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De la histeria a la delicadeza

En mi temprana juventud consideraba que el siglo XX era la prueba palpable de la capacidad de aniquilación que tenía el ser humano sobre su especie y sobre el Planeta. Hasta que la inteligentísima y afrancesada Begoña, una gran amiga, me sacó de ese profundo pesimismo. “Para una mujer es imposible pensar en el siglo XX como tú lo haces. Para nosotras es el momento histórico de nuestra liberación”. No cabe duda de que desde ese punto de vista el siglo veinte es, en porcentaje, la etapa de la historia de la humanidad en la que más gente vivió mejor, gracias a que la mujer dio un paso de gigante en términos de igualdad. Una igualdad que se consiguió gracias a una lucha tenaz que hoy mantiene a muchas vigilantes para disuadir a aquellos que quieren que volvamos al siglo XIX tanto en el ámbito social como en el laboral. 

Es precisamente en esa época donde se desarrolla Hysteria, una de las películas de la cartelera que habla de mujeres.

Hysteria
En tono de comedia desenfadada, Hysteria relata los prolegómenos de un invento esencial para suplir la torpeza de muchos hombres, el vibrador. Llena de momentos hilarantes, la película hace estereotipos de personajes de ese momento histórico, en el que destaca la pasión y convicción de la simpática y enérgica revolucionaria que interpreta Maggie Gyllenhaal, una de tantas mujeres que rompieron el status quo. Fuera del tono cómico resulta aberrante que se confundiera la insatisfacción sexual femenina con la histeria y que se encerrara a las mujeres que la padecían en sanatorios psiquiátricos.

Significativo que Hysteria haya coincidido en la cartelera con Ellas, título que desnuda los motivos por los que jóvenes estudiantes se prostituyen, hoy en día, para pagarse sus estudios, ante la sorpresa de una madre, interpretada por la siempre genial Juliette Binoche. Significativo porque muy pocos y muy pocas aceptaran que esas mujeres disfruten y se lucren con este trabajo.

 

Ver vídeoDías de cine: 'Ellas'

De la prostitución emocional a la que nos ha llevado el sistema económico en el que vivimos, el INTIMIDADES 2capitalismo, nos habla la socióloga marroquí Eva Illouz, en Intimidades congeladas. Contrariamente a la visión fría y desprovista de emociones que creemos tener del sistema económico de la prima de riesgo, Eva Illouz muestra que el capitalismo ha alimentado una intensa emocionalidad que ha favorecido el desarrollo de una nueva cultura de afectividad: las relaciones económicas han adquirido un carácter profundamente emocional y las relaciones íntimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio. Interesante ensayo que merece completarse con otro de la misma autora: El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo.

Llegados a este nivel de densidad dialéctica, ¿cómo se pone uno a hablar de La delicadeza, la tercera película que habla de mujeres?

      Delicadeza: Hecho de ser delicado.

      Delicado: Que manifiesta gran tacto o sensibilidad.

                                            (Larousse de la lengua francesa)

No había leído el libro que originó la película cuando me adentré en las cautivadoras imágenes que perfilan el bello, imaginativo, humorístico y original retrato del amor y duelo que el escritor de la novela ha construido junto a su hermano. Es curiosa la extraña sensación que producen novela y película. Si se ve la película te gusta, e irrefrenablemente buscas la novela, que devoras imaginándote página tras página a Audrey Tatou en el personaje de Nathalie. LA DELICADEZA LIBROEl libro llena más por la genialidad de la inclusión de intermitentes citas que salpican de pausas el relato, como una certera descripción del signo de nuestro tiempo. La película ofrece preciosistas hallazgos visuales y cuidadas transiciones, en un tono casi surrealista que navega entre el romance el drama, la comedia y el absurdo. En este orden, primero película y después novela, se disfruta ampliamente de ambas versiones, que no son exactamente iguales. Es posible que el placer no sea el mismo si la sofisticada Nathalie que invente nuestra imaginación choca con la que genialmente interpreta Audrey Tatou, y si el tímido y silencioso Markus de la novela no cuadre, para nosotros, con la soberbia interpretación que hace el cómico belga François Damiens del personaje, en la película.

Hay en el duelo una fuerza contradictoria, una fuerza absoluta que lo propulsa a uno tanto hacia la necesidad de cambio como hacia la tentación morbosa de la fidelidad al pasado.

La delicadeza (David Foenkinos)

@MiguelCastroU

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Miguel Castro    7.jul.2012 19:27    

El mundo es nuestro

¿Qué pasaría si le encargásemos a Berlanga que rodara una película sobre la sociedad andaluza con ayuda de Los Morancos y de Rafael Azcona? Una película imposible de llevar a cabo por estos autores, por razones obvias, pero que un par de desconocidos llamados Alfonso Sánchez, y Alberto López, han plasmado en un genial disparate titulado El mundo es nuestro que se estrena el día 22 de junio.

Presentacion_el_mundo_es_nuestro

Desde luego no han sido los primeros en meter dentro de una sucursal bancaria un crisol de estereotipos de nuestra sociedad, en mitad de un surrealista y chapucero atraco llevado a cabo por dos chisgarabís, pero sí hay que reconocerles el mérito de haber logrado que nos carcajeemos al vernos reflejados en un espejo sumamente revelador de lo que es la España del siglo XXI. Sobre todo cuando el atraco se complica y coinciden en la misma sucursal los dos raterillos con un empresario arruinado cargado de explosivos, que amenaza con inmolarse y exige la presencia de la televisión para denunciar públicamente su precaria situación económica. A partir de ahí el eficaz sainete provoca la risa una y otra vez. El retrato de los medios de comunicación, de la banca, de las fuerzas de seguridad, de la ciudadanía, es tan delirante como lamentablemente real. 

Una historia que bien podríamos trasladar a la que se vive alrededor de otro banco, un poco más grande, el llamado BCE (Banco Central Europeo), y a la gran corrala que forman los presidentes, parlamentarios, y funcionarios de la llamada Unión Europea y sus paises miembros. Un grupo donde destacan los más ansiosos por pasar a la posteridad, cueste lo que cueste. Embriagados de protagonismo llenan los medios de fatuas declaraciones sobre la preocupante situación de la llamada cuna de la civilización occidental. Han diagnosticado que se encuentra en la UVI y que necesita enormes transfusiones para salir de ella. Pero siguen sin darse cuenta de que el enfermo se está desangrando arrastrado por una incontinente ludopatía.   Quema de billetes

Estados Unidos, finales del siglo pasado. Allan Grenspan, presidente de la Reserva Federal, el equivalente al BCE, decide hacer, por etapas, la mayor desregulación del sistema financiero de la Historia, lo que permite que se geste lo que Matt Taibbi en Cleptopía (Editorial Lengua de Trapo) llama la economía de la burbuja. 

Imagina que toda la economía se convierte de pronto en un casino. Los inversores apuestan sobre los futuros del petróleo, de las hipotecas basura, los valores de Internet, buscando una ganancia fácil y rápida. En este escenario, los grandes intermediarios, los agentes de bolsa y los bancos de inversión siempre ganan, como la banca de los casinos – independientemente Cleptopíade que las inversiones tengan éxito o fracasen, ellos siempre se llevan su parte como comisiones e intereses-. Y aunque las burbujas especulativas no tengan en sí mismas ningún valor inherente, el dinero que se lleva la banca es absolutamente real(… ) Ahora imagina que cada vez que la banca estalla y todos los apostantes se quedan sin blanca, la banca puede pedir prestadas montañas de dinero al Estado prácticamente gratis. El casino les presta a su vez ese dinero a los clientes que se acaban de arruinar, que a su vez vuelven a apiñarse en las mesas para perder de nuevo hasta la camisa. 

Leí Cleptopía y aunque disentí en muchos momentos con el estilo de periodismo gonzo que utiliza Taibbi en muchos párrafos, en esencia transmite lo mismo que una gran película como Inside Job (enlace a un excelente reportaje de Raúl Alda sobre la película). Libro y película generan una profunda impotencia. Y hacen que uno, con lo que está pasando hoy y desde la más profunda ignorancia, se haga estas preguntas:

  ¿Por qué hay tanta gente que se está haciendo multimillonaria apostando por la destrucción de una parte de Europa y Europa lo consiente?

  ¿Por qué no existe una regulación de los mercados financieros que acabe con los especuladores?

  ¿Qué poder real tienen los políticos, representantes legítimos de los ciudadanos contra los mercados? 

Irritado, indignado, cabreado, como mis amigos. Preocupado al escuchar como una amiga doctora, el ser más pacífico que conozco, habla de emprender acciones violentas para detener lo que está ocurriendo con la Sanidad en nuestro país. Avergonzado al leer que en Grecia un parto cuesta ya 1500 euros, cuando antes lo cubría la sanidad pública, busco algo que ayude a poner una pequeña tirita a la hemorragia de Europa. Reiniciando españa

Un excelente programa de televisión me da algunas claves. Salvados, conducido por Jordi Évole, plantea como reiniciar España a través del llamado modelo económico del bien común. Un modelo que plantea ideas de cómo transformar la empresa, la banca y la política para modificar profundamente las bases de un sistema que prima el lucro, el beneficio y la competitividad  y sustituirlas por otras muy distintas: el bien común, el bienestar y la cooperación. 

Empresarios, políticos y directores de bancos, muy diferentes a los que estamos acostumbrados a ver, aparecen en el programa con ideas singulares que no son utopías, sino proyectos ya realizados que han sido llevados a cabo en diferentes lugares de nuestra geografía. Nuestro país está lleno de gente que no habla de ideologías sino de una necesidad de regeneración ética, de unos mínimos valores que constituían nuestra cultura y que han sido arrasados por la codicia.  Millones de personas que piensan que el mundo no es del corrupto, del defraudador, del que prima los intereses del partido sobre todo lo demás, del que invierte en depósitos bancarios que ni siquiera sabe de qué manera consiguen beneficios y así apoya, sin darse cuenta, lo que está pasando. Día a día, tenemos la oportunidad de hacer que el mundo sea un poco más nuestro y para ello no hace falta amenazar con inmolarse en una sucursal bancaria. ¿A qué estás esperando?

@MiguelCastroU

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Miguel Castro   16.jun.2012 14:53    

Espejismos de realidad

    Estoy un poco tocado desde hace unos días. Resulta que me metí en mi cuenta de Twitter y encontré que había un nuevo seguidor que se llamaba Miguel Castro. Por un momento pensé que, en un oligofrénico ataque de ego, había decidido seguirme a mí mismo pero, al mirarme al espejo, deseché inmediatamente esa opción. No podía ser, así que revisé los tweets de mi doble para descubrir su identidad. Escribía en ingles y su vocabulario era el de un joven, o tal vez el de un anciano haciéndose pasar por un joven. Leí un par de tweets más y deseché la segunda opción. Seguí curioseando y me puse a mirar a quién seguía. En ese momento me entró un escalofrío: había un inmenso listado de migueles castros, el joven coleccionaba migueles castros. ¿Para qué?, me pregunté. El cine independiente me decía que tal vez era uno de esos adolescentes que buscaba en los otros su propia identidad. Pero los thrillers me prevenían a gritos de que podría tratarse de un psicópata que ideaba un macabro plan para quedarse él, y solo él, como el único miguel castro de Twitter. En eso estaba cuando lo conté en la redacción de Días de Cine y Mónica me apremió a que revisara un cortometraje, Doppelganger. 

Johnny depp with hunter s thompson1

Pero no lo hice. Estaba demasiado enfrascado con el reportaje de Los diarios del ron, con un personaje tan alucinante como alucinado: el escritor Hunter S. Thompson, el creador del periodismo gonzo, o más bien de una brillante narrativa que representaba una subjetiva forma de ver el mundo que se aproximaba más a la literatura que al periodismo. Años después un ejército de malos imitadores tiñeron el periodismo de brillante amarillo, y otros muchos decidieron que para qué era necesario buscar noticias si uno se las podía inventar.  

Hunter S. Thompson vuelve a estar de moda gracias a Johnny Depp. Su gran amigo pretende que nunca muera el escritor maldito que, como había anunciado muchas décadas antes, acabó con su vida pegándose un tiro. Depp cumplió su promesa y pagó el entierro que deseaba el escritor. Esparció sus cenizas desde un enorme tótem, disparándolas junto a una lluvia de fuegos artificiales por valor de millones de dólares. La última aspiración megalómana de un crítico del sueño americano que adoraba tanto las armas como los psicotrópicos.

El Sunset Limited

Acabé el reportaje de Días de Cine y me fui de vacaciones a París en un tour que incluía reencuentro con dos amigos, vino, quesos, toma burguesa de la Bastilla y lectura de El Sunset Limited de Cormac McCarthy. Todo absolutamente excelente. 

Blanco: Ese tipo de cosas son las que tienen valor para mí. Son los cimientos de la civilización. O al menos tenían valor antes. Ahora ya no tanto.

Negro: ¿Y eso?

Blanco: La gente dejó de valorarlas. Yo también, hasta cierto punto. No sabría decirle exactamente por qué. Ese mundo en gran parte ha desaparecido. Pronto habrá desaparecido del todo.

Negro: No sé si le capto, profesor.

Blanco: No hay nada que captar. Olvídelo. Las cosas que me gustaban eran muy frágiles. Yo eso no lo sabía. Pensaba que eran indestructibles. Y no.

Negro: Ah. Y eso fue lo que le hizo saltar del andén. No era un problema personal.

Blanco: Es personal. La cultura y la educación hacen que el mundo sea personal.

Negro: Hum.

Blanco: Hum qué.

Negro: Nada, estaba pensando que lo que acaba de decir es muy potente. No sabría como responder a ninguna de esas cosas  hasta puede que no haya ninguna respuesta. Pero aún así digo yo que para qué sirven todas esas ideas si no lo mantienen a uno clavado al andén cuando entra el Sunset Limited a más de cien por hora.

Blanco: Buena pregunta.

Negro: Eso pensaba.

Éste es sólo uno de los diálogos que mantienen dos personajes antagónicos que se han visto unidos por un suceso que ha ocurrido en el andén de metro. No sabía de qué iba el libro cuando comencé a leerlo. Dos suicidas estaban marcando el devenir de la semana: uno tan real como cinematográfico Hunter S. Thompson; el otro tan literario como lleno de verdad, Blanco. Me gustaría que Miguel del Arco llevara el libro a los escenarios españoles, me encantaron La función por hacer y Veraneantes. ¿Lo has leído, Miguel?

¿Miguel? Me viene de nuevo a la cabeza doppelganger, el vocablo alemán que sirve para designar al doble fantasmagórico de una persona viva. ¿Cuántos migueles del arco habrá en Twitter? He contado diez en un primer vistazo rápido ¿Qué debe uno hacer cuando se encuentra con su doble fantasmagórico? ¿Cuántos hay a nuestro alrededor que son exactamente como nosotros? 

Finalmente visioné el cortometraje, Doppelganger. Me gustaron algunas cosas, otras no tanto. Pero ofrece algunas respuestas y buenas intenciones, como el personaje Negro de Cormac McCarthy. Algunas respuestas y buenas intenciones, tanto para los incansables buscadores como para los hastiados de tanto buscar. 

                                                                                           @miguelcastrou                                                                                   

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Miguel Castro   13.may.2012 20:45    

Divinas terapias

  • - Buenas tardes.
  • - Buenas tardes. ¿Qué desea?
  • - Dejar de desear.
  • - ¿Cómo?
  • - Dejar de desear para vencer esta comezón que me corroe por dentro.
  • - Ya, pero entonces dejaría de ser útil.
  • - ¿Útil?¿Usted piensa que es útil un crítico de cine en un país donde ya casi nadie va al cine?
  • - ¿Es útil ser Dios cuando uno tiene que respetar el libre albedrío?
  • - No lo había pensado.
  • - ¡Claro que no lo había pensado! ¡Cómo lo va a pensar! Si están ustedes ensimismados, todo el día a lo suyo. Vamos a ver si nos ponemos en situación. Usted es crítico de cine, ¿no? Pues eso: se ve una peliculita, la ensalza o la destroza, y a otra cosa mariposa. Yo qué quiere que le diga pero la comezón de la que me habla como que no se la veo. Si lo que tiene usted es el  síndrome de Peter Pan en la planta séptima están ingresados Walt Dysney, Gombrowicz y Michael Jackson ¿quiere que llame a alguno de ellos? 
  • - No, no, no se trata de eso. La comezón no viene del cine…es por el fútbol.
  • - ¿Por el fútbol?
  • - Sí.
  • - Ya.
  • - Yo era feliz hasta que recibí la carta de Adolfo Blanco, un distribuidor al que admiro mucho. 
  • - Ya, creo que sé de lo que me habla. La que hablaba de las deudas del fútbol, los 752 millones que deben a Hacienda ¿verdad? 
  • - Sí, ¡esa, esa!
  • - No es el primero que viene con esos sintomas. Los partidos ya no son iguales para usted
  • - ¡No, no son iguales!
  • - Por las noches le atormenta el párrafo ese donde le cuestionaba a Wert:¿nos hemos parado a pensar que un sólo fichaje de un jugador de élite cuesta más al sistema que lo que ahora su Ministerio le está quitando al cine español? 
  • - ¡Si, sí!
  • - Y ese otro de las televisiones:  Hay muchos millones de españoles que no aprueban que las televisiones gasten tanto en el fútbol. Y menos aún el Estado con nuestros impuestos. 
  • - ¡Sí, sí, durísimo! El caso es que, además, el otro día, tras la derrota, se me ocurrió consolar a mis amigos diciéndoles que no importaba que hubiésemos perdido, que lo habíamos pasado muy bien, que lo importante es el viaje, no el destino.
  • - Muy bien, hijo. ¿Y qué pasó?
  • - No me hablan desde entonces.
  • - Ya.
  • - ¿Le parece normal?
  • - Hombre… a mí me crucificaron.
  • - Ya, perdone, se me había olvidado.
  • - No se preocupe, me suele ocurrir.
  • - Y además hay otra cosa: últimamente no satisfago las expectativas vitales de mi amante en el sentido de que ella quiere sentir que estoy bien bien cuando estoy con ella. Yo creo que estoy bien bien, pero ella dice que no estoy bien bien cuando me quedo ensimismado. A mí me gusta estar ensimismado, a veces, sabe. ¿Qué puedo hacer?
  • - Claro, claro. Siguiente.
  • - ¡Oiga, pero me va a despachar así!
  • - Vamos a ver, ¿usted tiene claro con quién está hablando?
  • - No.
  • - Vamos que podría ser que yo no estuviese aquí, ¿no es así? 
  • - Podría ser.
  • - ¡Qué no cree, qué usted no cree!
  • - Hombre, yo…
  • - Usted sabe la desazón que acaba de provocarme. 
  • - No pretendía…
  • - Ya. Siguiente, por favor.
  • - Buenas tardes, me llamo Sergio. Desearía que me devolvieran la pelota.     
  •                                                                                                                  
  •                                                                                 
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Miguel Castro   27.abr.2012 11:49    

Fingir para sobrevivir

Microrrelato. Desamor.

Se  miraban cuando uno de los dos sugirió: finge que me quieres que yo fingiré que te deseo.

     Me vino a la cabeza este microrrelato nada más terminar de ver De Nicolas a Sarkozy, fiel retrato de un hombre que ha basado su vida en hacer política de consumo, política de usar y tirar. Con ella no se construye un mundo mejor  pero permite satisfacer una ambición personal desmedida a base de cambiar de opinión en función de las encuestas de intención de voto. Una ambición compartida con alguien que un día le quiso y que le ayudó a alcanzar lo que más deseaba, la presidencia de la República Francesa. Es desasosegante el retrato de esa mujer que decidió dejar de fingir para entregarse a una pasión, justo cuando le esperaban las puertas de El Eliseo.  
      9788433962676 Tengo un libro de cabecera sobre el amor y las pasiones. Lo escribió una antropóloga,  Helen Fisher. Nada como ponernos en nuestro sitio para explicar nuestro comportamiento, y nuestro sitio está con el de los animales. Según Fisher los seres humanos necesitamos alimentar nuestras vidas de amor romántico, lujuria y apego, ya que inyectan al cerebro el chute de enzimas necesarias que precisa nuestra especie para vivir satisfactoriamente. El caso es que hay muchos individuos que son capaces de encontrar una sola persona que les satisfaga estas necesidades, pero hay otros muchos, prácticamente la misma cantidad, que pueden amar a una persona, desear a una segunda y querer vivir con una tercera. Esto lo argumenta científicamente Fisher en Anatomía del amor.

     Debe de ser difícil que te expliquen esto de pequeño. Por eso el esquema de relación de pareja se transmite, generación tras generación, simplificado con el cuento del Príncipe Azul. Años más tarde, ya en la madurez, con el príncipe morado y la princesa hastiada, se pasa en muchos casos al hagámoslo por los niños, por la república, por la monarquía: finge que me quieres y yo fingiré que te deseo.  Dejando a un lado el arte de la apariencia me puse a preparar el reportaje de Los juegos del hambre para Días de cine, una antiutopía con final feliz de muy recomendable visionado, cuando surgió el Rey en la pantalla de mi ordenador. Se abría una puerta en un lugar muy estrecho y aparecía el monarca con la cara abotargada. El escenario era tan pequeño como inusual y la puesta en escena simple y apresurada. El monarca saludaba, informaba sobre su salud y un tanto apesadumbrado decía: “ Lo siento mucho, no volverá a ocurrir”. 

    Continué con el guión del reportaje que me llevo a considerar Los juegos del hambre como una mezcla de Gladiator, El show de Truman y el programa de televisión Supervivientes. Una película basada en cuestionar la insaciable necesidad de consumir la vida privada de los demás a través de la televisión. Revisaba  El show de Truman cuando apareció un titular debajo de la imagen del Rey. Un grupo de comunicadores y sociólogos había analizado sus gestos y determinaba que su perdón era sincero. Curioso que se afanen en determinar el grado de sinceridad de una persona que desde niño ha aprendido el arte de fingir. A mí también me parece sincera su declaración, lo que ya no tengo tan claro es qué es lo que siente mucho porque no lo aclara. La noticia fue eclipsada rápidamente por el incremento de la prima de riesgo, justo cuando yo debía de estar enfrascado en el análisis de reality shows, aunque tal vez era lo que estaba haciendo.

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    En esto comencé a revisar unas entrevistas que me habían llegado de Estados Unidos.  Donald Sutherland inundó la pantalla. Hablaba de una secuencia esencial de Los juegos del hambre, cuando el presidente del ficticio estado totalitario le dice a uno de sus acólitos que es necesario dotar a los oprimidos de un grado exacto de esperanza. La suficiente para mantenerlos vivos y la justa para que ésta no desborde al miedo y haga que se levanten contra los opresores. 

    En otra entrevista aparecían Elizabeth Banks y Lenny Kravitz relacionando el movimiento de los indignados con el mensaje de la película e instando a los jóvenes a la rebelión. Por supuesto, después de ver la película. ¡Qué fácil es decirle a los jóvenes, desde un sillón,  lo que deben hacer! Tanto como ser un articulista de éxito y soltarle un interminable y pedante sermón a una joven que se ha quedado encerrada con él. Es Madrid, 1987, de David Trueba, y uno de los mejores momentos cuando el personaje que interpreta María Valverde, estudiante de periodismo, pone en su sitio a un elefante blanco de la profesión que interpreta el septuagenario y casi siempre magnífico José Sacristán.

    La prima de riesgo seguía subiendo, las redes sociales se inundaban de todo tipo de comentarios republicanos y ahora aparecía Jennifer Lawrence en la pantalla de mi ordenador. La brillante heroína de Los juegos del hambre confesaba que ya no podía salir de casa, que ya no tenía vida privada y que esto le había dado un gran bajón. La película que insta a la rebelión ha conseguido encerrar a su joven protagonista en una jaula de oro.

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    En otra jaula, aislado,  se encuentra Jafar Panahi, un cineasta iraní que esta semana estrena Esto no es una película. El testimonio que ha rodado desde su obligado encierro domiciliario, inhabilitado para hacer cine durante 25 años por un gobierno totalitario que le sometió a esa kafkiana condena. Esto no es una película es una obra indispensable para cinéfilos y no cinéfilos aunque muchos podrían llegar a pensar que es un reality show protagonizado por el cineasta.  Cuesta mucho discernir últimamente entre ficción y realidad. Algo que no debe causar inquietud. Puedo asegurar al ciento por ciento que lo que acabas de leer es ni más ni menos que un blog.                                                                                                                                                                                                                                                   @MiguelCastroU

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Miguel Castro   20.abr.2012 17:19    

La mayor paradoja de la Historia del Cine: La invención de Hugo.

     Abro las páginas de La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick y me doy cuenta de que el libro está lleno de maravillosos dibujos que forman parte de la narración. Mi amiga Linda me enseñó que estaban realizados con lápiz de grafito, deshaciendo el error que yo había cometido atribuyéndoles la técnica de carboncillo.  Un libro donde las ilustraciones tienen el mismo papel narrativo que el texto: lo que se cuenta a través de los dibujos no está descrito en el texto escrito, y viceversa.  

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    Imagino a Martin Scorsese con el libro en sus manos, por vez primera, descubriendo la vida de un niño que vive en unos laberínticos pasillos olvidados de una estación de ferrocarril de París. Un niño que cuida de que los enormes relojes de la estación no pierdan cuerda; un niño que, en sus ratos libres, deambula buscando piezas que le puedan servir para arreglar a un autómata.

    Un niño que ha  clavado su mirada en un arsenal de ruedas imperiales y ejes de barrilete: la juguetería de un anciano llamado G. Meliès que se encuentra en mitad de la estación. En ese momento, Scorsese, excitado, debió de comenzar a pensar en cómo sería el plano de inicio de la película. Imaginó un movimiento aéreo de aproximación a la estación. Nieva sobre París, la película será rodada en 3D y la nieve tiene que caer en la sala mientras la cámara se acerca a la estación, penetra en ella, recorre a gran velocidad los andenes esquivando la actividad frenética humana que se desarrolla en ellos, para posarse en el caminar del protagonista de la historia: Hugo Cabret.

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    A partir de ahí, Scorsese, ese hombre que en más de una ocasión ha declarado haber pasado algunos de los mejores momentos de su vida en una sala de cine, devoraría las páginas escritas por Brian Selznick para ponerse como reto recuperar la memoria del mago de todos los magos del séptimo arte, Georges Meliès, y rendirle un homenaje que le obligara a trazar la mayor paradoja de la Historia del Cine, refilmar en tres dimensiones El viaje a la luna que rodó en 1902 el más imaginativo de los pioneros de esta profesión. 

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    Así lo vivimos un grupo de privilegiados el pasado jueves en el cine Proyecciones de Madrid, como una experiencia única que nos colocaba en 1931 y hacía que se detuviera el tiempo, que durante casi dos horas nos creyéramos que todo lo que veíamos ocurrió de verdad. Bastaba con que alguien lo hubiese filmado para que fuese cierto, que un director al que admiramos por sus inquietantes retratos de los mundos más sórdidos se propusiera contar una historia llena de cine y de vida a su hija de doce años. Una historia rebosante de su propia vida, la de alguien obsesionado por recuperar películas antiguas, fotogramas olvidados. 

     Es la quinta vez en unos pocos meses que un cuento genial inunda la gran pantalla: Medianoche en París, El ilusionista, The Artist, Le Havre, y ahora La invención de Hugo. Tal vez sea por que precisemos urgentemente de una profunda revisión del presente. Y mientras llega, tan sólo podemos pedir a gritos que nos cuenten historias que cambien la Historia. 

Categorías: Cine , Libros

Miguel Castro    6.feb.2012 16:30    

Piratas

Sábado, 21.Viaje a Bristol, Inglaterra, a la sede de la compañía Aardman. Objetivo: descubrir los secretos de la última producción de la empresa de Chicken Run y Wallace and Gromit. El viaje es largo, con trayectos en avión y tren que dejan mucho tiempo de lectura. La noticia estrella de los periódicos es Megaupload y la foto del día es la de los  cuatro fundadores de la empresa detenidos. 

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Entre los analistas casi nadie duda de que estos cuatro nuevos ricos sean unos jetas que se han enriquecido a base de lucrarse con algo que no les pertenece. Pero el tema de que existan lugares de intercambio de archivos en Internet suscita todo tipo de opiniones enfrentadas entre los partidarios de las descargas (con razones de peso como defender el derecho al acceso gratuito a la cultura), y los que producen esa cultura que defienden su derecho a vivir de lo que hacen (con razones tan incontestables como querer cobrar por aquello que genera riqueza cultural). Menos mal que ya estoy llegando a Bristol, porque lo único que se me ocurre es que no hay dinero para subvencionar la cultura libre que defienden los partidarios de las descargas legales, subvencionarla para que los creadores reciban una compensación económica y lógica por su trabajo.

    Aunque bien pensado, sí, hay dinero, y mucho. Por ejemplo:  hace unas semanas el Banco Central Europeo prestó a los bancos medio billón de euros a un interés del 1% para que los bancos compren deuda española o italiana al 4% y obtengan un beneficio del 3%. Una operación que a nadie le parece un robo sino una intermediación rentable promovida para sanear las cuentas de las paupérrimas entidades financieras. Así, a lo mejor los bancos se deciden a prestar dinero a aquellos ciudadanos que quieran, por ejemplo, montar un negocio; prestar dinero a los mismos ciudadanos que con sus impuestos llenan las arcas del Banco Central Europeo que es el que les ha prestado el dinero a los bancos. No, no se trata de un trabalenguas: es teoría económica al más alto nivel promovida por un grupo de asiduos a paraísos fiscales. 

De verdad, qué mal sienta leer la prensa cuando está uno de viaje. No sé cómo he podido acabar escribiendo de banqueros si el motivo del viaje a Bristol es una película de animación titulada Piratas

 Se trata de la nueva producción de los estudios británicos Aardman. Más de trescientas personas han trabajado durante cinco años para que el próximo 29 de junio podamos ver esta maravilla técnica mezcla de animación tradicional y de animación por ordenador, que se mofa de una obsesión que recorre el mundo: la de ser famoso. Obsesión de la que no se  se libran hoy en día ni los capitanes piratas.

Piratas

Tengo una imagen romántica de algunos piratas. Debe de ser por el espíritu libre que parecen tener, por la ausencia de reglas que rigen sus vidas, por la habilidad para el engaño, por la picaresca. Me caen bien. Jo, una de las animadoras de Aardman está moviendo los brazos, las piernas, las cejas del Capitán Pirata. Lo ha hecho durante años, ocho horas al día, para conseguir rodar cinco segundos de película cada semana. Es un trabajo que requiere precisión y paciencia, absolutamente artesano, un trabajo que le entusiasma porque sabe que puede ilusionar a mucha gente cuando esté terminado y la película pueda ser contemplada en la gran pantalla. Cuando se mira sus rápidos y precisos movimientos uno siente que Jo trabaja en algo real, tangible, como el resto de los trabajadores de Aardman que se han embarcado en una aventura que sólo tendrá recompensa y continuidad en el tiempo si se consigue rentabilidad económica de la misma.  

THE_PIRATES!_Bristol_Photo_Call_shot_4_NONUKEs extraño ver a Hugh Grant entre tanto loco amante de la animación, parece un ser de otro planeta: el auténtico icono fílmico del individualismo emocional y de la ausencia de compromiso compartiendo oficina con unos tipos apasionados por unos muñecos. Grant pone la voz al Capitán Pirata en la versión inglesa de la película. Es lo primero que hace relacionado con el cine desde hace casi dos años. Desde entonces ha visitado muchos juzgados, fue uno de los denunciantes del llamado phone hacking, el escándalo que destapó que uno de los periódicos sensacionalistas británicos de mayor tirada, News of the World,  se encargaba de pinchar teléfonos a celebridades para conseguir información privada que pudiera alimentar de exclusivas las páginas del tabloide, y para más inri utilizaba a policías para realizar las escuchas.

“Se podría argumentar" – nos comenta Grant - "que aquellos que se lucran en su propio beneficio de la intimidad de otros están llevando a cabo una práctica pirata”. El protagonista de tantas comedias confiesa el miedo y estrés sufrido en este tiempo. “Los tabloides son muy poderosos, llevan haciendo esto desde hace años en connivencia con elementos de la policía y del Gobierno. Tabloides, policía y Gobierno es una mezcla que puede resultar sumamente amenazadora para cualquiera”. 

Jo sigue moviendo las articulaciones del Cápitan Pirata para enseñar cómo es el día a día de su trabajo a otros compañeros de la prensa internacional. Me cae bien este Capitán Pirata de Aardman, me resulta simpático. Ahora creo que es el único pirata del que he tenido noticias últimamente que encierra el espíritu libre y romántico del que uno se empapa leyendo novelas de aventuras. Es lo que tiene la ficción, que hace que confundamos nuestra idea de las cosas con la realidad. No hay nada de romanticismo en los piratas de hoy: tan solo grandes dosis de codicia en muchos casos, y de irresponsabilidad en otros.

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     De regreso a Madrid tuve la oportunidad de ver J. Edgard, la última de un clásico vivo, Clint Eastwood, un director que hace años que no me decepciona. Su nivel narrativo está muy por encima de la media de lo que se ve semanalmente en las salas. La factura de la película es impecable pero en este caso no me interesa nada el personaje. Me parece que tiene tan poca alma que me deja absolutamente frío: es el retrato de uno de esos tipos que fue capaz de edificar un mundo de “libertades” cimentado de basura, movido por coletazos de su peor enemigo: la vanidad. Un tipo que habría que haberle enseñado lo que cuenta una película pequeña, sin pretensiones, que se puede hacer universal, la tierna Arrugas, haberle enseñado que al final todos, o nos hacemos viejos o nos morimos antes, y de ahí no podemos escapar por mucho que nos pasemos la vida mirando hacia otro lado. 

 Arrugas-pelicula-animacion-historia-premios-goya-nominada-mejor-guion-adaptado_1_1042473  Tyrannosaur-movie-image-peter-mullan-01 

  Mirar de frente hacía lo que somos es lo que nos propone Redención (Tyrannosaur), la que posiblemente será una de las grandes películas del año, mirar de frente hacia el animal que podemos tener dentro y ser capaces de domarlo para conseguir redimirnos.  Redención no se estrena hasta el mes de marzo pero es la película que más me ha conmovido de las últimas semanas. Su visionado silenció durante largo rato el ruido mediático que aturde el día a día. Al igual que lo silenció un libro que cayó en mis manos gracias al consejo de una gran amiga que siempre te ofrece generosamente lo que necesitas. Hay alternativas, se titula el libro, y éste es el enlace gratuito donde se puede descargar,donde se puede leer, porque sus autores así lo han decidido. No ambicionan ganar dinero con el libro, simplemente quieren cambiar el mundo.

 http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2011/10/hayalternativas.pdf

  

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Miguel Castro   30.ene.2012 15:55    

The Artist y las películas del año

 

THE ARTIST

 Decía la semana pasada el director de The Artist,  Michel Hazanavicius, en la presentación de su maravillosa película en Madrid, que una de las cosas que le habían movido a filmarla era aprender de cómo vivieron un grupo de personas un cambio tecnológico que transformó radicalmente su trabajo y por lo tanto, sus vidas. El paso del cine mudo al sonoro supuso una revolución en la industria cinematográfica que provocó la inadaptación de muchos y una gran oportunidad para otros, justo en un momento histórico donde la crisis del 29 hacía trizas los cimientos del frágil e ingenuo sueño americano.

Hazanavicius resaltaba los paralelismos con una época como la actual donde los cambios tecnológicos hacen que vivamos en una permanente necesidad de adaptación laboral: muy probablemente la mayoría de nosotros tengamos la necesidad de reciclarnos, de aprender una nueva profesión, antes de que alcancemos la edad de jubilación. Y uno de las mejores momentos de The Artist es cuando su protagonista, tras un durísimo y erroneo encaje inicial de su situación, aprende a levantarse de nuevo, por supuesto con gran ayuda, despojándose de grandes dosis de vanidad y recuperando la magia que le hacía moverse vertiginosamente sobre sus pies a ritmo de tap dance. Un cuento conmovedor e ilusionante, en blanco y negro, casi mudo, para devolvernos la capacidad de soñar ante un ciberpresente tan vertiginoso como poco esperanzador.

Tráiler de The Artist

MIRADAS AL PASADO

No es novedoso, ni en cine ni en literatura, el mirar hacia atrás, hacia el pasado, para buscar un aprendizaje sobre el presente. El cine lo ha hecho este año en títulos excepcionales en los que es posible encontrar tantas respuestas como preguntas. 

 El ilusionista. Película de animación, casi muda que recrea el universo del cineasta francés Jacques Tati, partiendo de un guión inacabado del genial creador de Mi tío, Playtime o Las vacaciones del señor Hulot. Cine que habla al mismo nivel tanto de la necesidad de vivir de ilusiones como de la exigencia vital del conocimiento de sus límites. Nadie come gracias a sus sueños sobre príncipes, princesas, duendes y hadas, y hay mucha gente en el mundo incapaz de vivir en la realidad, cuidada por otra gente que se deja la piel en durísimos trabajos, día a día, para mantener el mundo de ilusión reclamado por estos ingrávidos habitantes del mundo de la fantasía del planeta Tierra. 

Especial en rtve.es sobre El ilusionista.

Midnight in París. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, simplemente lo hemos idealizado, es la conclusión que podríamos sacar de esta genial comedia de Woody Allen que nos lleva desde el París de hoy al de vivieron Fitzgerald, Buñuel, Dali y Hemingway e incluso nos transporta a otro un poco más lejano: el de Tolouse Lautrec, Gauguin y el can-can. Una producción española que opta a Mejor Película en los Goya, pero que difícilmente será nominada en esta categoría. 

Reportaje de Días de Cine de Mignight in Paris

The Artist, El ilusionista, y Midnight in Paris ponían su mirada en la primera mitad del siglo pasado para sacar conclusiones sobre la época actual. Mientras tanto, otros trabajos arriesgaban menos, con miradas más próximas pero más contundentes que nos hacían reinterpretar pasado y presente y nos provocaban una profunda convulsión. Hablamos de No habrá paz para los malvados, George Harrison;living in the material world,  Inside Job, La doctrina del Shock y Comprar tirar comprar.

No habrá paz para los malvados. Posiblemente la mejor película española del año y la que más se merece un generoso reconocimiento por parte de la Academia de Cine. Es  un reto muy delicado mezclar ficción y realidad con un suceso tan doloroso como los atentados del 11-M de Madrid; resulta doblemente complicado convertir a un justiciero amoral en el garante de nuestra libertad en la mejor interpretación de su carrera de José Coronado; y es un salto mortal mostrarnos las alcantarillas del Estado en que vivimos y a los peligrosísimos enemigos que lo acechan, sin que sintamos una profunda arcada que, cuando remite, nos obliga a apreciar profundamente el trabajo de un director como Enrique Urbizu y de su coguionista, Míchel Gaztambide.

Reportaje de Días de Cine de No habrá paz para los malvados

George Harrison: Living in the material world. Una declaración de Ringo Star que se puede ver en este excepcional trabajo de Martin Scorsese, recoge a la perfección la esencia de este documental: “George era un pacifista que se encontraba en conflicto permanente consigo mismo”. A partir de esta dualidad, y de un gigantesco archivo con imágenes absolutamente reveladoras sobre la personalidad del ex Beatle más místico, se nos presenta un trabajo de cerca de cuatro horas de duración que va muchísimo más allá de una hagiografía producida por su mujer, para adentrarse en la vida de un hombre que pudo elegir cómo vivir y que supo prepararse a cómo morir. 

Tráiler de George Harrison: living in the material world 

 Los otros tres títulos que merecen ser resaltados han servido para cargar pilas ideológicas al personaje del año 2011 según la revista Time, el manifestante. El 2011 será recordado como el año que los ciudadanos se echaron a la calle para reivindicar su sitio en sociedades donde son ninguneados. Buena parte de los motivos que generaron esa gran protesta se pueden ver en dos tardes y tres documentales que deberían de ser debatidos y visionados en los institutos de enseñanza media de todo el mundo: La doctrina del shock o cómo analizar los últimos treinta años de historia desde una perspectiva económica tan real como escalofriante; Inside Job o cómo encontrar las causas que provocaron la crisis económica actual, quiénes la provocaron y qué consecuencias tuvo en la transformación del mundo en el que vivíamos a peor; y  Comprar, tirar, comprar… o cómo aprender lo que significa vivir de forma sostenible en un mundo que debe acostumbrarse al modelo económico del futuro: el decrecimiento, impulsado por el economista y filósofo francés Serge Latouche. 

Para los que necesiten cargar más pilas, la editorial Lengua de Trapo acaba de publicar la visión de Matt Taibbi de la que él llama la era de la estafa. Un demoledor e incendiario ensayo titulado Cleptopía que apunta a Alan Greenspan como el mayor causante de la debacle económica actual. Y los que quieran profundizar sobre el decrecimiento, tienen su biblia particular en  La hora del decrecimiento, de Serge Latouche Didier Harpagès, publicado por el editorial Octaedro.

   

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Miguel Castro   22.dic.2011 13:03    

Miguel Castro Uceda

Bio Detrás de la trama

“La cura contra el aburrimiento es la curiosidad. No busques un remedio para la curiosidad: no tiene cura.” Dorothy Parker. De esta cita nació este blog, con el propósito de poner remedio a esa curiosidad que nos hace buscar, escarbar, investigar… Una búsqueda a la que hay que intentar añadir un pequeño esfuerzo para que el trabajo no sea en balde, e intentar que surja…, de una imagen, de una palabra, de una música…, algo parecido a una idea. Y, si fuera posible, trabajar esa idea y conectarla a otras áreas del conocimiento. Un viaje que me gustaría que hiciésemos juntos. Atentos pero relajados: con el corazón y la razón dispuestos a abrir los sentidos; con la precaución necesaria para evitar que, como dice el refrán, la curiosidad mate al gato. Cuento contigo.
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