Nueva Orleans: mi lugar en el mundo
Todos tenemos un lugar en el mundo. Un lugar con el que soñamos despiertos y al que podemos acceder cuando soñamos dormidos.
Generalmente es sólo en los sueños cuando lo hemos visto, cuando se nos permite por unos segundos pasear por sus calles, pisar su suelo, rozarte con sus gentes, dejarte arropar por su cielo y tocar su aire…
Pero, cuando te despiertas, ese aire familiar y espeso que es como un trozo de ti mismo, se desvanece entre tus dedos como una sombra al apagarse las luces….
Lo raro, lo realmente raro y extraordinario, es poder verlo con los ojos abiertos y el cerebro encendido. Yo he tenido esa suerte. La suerte de darme de bruces con un sueño. Y es exactamente así, como cuando vas a cruzar una puerta y no te das cuenta de que hay un cristal transparente en medio.
Y entonces sufres una conmoción completa. Como cuando te reencuentras con alguien muy querido al que no has visto hace mucho tiempo. La única diferencia es que ese alguien eres tú, que te habías perdido a ti mismo hace mucho tiempo. Porque estabas allí, te habías quedado allí en alguno de tus sueños. Encontrarte con tus fantasías es como estrellarte contigo mismo en un espejo.
Dejas de ser alguien dividido, tú y tu reflejo, para ser uno sólo al otro lado del espejo… Y de pronto todo cuadra, te sientes mejor que en tu vida. Como en casa. Y aunque sea la primera vez que estás allí, todo está como tú lo habías dejado, todo te resulta familiar, conocido, paseas por sus calles casi como si las hubieras recorrido desde niño….
Eso me pasó a mí. Encontré mi lugar en el mundo y sentí que yo había estado allí todo el tiempo, que era allí donde estaba todo lo que me es familiar, mi sitio. Y cuando encuentras ese sitio, tu alma se queda prendida, como una mariposa en un alfiler, en sus rincones.
Físicamente he vuelto de aquel lugar, volví hace tiempo, pero la parte que no es física de mí sigue allí ensartada a sus paredes y cuando puedo, me voy allí, visito mi ciudad muchas veces, sobre todo, cuando no tengo más remedio que escapar del sitio que ocupo físicamente en el mundo…
Hoy me gustaría llevaros a vosotros hasta allí… Seguid mis pasos con la oreja… Venid….Venid conmigo a las calles de ese lugar… Las calles de Nueva Orleans… La ciudad más musical del planeta…
Una ciudad que suda música por todos sus poros, una ciudad que come, duerme, vomita, ríe, baila, folla, sufre, vive dentro de la música, como si la ciudad fuera una sinfonía disparatada y conmovedora de almas, tocando todas juntas en consonancia y disonancia…
Es una ciudad brutal… Apabullante… No hay otra como esa… Yo quisiera vivir allí algún día… Mientras, me tendré que conformar con escucharla en la distancia…Acelerad el paso, que allí oigo a una de esas brass bands, que te puedes encontrar en cualquier momento en la ciudad….
Sobre vuestro lugar en el mundo os pregunto hoy en nuestro blog y en nuestro Facebook:
¿Qué ciudad, villa, aldea, rincón, pueblo, monte, casa, playa, valle es tu lugar en el mundo, el lugar donde te has sentido más como en casa, el sitio de tus sueños, en el que te gustaría vivir, pasar tus días, reposar tus huesos? ¿Quizá es el sitio donde ya vives?
Hoy me vais a permitir que os lleve con los oídos a recorrer las calles de mi ciudad en el mundo, Nueva Orleans, la cuna del jazz donde vamos a comernos un suculentísimo filete de música de la ciudad… Pero no voy a ser yo sólo vuestro cicerone, sino un gran músico que ha sido nombrado embajador de la ciuda, después de vivir y tocar allí durante años: el trompetista Joseph Siankope.