueron explotados como mano de obra barata, recogiendo fruta. Cada una de estas "baldosas amarillas" formaron parte de su viaje, un viaje doloroso que sin duda forma parte de este grandioso país.

 Ahora yo con mi bici  ( y mis zapatillas naranjas a falta de unos "chapines de rubí") recorro esta carretera. Algunas baldosas están rotas, pero la mayoría han aguantado el paso de tiempo mucho mejor que las carreteras actuales. Las colinas se suben y se bajan, una tras otra, en un ciclo que se hace a veces infinito. Los pueblos se vuelven cada vez más "fantasmales" y el viento sopla con fuerza del sur... No malvivo, pero tampoco tengo demasiados lujos, así que acampo donde puedo. A veces me siento como un Okie, persiguiendo un sueño, una vida mejor que en este caso no es para mí...

 Hoy he entrado en Texas. Aquí se atisba ya el desierto. De alguna manera me ha recordado a Anántapur, quizás porque aquí tampoco llueve demasiado. Hablando de India, tenemos un nuevo miembro en el equipo. Se llama Ganesh y es uno de los niños apadrinados gracias a este viaje. Uno de mis radios ya lleva su nombre...

 

 Me encantaría que tú también te sumaras a mi equipo y apadrinases uno de los chicos de Anántapur. Muy poco para ti significa un montón para ellos... Puedes hacerlo aquí: http://www.fundacionvicenteferrer.org/es/que-puedes-hacer/apadrina-una-nina-o-un-nino.  Diles que vas de mi parte, de parte de El Camino de Anántapur.

Fran Ventura.