De la histeria a la delicadeza
En mi temprana juventud consideraba que el siglo XX era la prueba palpable de la capacidad de aniquilación que tenía el ser humano sobre su especie y sobre el Planeta. Hasta que la inteligentísima y afrancesada Begoña, una gran amiga, me sacó de ese profundo pesimismo. “Para una mujer es imposible pensar en el siglo XX como tú lo haces. Para nosotras es el momento histórico de nuestra liberación”. No cabe duda de que desde ese punto de vista el siglo veinte es, en porcentaje, la etapa de la historia de la humanidad en la que más gente vivió mejor, gracias a que la mujer dio un paso de gigante en términos de igualdad. Una igualdad que se consiguió gracias a una lucha tenaz que hoy mantiene a muchas vigilantes para disuadir a aquellos que quieren que volvamos al siglo XIX tanto en el ámbito social como en el laboral.
Es precisamente en esa época donde se desarrolla Hysteria, una de las películas de la cartelera que habla de mujeres.
En tono de comedia desenfadada, Hysteria relata los prolegómenos de un invento esencial para suplir la torpeza de muchos hombres, el vibrador. Llena de momentos hilarantes, la película hace estereotipos de personajes de ese momento histórico, en el que destaca la pasión y convicción de la simpática y enérgica revolucionaria que interpreta Maggie Gyllenhaal, una de tantas mujeres que rompieron el status quo. Fuera del tono cómico resulta aberrante que se confundiera la insatisfacción sexual femenina con la histeria y que se encerrara a las mujeres que la padecían en sanatorios psiquiátricos.
Significativo que Hysteria haya coincidido en la cartelera con Ellas, título que desnuda los motivos por los que jóvenes estudiantes se prostituyen, hoy en día, para pagarse sus estudios, ante la sorpresa de una madre, interpretada por la siempre genial Juliette Binoche. Significativo porque muy pocos y muy pocas aceptaran que esas mujeres disfruten y se lucren con este trabajo.
De la prostitución emocional a la que nos ha llevado el sistema económico en el que vivimos, el capitalismo, nos habla la socióloga marroquí Eva Illouz, en Intimidades congeladas. Contrariamente a la visión fría y desprovista de emociones que creemos tener del sistema económico de la prima de riesgo, Eva Illouz muestra que el capitalismo ha alimentado una intensa emocionalidad que ha favorecido el desarrollo de una nueva cultura de afectividad: las relaciones económicas han adquirido un carácter profundamente emocional y las relaciones íntimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio. Interesante ensayo que merece completarse con otro de la misma autora: El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo.
Llegados a este nivel de densidad dialéctica, ¿cómo se pone uno a hablar de La delicadeza, la tercera película que habla de mujeres?
Delicadeza: Hecho de ser delicado.
Delicado: Que manifiesta gran tacto o sensibilidad.
(Larousse de la lengua francesa)
No había leído el libro que originó la película cuando me adentré en las cautivadoras imágenes que perfilan el bello, imaginativo, humorístico y original retrato del amor y duelo que el escritor de la novela ha construido junto a su hermano. Es curiosa la extraña sensación que producen novela y película. Si se ve la película te gusta, e irrefrenablemente buscas la novela, que devoras imaginándote página tras página a Audrey Tatou en el personaje de Nathalie. El libro llena más por la genialidad de la inclusión de intermitentes citas que salpican de pausas el relato, como una certera descripción del signo de nuestro tiempo. La película ofrece preciosistas hallazgos visuales y cuidadas transiciones, en un tono casi surrealista que navega entre el romance el drama, la comedia y el absurdo. En este orden, primero película y después novela, se disfruta ampliamente de ambas versiones, que no son exactamente iguales. Es posible que el placer no sea el mismo si la sofisticada Nathalie que invente nuestra imaginación choca con la que genialmente interpreta Audrey Tatou, y si el tímido y silencioso Markus de la novela no cuadre, para nosotros, con la soberbia interpretación que hace el cómico belga François Damiens del personaje, en la película.
Hay en el duelo una fuerza contradictoria, una fuerza absoluta que lo propulsa a uno tanto hacia la necesidad de cambio como hacia la tentación morbosa de la fidelidad al pasado.
La delicadeza (David Foenkinos)
@MiguelCastroU