Hay partidos y partidos y luego está la final de un mundial. El domingo toca disfrutar, toca entrar en una historia que nos negaba la entrada. Da igual si te gusta el fútbol o si no, lo de dentro de cuatro días es otra cosa. El lunes quiero desayunar un zumo de naranja, mecánica claro.
Los partidos grandes se deciden en un suspiro, en un detalle, en una sorpresa, en algo inesperado que nace casi de la nada. Los alemanes tiene dos armarios empotrados como centrales, dos tipos que podrían comernos a cualquiera sin pestañear, pero cualquiera no es Puyol, saltó en un salto eterno, se elevó sabiendo que esa era la suya, metió la cabeza conocedor de que detrás todo un país saltaba con él, reventó la pelota y la mandó al fondo de una red que la llevaba esperando muchos minutos, muchos años. Porque España ha jugado como España, y Alemania, que intentaba jugar como España, sólo ha podido jugar como una imitación nuestra.
Hemos jugado tan bien, que de tan bien me he llegado a temer lo peor , los alemanes nunca sacan la bandera blanca, para ellos un partido de fútbol dura 93 minutos. Por eso cuando en la segunda parte todos corrimos al lado de Pedrito un contrataque, y le gritamos eso de pásala, pásala y no se la dio a Torres, que necesitaba el gol como yo una tila, me tiré al suelo, grité, y volví a temerme lo peor, porque seamos sinceros en todos los mundiales lo peor estaba siempre por llegar si hablábamos de nuestra selección.
Pero el destino cambia, si buscas que cambie, y nosotros hemos demostrado que la fórmula era tocar, y tocamos y tocamos, y hemos sido fiel a ese estilo y si eres fiel puedes perder a veces pero lo normal es que el futuro te pague las que te debe.
A esta hora debajo de mi casa suenan los claxon de los coches, y la gente grita, y sonríe y esta noche todos se irán felices a la cama. Eso es el fútbol, algo que no se puede explicar, Puyol lo sabía, saltó a por esa pelota sabiéndolo muy bien. El domingo nos espera la eternidad.

Besos y abrazos.