Cautivados por un chimpancé cautivo
A principios de la década de los 70 un científico se propuso como objetivo estudiar la evolución del lenguaje partiendo de un revolucionario experimento: criar a un bebé chimpancé en el seno de una familia humana como si fuera uno más, e intentar ver si el pequeño simio era capaz de asimilar el lenguaje de signos. Este es el comienzo de Proyecto Nim, revelador documental con el que viajamos por la vida del primate, desde los primeros instantes de su existencia. Y lo hacemos acompañados por los testimonios de cuidadores y torturadores, viajando entre ambientes primates y humanos, desde un lugar en que la película parece querer contarnos mucho más del comportamiento de nuestra especie que de la de los simios.
Uno se echa las manos a la cabeza al ir rememorando en qué manos quedó encomendada la existencia de pobre simio, y se queda totalmente noqueado al pensar en qué hogares confiamos la existencia de los bebés humanos. Así que lo mejor que podemos hacer para llegar a alguna conclusión es estudiar a los monos.
Tras disfrutar con Proyecto Nim, es inevitable recordar desde El planeta de los simios y su origen, hasta la colección de películas de Tarzán, pasando por las versiones de King Kong, Gorilas en la niebla y todo tipo de monadas de cine. En ellas se ha profundizado fundamentalmente sobre antropología.
Pero olvidándonos del cine y adentrándonos en la ciencia, y en los estudios realizados recientemente con primates, diferentes corrientes se sienten fascinadas por el estudio de los chimpancés y de los bonobos y por la diferencia de sus comportamientos. De hecho son muchos los que dicen que los seres humanos tenemos muchísimos paralelismos con ambas especies, y que de estos se podrían sacar contundentes conclusiones. Sabemos que los chimpancés se reúnen en comunidades dominadas por un macho fuerte al que no le tose nadie. Y que los bonobos son sociedades fundamentalmente matriarcales, sumamente tolerantes, que entienden el sexo como un gran medio para resolver conflictos y donde todavía no se conoce la violencia mortal.
Visto el vídeo, uno se queda perplejo, y es casi imposible imaginarse que los embajadores de las diferentes naciones utilizaran estos métodos para resolver los conflictos internacionales. Aunque no habría que irse tan lejos, bastaría con acercarnos a nuestro trabajo, a nuestra comunidad de vecinos y encauzar por esos caminos la resolución de problemas. Suena a cachondeo, a disparate, pero no me pueden negar que no les entran ciertas dudas sobre si esto podría ser mejor que sentirse, como estamos en casi todos nuestros entornos sociales, cautivados por un chimpancé cautivo.
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