Las delicias turcas
jueves 16.sep.2010 por RTVE.es 2 Comentarios
Rodando por Bursa, cuarta ciudad turca en importancia, impacta comprobar la presencia masiva de motivos relacionados con el Bursaspor. De los edificios cuelgan banderas que cubren fachadas completas, en los alrededores de las mezquitas las calles respiran fútbol, los vecinos lucen orgullosos la camiseta de su equipo. Lo llaman la Bursamania.
En los zocos cercanos al Mercado de la seda los comerciantes reciben al visitante con amabilidad y cortesía. Al comprobar la nacionalidad y los motivos de nuestra presencia, se atreven a vaticinar una victoria contundente de su equipo. “3 a 0… y preparáos para el infierno”, comentan mientras ofrecen una pequeña muestra de té turco. Nos agasajan con obsequios y recuerdos, pero advierten que el viaje de vuelta a Valencia será triste por la derrota.
Y es que el Bursaspor se ha acostumbrado a ganar. Sorprendente campeón de la liga turca, fue el primer equipo con sede lejos de Estambul en adjudicarse la Superliga desde 1984. El secreto, nos cuentan, está en el Ataturk, un pequeño estadio (apenas 25 mil espectadores) pero cuya afición que se mueve en perfecta armonía para llevar a los futbolistas hacia el triunfo.
La marea verdiblanca puebla las gradas horas antes del inicio del partido. Pero el Bursaspor es mucho más. Los alrededores del estadio tienen vida desde primera hora del día, los niños (y no tan niños) soportan largas esperas para ver pasar el autobús de sus ídolos, pero también el del equipo rival e incluso el de la prensa, a la que saludan con animosidad y respeto, convencidos de la victoria y con una sonrisa. Cientos de personas se encargan de la seguridad aunque en ningún momento el visitante tiene sensación de peligro.
Suena el himno de la Champions. Los primeros minutos de la mejor competición del mundo en el Ataturk son de infarto, con una grada entregada y con 11 futbolistas naranjas intentando permanecer ajenos al ruido ensordecedor. Cánticos ininteligibles, movimientos coordinados que demuestran la implicación hacia unos colores. Ni una bengala, ni una pancarta. Sólo la garganta, los brazos, el verde y el blanco. El estadio tiembla. Juan Carlos Carcedo desiste en dar órdenes a voz en grito. Pero el silencio apenas tarda unos minutos en llegar. Tino Costa lanza un misil desde 30 metros que se cuela inapelable por la escuadra de Ivankov. La afición reacciona pero vuelve a callar merced al oportunismo de Aduriz. Pablo Hernández y Soldado terminan de congelar el infierno, que cierra su debut en Champions aplaudiendo el juego del Valencia. Cortesía hasta en la derrota. A pesar de la falta de costumbre.
Alberto dijo
Y ganamos, qué partidazo. Este año el Valencia vuelve para quedarse. A ver qué hacemos con el Manchester ahora, que tiemble.
Tunez dijo
Estoy con Alberto, menudo partidazo, dimos un espectaculo realmente bueno y bonito, con el que cualquiera que le guste el futbol habra disfrutado como un enano.