Ferrera y Pinar puntúan con una buena corrida de Fuente Ymbro
Vibrante espectáculo con las esencias del San Fermín genuino: imponentes toros, y cuatro de ellos, de espléndida condición, y tres toreros de entrega sin reservas.
FICHA DEL FESTEJO
Pamplona. 5ª de San Fermín. Lleno. Caluroso.
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). Corrida de soberbias hechuras, de imponente trapío, brava, de buena nota en el caballo. Tercero, cuarto y sexto se emplearon con llamativo ritmo.
Antonio Ferrera, silencio y oreja tras un aviso.
Oliva Soto, silencio y silencio tras un aviso.
Rubén Pinar, silencio y una oreja.
CRÓNICA
De todas las corridas de Fuente Ymbro jugadas en Pamplona ésta fue la más armada. Hasta los dientes. Finas las astas desde la misma cepa y hasta el pitón, impecablemente afilado. Además de la más armada de este lustro recién cumplido, fue probablemente la de más engrasado motor y, si se llama fondo a la continuidad y la resistencia, la que más duró.
El cuarto, picado al relance, cobró tres varas, derribó en la primera, se empleó en banderillas con la prontitud que delata bravura y tomó la muleta por arriba y por abajo sin una sola renuncia. Este cuarto, como todo cuarto de Pamplona, fue el toro de la merienda, y hasta los músicos de La Pamplonesa estaban zampando. Pero la gente se sintió cautivada poco a poco por la función.
Ferrera, además, estuvo espléndido con las banderillas -seis pares sin errores ni falseta-, lidió con criterio de torero experto y hasta tuvo el gran detalle de quitar del caballo en su turno a tercero y sexto de corrida, que es el quite puro. Todo corazón para matar Ferrera al cuarto de estocada trasera. No se podía ir sin las orejas el toro al desolladero. El primero, tan brusco por culpa del lanzazo, no le hizo sufrir. Pero Ferrera, fino con la izquierda, no pasó con la espada.
Oliva Soto dejó claro su buen corte de torero. De los que parecen toreros, que es casi casi lo primero. Era su debut en Pamplona, apenas la décima corrida de toros en sus tres años de matador. Pero se echó para adelante sin esconderse, sino descarándose. Dispuesto a torear en pureza: vertical, relajado, sueltos los brazos y los engaños. La actitud fue hermosa. Pero el quinto de corrida atacó mucho y más de lo que se esperaba el joven torero de Camas.
Rubén Pinar anduvo tan capaz, entero, templado y sobrado como suele. El mérito fue que esa versión tan calcada de sí mismo se vio delante de dos toros imponentes por el cuajo y por el fondo. A los dos los tuvo domados en la muleta al tercer viaje: tapados, traídos, llevados, sometidos. No lo vio claro con la espada en el primer turno; enterró desprendida una estocada luego. Rendidos los dos toros en el terreno que convino: faenas matemáticas, torero competente.
CRÓNICA: BARQUERITO / FOTOGRAFÍA: burladero.com