La frontera es mi norte
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- > Carne cruda - Alasdair Fraser, el Michael Jordan del violín - 30/11/11
Conducíamos por una estrechísima carretera que serpenteaba silenciosa por entre las lomas escarpadas y parecía perderse en el infinito detrás de la niebla baja que recostaba su panza sobre agua del lago que bordeábamos. Nosotros, cuatro compañeros de viaje, también íbamos en silencio, hechizados por aquel paisaje escarpado, insólito, casi lunar, casi irreal. Parecíamos perseguir un sueño por aquella carretera que es como un látigo que un dios mitológico dejó allí después de haber creado aquella tierra abrupta y hermosa a golpes de fusta con los que había partido el terreno en cráteres, cúmulos de roca, suaves colinas y chispazos de verdor aquí y allá, desperdigados.
Es casi inevitable pensar en dioses ancestrales, creativos y furiosos, cuando se recorre aquel rincón del mundo que no parece de este mundo: Las Tierras Altas, las Highlands escocesas, un lugar cuyo nombre atrae a la imaginación duendes, elfos y otras criaturas fantásticas y que parece creado para dar cobijo a la leyenda, que no a los hombres.
Allí no vive el hombre, por allí está solo de paso. Y es tan insignificante el tránsito en aquellas tierras altas, que la carretera es de un solo carril con pequeñas isletas cada cierto número de metros para que orilles el coche si ves venir otro en dirección contraria. Ni un alma vimos nosotros durante un buen rato. Yo llegué incluso a pensar que no la veríamos nunca más, que aquello era el fin del mundo y como mucho veríamos aparecer un gaitero en lo alto de una colina tocando.
No me hubiera extrañado: ya nos había ocurrido algo así antes. Otro día, nos habíamos bajado del coche a dar un paseo y de la nada había surgido el sonido penetrante de la gaita que entre aquellas montañas chatas reverbera como en una catedral.
Siguiendo su sonido, habíamos ascendido una loma para encontrarnos al otro lado a un gaitero, plantado en mitad de la nada, con su falda kilt, su boina y sus medias gruesas para combatir un frío que cortaba el aire. No sé si lo había puesto allí la oficina de turismo escocés o se había puesto él a sí mismo llevado por la necesidad de disfrutar de la acústica y la vista asombrosas del paisaje, pero el caso es que ahí estaba llenando aquella inmensidad vacía de música arrastrada por el viento. Cuando estás allí entiendes para qué se hicieron las gaitas. Aquel lugar pide gaita a gritos, aquellas tierras deshabitadas necesitan de la potencia de esos fuelles comunicar y acercar a los pocos seres humanos que las habitan, para que se sientan un poco menos solos.
Así nos sentíamos nosotros recorriendo ahora aquellas Highlands, abrumados por el silencio y la soledad. Y creo que si no hubieran aparecido unas ovejas habríamos creído que estábamos muertos. Pero allí aparecieron ellas a la vuelta de un recodo para salvarnos, aunque totalmente ajenas a su papel de salvadoras, demasiado absortas en mordisquear hierbajos. A nosotros nos devolvieron la vida y como impulsados por ella, paramos el coche en una isleta y salimos a respirar el aire.
Jamás había tenido una sensación parecida que creo que compartía el resto de mis compañeros de viaje. Tenía la sensación de ser uno de los últimos hombres sobre la Tierra y de los primeros, la sensación de estar solo en el mundo pero a la vez acompañado por aquellos que estaban conmigo, con los que tenía la suerte de compartir algo único, no sé, la vida, simplemente, el placer de estar vivo para ver aquello. Jamás había sentido esa libertad que hace que te salgas de ti mismo como si por fin hubieras encontrado un lugar sin fronteras, un lugar sin las barreras del hombre y que el hombre había respetado para su disfrute, por una vez. Jamás antes había tenido aquella sensación de estar en la última frontera del mundo, en el principio y el fin…
Es verdad que tampoco he vuelto a sentirlo pero me basta cerrar los ojos para volver a pisar aquellas Tierras Altas cuya sola existencia me reconforta porque me recuerda que aún quedan lugares en el mundo en los que puedes ser… sin más.
Allí nos trasporta la música que hoy vamos a tener en directo en el programa, la música del genio del violín escocés de las Tierras Altas, Alasdair Fraser que nos visita con la virtuosa chelista californiana Natalie Haas, para interpretar en directo “Highlander’s Farewell”, la despedida del Highlander, un viaje por las Tierras Altas escocesas y su tradición folclórica.
Por cierto, ¿CUÁL ES EL LUGAR MÁS IMPRESIONANTE QUE HAS PISADO EN TU VIDA?¿QUÉ BANDA SONORA LE PONDRÍAS PARA ACOMPAÑAR?
Hoy buscamos las últimas fronteras, fronteras donde se acaban las fronteras, esos lugares en los que el hombre puede vivir sin límites, permeable a otros, abierto, en tránsito, como dice el nuevo Premio Nacional de Literatura, nuestro admirado José Luis Sampedro, al que felicitamos por esta distinción que le concedieron ayer a este hombre que se define como fronterizo y que escribió: “Lejos de caminar sin rumbo, la frontera siempre fue mi norte”…. Para encontrar el norte DINOS PENSAMIENTOS Y FRASES DE SAMPEDRO que sean tu brújula. O de otros, que te sirvan para encontrar el norte.
LAS MELODÍAS CARNOSAS DE HOY: ALASDAIR FRASER y NATALIE HAAS han tocado: "Jig Runrig/The Ramnee Ceilidh", "Farewell to Nigg" y "The Pitnacree Ferryman" (de su disco HIGHLANDER'S FAREWELL). Y nosotros hemos pinchado: "Highlander's Farewell", "Dizzy" (de su grupo SKYEDANCE) y "Txoria txori" (SKYEDANCE + MIKEL LABOA), del que os dejamos el emocionante vídeo. ¡SI LE CORTARA LAS ALAS HABRÍA SIDO MÍO PERO HABRÍA DEJADO DE SER PÁJARO!