EDUARDO CRUZ ACILLONA | Ciudad K
Poco antes de la medianoche, el ciudadano Juan Francisco K. acudió a la comisaría de su barrio para hacer entrega a la policía del cuadro “Centro blanco” de Mark Rothko y confesar que lo había robado hacía unas horas. El declarante presentaba heridas en numerosas partes de su menudo cuerpo.
Interrogado tanto por su repentino arrepentimiento como por su lamentable aspecto, K. dijo que en el origen de todo aquel malentendido estaba su esposa, un ama de casa y madre de familia ejemplar pero con un enfermizo gusto estético por la Escuela de la Bauhaus.
Según su propia declaración, cuando llegó a casa y su mujer vio el cuadro, le gritó “¡Valiente mierda de Rothko! ¡Animal, te dije un Paul Klee!”, para acto seguido atizarle en la cabeza con una silla Breuer y terminar de rematarlo en el suelo con un sillón Walter Gropius, ambos, eso sí, adquiridos de manera legal y de los que podría mostrar las facturas correspondientes si fuera necesario.
“Pero, alma de cántaro”, le respondió el policía, “¿a quién se le ocurre? Si cualquier crío de cuatro años es capaz de concluir por sí mismo que un Rothko no es más que un Mondrian desteñido… Y aunque ambos beben de la fuente de Klee, se necesitan unas gafas bien oscuras para confundirlos…”
“Lo sé, señor agente”, reconoció el hombre haciéndose cada vez más pequeño tras el mostrador de la comisaría. “Pero mi vida es muy monótona. No hacemos más que vivir entre el expresionismo alemán y el constructivismo ruso, ahí, cada semana uno… Y eso mata a cualquiera…”
“Le entiendo, amigo. Sólo hay una solución para eso”, concluyó el policía. “¿Cuál?...” “Robe un Klimt para su señora”. “¿Que robe un Klimt?...” Sí, un Klimt, un Gustav Klimt… Ya sabe, simbolismo austriaco, mucho aire romántico y ornamento dorado, eso les encanta a todas…”
El hombre, que estaba empezando a recuperar su tamaño original, todavía pequeño pero el suyo original, siguió preguntando: “Ya sé quién es Klimt pero, ¿me está usted, un policía, incitando a que robe?...”
“Querido amigo, el error de muchos ladrones frente al público y la justicia está en no haber robado lo suficiente para disimular el robo… Y no lo digo yo, sino el prestigioso escritor italiano Carlo Dossi… Por lo demás, yo no soy policía. Estoy aquí esperando para denunciar a la FNAC. Les he pedido el último libro de George Orwell y me han intentado vender uno de 1984 ¡nada menos!...”
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