En la Boca del Lobo
Era un poco mas de las siete y media; la sala estaba todavía iluminada y
quedaban sillas vacías, pero estábamos muy contentos, y no sólo por las
cañas y la compañía, sino porque esa noche se proyectaban los cortos del
Festivalito en la Boca del Lobo.
Para nosotros estar en La Boca, y con Javier, su director, era un pequeño
sueño hecho realidad. También hemos sido cortometrajistas, y poder mostrar
tu trabajo en este festival siempre ha sido muy agradecido.
La sala se llena, y la gente habla de cine y si estás atento, siempre puedes escuchar
algún comentario positivo, críticas constructivas, otras críticas menos
constructivas y más cabronas, un poco de todo.
Y como nunca tuvimos corto seleccionado, pues nos encantó la invitación a mostrar lo que estamos haciendo en la periferia europea, en el festivalito, y así buscarnos otro
sueñito, porque éste ya lo hemos realizado.
El reconocimiento nos enorgullece porque viene de un festival muy parecido
al nuestro, tal y como hablamos en la mesa redonda del sábado “Festivales bajo lupa”.
Somos festivales que todos los años deben explicar a políticos
y privados el por qué de su existencia, cuando debería bastar la cantidad
de cortos recibidos, la calidad de su selección, la asistencia de público,
y la forma cariñosa de sus invitados cuando se refieren a estos
festivales, al margen de la industria tradicional, pero no fuera de ella.
Este año laBoca ha recibido alrededor de 1.200 cortos, ¿Por qué 1.200
personas quieren mostrar su corto en la Boca del Lobo?, pues muy sencillo,
porque es un festival en el que apetece estar, independientemente del
premio, es un festival que apuesta por las nuevas propuestas, por lo
marginal, por las cosas hechas con el corazón, tenga mucho presupuesto o
poco, se vea maravillosamente o casi se adivine, y porque es un punto de
encuentro de gente que se dedica a esto.
En la mesa redonda que comentaba anteriormente, creo que lo que más me gustó oír fue eso, que un festival debe ser un punto de encuentro, y no un lugar de paso. Quizás lo importante no sean lo premios económicos o los reconocimientos, sino la
oportunidad de que los cineastas tengan un un lugar donde compartir sus
ideas, sus sueños, sus locuras, y puedan conocer a gente, que como ellos,
ya sea en España o en cualquier otro lugar están intentado cambiar la
forma de hacer y de ver cine.
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La felicidad sólo podía ir en aumento, nos sentíamos identificados con los
invitados y nuestro anfitrión, la gente tenía ganas de ver nuestra
proyección y nos encontramos a Sergio Benvenuto, director del Festival de Cine Pobre de Gibara, amigo y compañero en esta lucha. Las coincidencias
no existen, Javier nos había invitado a los dos, sin saber que Gibara, y
el Manifiesto de Cine Pobre de Humberto Solás, son el germen del Festivalito y
mantenemos un contacto fraternal desde hace varios años.
Las luces se apagaron, y el público aguantó estoicamente la hora
y poco de proyección, 20 cortos, uno detrás de otro, que yo volví a
disfrutar sentado en mi silla de plástico y de la mano de mis amigos.
Para terminar la celebración como la iniciamos, acabamos cenando en un
restaurante chino (fiel a nuestro espíritu de presupuestos ajustado y
"comunista"), brindando a la salud del Festivalito con Lambrusco,
despidiéndonos entre abrazos y besos y quedando para vernos a la mañana
siguiente. Un gran final para un buen principio.