Sin City: La Araña del Mojave
martes 28.jun.2016 por Fran Ventura 0 Comentarios
Buena parte del éxito de una araña consiste en el emplazamiento de su tela. Se trata de encontrar el mayor tránsito de insectos, el pasillo por dónde vuelan... No hay muchos caminos para llegar hasta Los Ángeles. Despoblada, carente de atractivo, la Ruta 66 transcurre por el sur de Las Vegas en su eterno peregrinar hacia California. La otra opción es desviarse al norte 150 kilómetros y llegar a la fabulosa Las Vegas, también conocida como "Sin City", la Ciudad del Pecado.
Uno se siente como un mosquito atraído, más bien hipnotizado, por las luces de colores y absorbido al interior de los casinos, donde el aire acondicionado hace posible la supervivencia. Las Vegas no es una ciudad, es una tela de araña en medio del desierto.
El 25 de Junio salí de Kingman, en la Ruta 66, en dirección norte hacia Las Vegas. Salí de noche, a las cuatro de la mañana, para evitar las altas temperaturas del desierto del Mojave. A las doce del mediodía llegué a la presa Hoover, donde el termómetro de mi GPS alcanzó al sol los 52º, algo así como 45º a la sombra. Los cuarenta kilómetros restantes tuve que ir parando en cada gasolinera para evitar la deshidratación, o lo que es peor, el golpe de calor...
Al final del camino esperaba el "Las Vegas Internacional Hostel", donde por 25 dólares te dan cama (con aire acondicionado) y piscina... En la recepción una prostituta de avanzada edad intenta convencer al recepcionista de que es una "mochilera", pero evidentemente no cuela. En East Freemont se concentran buena parte de los "insectos" a los que la araña ha chupado ya toda su sangre; alcohólicos, jugadores arruinados, prostitutas de baja estopa... Uno no puede evitar recordar aquella sobrecogedora película de Mike Figgis titulada "Leaving Las Vegas".
Son las siete de la tarde y la temperatura sigue siendo de 43º. Bañarse en la piscina es como meterse en un enorme tanque de sopa, así que sólo me queda esperar a la noche y que la temperatura baje. A las diez (pm) estamos a 35º, pero decido dar una vuelta por la ciudad con mi cámara.
Freemont Street es la parte "vintage" de Las Vegas, la calle en la que se abrieron los primeros casinos en los años 50... Se mezclan mil sonidos a la vez, luces intermitentes y multitudes: Mi primera impresión fue la de estar de vuelta en el bullicioso Tokio, en el muy desatado Shibuya.
Freemont Street se ha cubierto con una enorme bóveda de cañón en la que se ha instalado una pantalla gigante. Por debajo de ella, por la módica cantidad de 50 dólares, se puede volar enganchado a unas tirolinas... Tres escenarios amenizan el lugar con música en directo. Por la calle se pasean despedidas de soltero, turistas de medio mundo y todo tipo de buscavidas.
Abiertos completamente a la calle están los casinos, donde la temperatura es mucho más agradable. En primera línea están las "slots", las "tragaperras". Las más modernas se han "tematizado" con series de televisión: La de "The Walking Dead" ofrece un premio de medio millón de dólares.
La tela de araña funciona como una máquina bien engrasada. Los insectos quedan pegados a ella, hipnotizados por las frenéticas luces, por la ilusión de un premio, de una segunda oportunidad... La "Tragaperras" del Mago de Oz ofrece un premio mucho mayor, 1.4 millones de dólares. Todavía hay quien anda buscando la ciudad esmeralda...
Las croupier lucen su escote en la Ruleta, los Dados y el Blackjack. En Freemont Street la apuesta mínima para la plebe es de 5$ en la ruleta, pero las reglas están hechas a medida de la casa para evitar que los "Pelayos" de turno saquen provecho: Hay que apostar obligatoriamente a cinco números o dos eventos (no seré yo el imbécil que les regale mi dinero). Mi mirada se centra en los insectos que están siendo desangrados lenta, pero inexorablemente, por la araña. Completamente atrapados, no tienen ninguna posibilidad de salir de allí victoriosos y además lo saben. ¿Qué estúpida ilusión les hace seguir apostando? Se nota que algunos llevan su presupuesto de pérdidas cerrado y disfrutan perdiendo el dinero. Personalmente no le encuentro el placer a algo así...
Más al sur está el Strip, donde se mueve el dinero de verdad. Aquí están los grandes hoteles, donde la plebe no puede alojarse. Está el Bellagio, el Circus Circus, el Cesar Palace, Etc...
En estos hoteles se celebran congresos durante el día y por la noche los congresistas se sueltan el pelo. Aquí no hay ruletas de cinco dólares, aquí se juega de verdad... Los turistas miramos "estupefactos" las góndolas del Venetian o la pirámide del Luxor. En ellos actúan los mejores humoristas y cantantes, y se escenifican las más selectas variedades. Dentro de poco aquí estará el Circo del Sol...
Levantados en medio de un desierto muy duro, estos hoteles son un desafío a la naturaleza, una soberbia expresión que pone de manifiesto la supremacía colonizadora del ser humano sobre su entorno. Tan magno derroche, tan grande tela de araña, solo tienen un sentido: seguir desangrando insectos. Yo sólo le di una moneda al adivino Zoltar, (el de la película Big) para ver si me aclaraba mi futuro en el desierto, pero se la trago y no me dijo nada...
Ahora toca salir de aquí pedaleando y la única manera que se me ocurre es de noche. De día la temperatura me doblaría en un par de horas. Llevo dos días trasnochando, pero no he podido cambiar mi horario totalmente. Ahora me toca una larga siesta y las 11 de la noche quiero salir hacia el desierto. Tengo luz trasera y delantera, baterías y reflectores. En dos días llegaré a California y espero que la temperatura sea algo más baja allí.
Este viaje está acabando, pero yo sigo manteniendo mi compromiso con la Fundación Vicente Ferrer. Aquí en Estados Unidos se llama VFFUSA, y está empezando sus actividades. En Septiembre será su lanzamiento oficial y me alegra y enorgullece poder ayudarles a darse a conocer. Por el momento hay sólo cuatro apadrinamientos confirmados, pero con el tiempo llegarán más. Espero que tú también te animes...
Puedes seguir mi viaje con más detenimiento en mi facebook: El camino de Anántapur.