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Velintonia languidece

    martes 3.jul.2018    por Cartas en el tiempo    0 Comentarios

Reconozco cierta mitomanía respecto a mis escritores favoritos. No es solo el respeto ante el poeta o la novelista, sino el cosquilleo al rozar una edición dedicada, o al entrar en la que fue su casa décadas atrás. Con este prólogo es más fácil imaginar la sensación al llegar a Velintonia, en la calle Vicente Aleixandre número 3 de Madrid, la antigua calle Wellington que mudó al nombre de su habitante más ilustre. Esa emoción se trocó en desasosiego al cruzar el umbral del hogar de uno de los grandes poetas del 27 y constatar su estado. Cinematográficamente los lugares desvencijados y abandonados son un regalo. Son  no-lugares en los que la imaginación puede volar. Pero es deprimente ver la decadencia de una casa cuyos suelos han pisado no solo Vicente Aleixandre, sino Lorca, Miguel Hernández, Pablo Neruda o Dámaso  Alonso, por citar unos pocos.

Alejandro Sanz, presidente de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, defensor de la rehabilitación de Velintonia, la define como “la casa de la poesía”. Entre esas cuatro paredes Aleixandre escribió la mayor parte de su obra. En su jardín hablaron de poesía generaciones y generaciones de escritores; Lorca cantó cancioncillas populares al piano y Miguel Hernández ayudó al poeta a rescatar algunas pertenencias cuando la casa fue bombardeada durante la Guerra Civil.

En la actualidad Velintonia está cerrada y a la venta, porque así lo han dispuesto sus herederos. Las administraciones no se han interesado por su compra a pesar de las propuestas para crear un espacio cultural que haga honor a quien habitó en él. Es una lucha larga por convertirla en Bien de Interés Cultural, y de momento no fructifica.

 

Esta protesta se remonta a 1995, y ya la encabezó el destinatario de nuestra carta, José Luis Cano, crítico y poeta, el discípulo predilecto del nobel de Literatura. La continuó la Asociación. Velintonia está abandonada desde el fallecimiento de Aleixandre, en 1984, y unos años después el deterioro era ya tan obvio que urgía hacer algo.

Mientras, las baldosas de la cocina se tiñen de polvo sobre el hollín, la pintura de alguna pared se resquebraja y cae, y una silla añeja, impertérrita, lo contempla todo sobre una alfombra que ha sobrevivido como un milagro a polillas y otros insectos. Ahora mismo a la casa le falta el alma de las palabras de ese gran poeta que fue Aleixandre.

Y solo una paradoja, un desconcierto: la casa no está protegida, pero el cedro que plantó el escritor en el jardín sí que lo está.

ELISABETH ANGLARILL

Guionista

Cartas en el tiempo    3.jul.2018 14:30    

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