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El hombre que pedaleaba entre Osos. 1ª Parte.

    viernes 30.jun.2017    por Fran Ventura    1 Comentarios

  He tardado casi 20 días en encontrar el lugar y el momento apropiado para redactar estas lineas. La digestión de lo sucedido en las últimas semanas será larga, muy larga, o quizás nunca acabe... Dice Jon Krakauer en "Into the Wild", que no hay lugar para el pensamiento abstracto en la vida de un nómada bereber. Su existencia se limita a sobrevivir y sus preocupaciones se centran en llegar al siguiente oasis y no perecer en el desierto...  No existe pensamiento abstracto fuera de la civilización. Ahora, ya en Anchorage (Alaska), en una cafetería, puedo empezar a procesar todo lo acontecido en las últimas semanas, aunque las reflexiones más profundas llegarán más adelante... o quizás nunca.

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  La civilización llegó hasta una ciudad llamada Smithers, en la carretera que lleva hacía Prince Rupert, una de las ciudades costeras de Canadá. A partir de ahí desapareció el servicio de teléfono, internet y mis comunicaciones con las redes sociales... En el pequeño pueblo de Kitwanga giré al norte para tomar la carretera más salvaje que he pedaleado en mi vida como cicloviajero: La Stewart Cassiar Highway.  

  Con 800 Km de longitud, esta carretera atraviesa regiones completamente despobladas.  Después de 500 km hay un pequeño pueblo, Dease Lake... Por lo demás, tan sólo un par de gasolineras y un par campamentos mineros perdidos en medio del bosque.  Este es el territorio de los osos negros, los lobos, los linces, los cariboo... Aquí el hombre es un invitado que pasa en coche cada  hora, o ni eso. 

  Las precauciones para acampar en el bosque se deben extremar. Normalmente los osos negros no quieren saber del ser humano, pero algunos (nadie se atreve a dar un porcentaje) se han vuelto predadores.  Un encuentro indeseado con un oso negro puede acabar en ataque... Ya el primer día tres osos negros cruzaron la carretera a menos de 20 metros. Mi estrategia fue simple: ponerme de pie sobre la bici y hacer sonar la bocina de aire comprimido. Los osos se apartan "tranquilos" y se vuelven a mi paso para no perderme de vista. En la foto inferior se ve a un macho adulto en la cuneta según lo sobrepaso... También es un macho adulto el de la foto superior, algo más grande que este segundo.

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  Es cierto que los Grizzly, que viven más al norte, son más grandes, pero dicen los lugareños que los osos negros son mucho más traicioneros, y que su comportamiento es mucho más impredecible.

   Consciente de la situación, intenté siempre acampar en grupo, puesto que los osos no suelen acercarse cuando detectan mucha actividad humana. La primera noche fue en un campamento minero en Meziadin Junction. Allí pude secarme después de 160 km pedaleando bajo la lluvia. El segundo día fue un campamento de plantadores de árboles: estudiantes ganándose un dinero extra durante el verano... Era sábado por la noche y estaban celebrando la vida. Fue una noche tan ruidosa, que ningún oso en su sano juicio se habría acercado a menos de diez kilómetros del lugar. La tercera noche llegué a una gasolinera y pude ducharme... Me dejaron levantar la tienda en la parte de atrás y me prepararon el desayuno. Día tras día fui buscándome la vida para llegar siempre a algún "lugar"... Las jornadas fueron interminables, porque con la bici muy cargada de provisiones y agua las pendientes se me hicieron muy, muy duras. Después de tres días llevaba avistados nueve osos y un lobo enorme de color gris claro... 

 A los lados de la Stewart Cassiar los glaciares, lagos y montañas dibujan un paisaje indescriptible. Quizás adjetivos como descomunal, colosal o grandioso se queden pequeños frente a la magnitud de una naturaleza desatada, violenta y deslumbrante. Quizás embelesado en esos paisajes cometí un error de novato y deje de beber... Después de tres días lloviendo uno está tan mojado que olvida que el agua entra por la boca y no por la piel. Así que comencé a sentirme muy mal... Afortunadamente me di cuenta de lo que estaba sucediendo y llevaba sales minerales escondidas en las alforjas. Después de un par de litros bebidos a sorbos cortos el cuerpo empezó a reaccionar. Una vez más la experiencia me demostró que la experiencia no vale para nada.  Es curioso que jamás me haya deshidratado en un desierto, pero si en un clima húmedo y frío... Uno nunca deja de ser un novato.

 

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 Después de una deshidratación, el cuerpo queda debilitado y tarda en recuperar su estado normal, así que durante varios días trate de seguir el ritmo que me había marcado en el calendario, pero lo único que conseguí fue reventarme... Tampoco ayudó que entrara una borrasca en el norte de Canadá. Cuando llegué a Yukon iba ya muy tocado, y aunque pagué una noche de hotel (a precio de oro) en Watson Lake (el primer pueblo de la Alaskan Highway ya fuera de la Stewart Cassiar) no valió para mucho. 

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 Llegar a la Alaskan Highway fue, de alguna manera, volver a la civilización. Los cobardes van por esta carretera, pensado que van a encontrar más comodidades que por la Stewart Cassiar, pero los tramos de grava suelta son más frecuentes en esta carretera y se vuelven especialmente peligrosos cuando los camiones entran salpicando piedras y polvo los días secos, o barro y piedras los días de lluvia.  Las distancias entre gasolineras y cafeterias tampoco son pequeñas en la Alaskan Highway... Lo normal es que no bajen de 100 o 120 Kilómetros.

 La Alaskan Highway fue construida en un plazo de tan sólo 8 meses. Lo hizo el ejercito de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, 1942, con el objetivo de trasladar tropas a Alaska ante la amenaza de una posible invasión japonesa de la zona... De hecho, las tropas del emperador Hiroito llegaron a tomar varias de las islas Aleutinas.  Ahora es una pista mal asfaltada que conecta Alaska con Canadá y Estados Unidos. En verano, hordas de moteros toman la carretera. Algunos van con BMW, otros con Harley Davidson, pero a todos les une el hecho de  viajar con un "confort" desconocido para el ciclista...

 Puedo decir, con orgullo pero sin ego, que durante 4.300 km aguanté la media de 140 Km diarios que me había impuesto. No soy un deportista de élite, ni tampoco pretendo serlo, pero entiendo que el cicloturismo es una disciplina donde cada uno marca sus objetivos e intenciones como mejor le parece.  Después de tres tormentas de nieve, fisicamente muy debilitado por la deshidratación y al borde de la hipotermia tuve que pedir ayuda...

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  Aquella noche acampé en una solitaria area de recreo... Después de tres ventiscas de nieve en la carretera trate de hacer fuego y secarme. Según mi GPS la temperatura era de 4 grados.... A toda prisa levanté la tienda, sin darme cuenta de que el aislante inferior asomaba un par de centímetros más allá del doble techo, canalizando la lluvia hacia la parte inferior de la carpa. Ahumado pero seco, me metí en en saco de dormir. A la mañana siguiente me desperté tiritando. Mi carísimo saco de dormir de plumas estaba completamente empapado... El suelo de la tienda había colapsado y los charcos de agua tenían un centímetro de profundidad en algunas zonas. ¿Por dónde demonios ha entrado todo este agua? Trate de hacer fuego y calentarme, pero la leña estaba demasiado húmeda, así que sólo conseguí ahumarme un poco más. Seguía lloviendo con fuerza, y el primer punto "civilizado" estaba a 120 kilómetros... La "tiritera" típica previa a la hipotermia se apoderó de mi a las seis de la mañana. El termómetro marcaba dos grados.

Continuará...

 Muchas gracias por leer este relato.  En los próximos días te contaré como continué el viaje hacia Alaska, pero te adelanto que me impulsó la convicción de que el mundo se puede cambiar. Apadrina con la Fundación Vicente Ferrer.

 

 

 

 

Fran Ventura   30.jun.2017 02:04    

1 Comentarios

Vencer a las adversidades creadas por la meteorología es siempre un duelo de titanes. En tu caso, ha sido una lucha aun más ardua: Continuar pedaleando y mantener el ritmo marcado previamente a pesar de las vicisitudes climáticas.
Creo que esto es el resultado de una excelente preparación física y síquica, unido a las experiencias adquiridas durante tus viajes precedentes y, desde luego, a la motivación y finalidad de este reto que te has impuesto en favor de la obra de la FVF en la zona de Anantapur (India).
Deseo que tu sacrificio haya servido para que los apadrinamientos a favor de los niños y niñas de esta zona del mundo, hayan aumentado hasta los 68 que te habías propuesto.
¡Feliz regreso!

sábado 1 jul 2017, 12:37

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El Camino de Anántapur

Bio El Camino de Anántapur

Fran Ventura, realizador y guionista de TVE, en 2014 pedaleó desde Madrid a Anántapur, en el sur de India, sede de la Fundación Vicente Ferrer. Con ello logró recaudar más de 300 bicicletas: un medio de transporte seguro para que las niñas de la zona pudieran continuar sus estudios. Fruto de aquel viaje nació el documental “14.000 Km, El Camino de Anántapur” y la serie homónima de seis episodios. Ahora Fran pretende volver a Anántapur viajando hacia el oeste en bicicleta para conocer en persona a la niña que ha apadrinado a través de Fundación Vicente Ferrer. La primera etapa será cruzar Estados Unidos desde Nueva York a Los Ángeles. Luego seguirá hacia el norte para llegar a Alaska y desde allí cruzar el Pacifíco hasta el norte de China. En la última etapa recorrerá la costa del Sudeste Asiático hasta llegar otra vez a la India y cerrar el círculo iniciado en 2014.
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