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Carta a Vanessa

Querida Vanessa:

Con apenas dos años eres quizás demasiado pequeña para entender esto que escribo. Pero debo contarte algo que tal vez no sepas de esa finca donde vives. Me gustó verte jugar, tierna y despreocupada, entre la hierba de la hacienda en Puerto Triunfo. Probablemente no sepas que esa tierra que ahora pisas perteneció en su día a Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia de Colombia. Y desconocerás también que el sitio donde el destino quiso que vivas encierra una etapa demasiado oscura de la historia de tu país.

Debes saber, Vanessa, cómo empezó todo aquello. Escobar, a quien sí conocieron tus padres y abuelos, tuvo siempre olfato para el negocio. Quizás demasiado olfato, porque asimiló muy pronto que el negocio ilegal era más arriesgado pero mucho más rentable que el que sigue el curso de la ley. El joven Pablo se inició en esto vendiendo bicicletas y alquilando películas en Medellín. Y poco después se convirtió en asiduo visitante de los cementerios, aunque no era precisamente sepulturero. Pablo, el hombre que construyó la finca donde vives, robaba las lápidas para venderlas de nuevo tras borrar el nombre del muerto de turno. Y el negocio era rentable, porque en Medellín no había precisamente escasez de muertos.

Luego vino, Vanessa, el robo de coches. A Pablo le gustaron desde pequeño, y en aquellas carreras locas por las colinas de Medellín ya empezó su afán por llegar a lo más alto. No era buen piloto, pero sus amigos sembraban de clavos las curvas del recorrido para que los rivales no tuvieran opción. Hoy, a la izquierda de tu casa, puedes ver una muestra de su amor por los autos. Allí están los Cadillacs, los Ford e incluso alguno de los Rolls Royce que coleccionó el gran capo. Ese color naranja oscuro propio de la herrumbre, Vanessa, no es el natural. Los coches están destrozados porque los enemigos de Pablo sabían también donde hacerle mucho daño. Por eso un día asaltaron el parking del edificio Mónaco, su casa en Medellín, y acabaron de un golpe con toda su flota de coches de lujo. Pablo los quería demasiado para abandonarlos, tanto que se trajo los restos como reliquia hasta esta hacienda de Puerto Triunfo.

Tras los coches, Vanessa, El Patrón se metió en el negocio de la marihuana. Y como todo iba creciendo y quería entrar en las grandes ligas, pronto entendió don Pablo que la verdadera riqueza estaba en la cocaína. Tu casa es grande, pero no creo que la familia que te cuida te haya dejado salir para ver la entrada de la finca. Allí sigue, intacta, aquella pequeña avioneta que abrió las puertas a la fortuna del capo. De ese aparato salió el primer cargamento de cocaína con destino a los Estados Unidos.

Algún día te preguntarás, Vanessa, cómo se forjó todo el lujo que una vez rodeó la finca donde habitas. La coca se pagaba bien, tan bien que Don Pablo no tardó en convertirse en la mayor fortuna del país. Hay quien dice que rondó los diez mil millones de dólares. Y eso Vanessa, es mucho dinero, tanto que en aquella época la revista Forbes colocó al Patrón como una de las 10 mayores fortunas del mundo.

Quizá algún día te cuenten, pequeña, que esa Hacienda Nápoles que te ha visto crecer era el centro neurálgico de sus negocios. Mucho antes de que nacieras, la pista de aterrizaje que está al norte de tu casa siempre estaba ocupada. De ahí salían y entraban cargamentos de coca y grandes fajos de billetes, dinero fácil, exento de impuestos y sin control aduanero. Es lo que tiene, supongo, tener un aeropuerto en casa. De allí salían y entraban, también, los amigos de don Pablo para aquellas fiestas interminables de alcohol, sexo y grandes dosis de cocaína.

Todo eso ocurría, Vanessa, en la mansión que ahora ves en ruinas a pocos metros de tu casa. Porque cuando mataron a Don Pablo e incluso antes, cuando el narcotraficante declaró la guerra al Estado y se fue a la clandestinidad, los campesinos de la zona la destruyeron. Probablemente no tuvieran nada contra el capo, simplemente rompieron las paredes en busca de las famosas “caletas”, los escondites donde todo buen narco esconde dinero y drogas.

Te cuento esto, querida, para que sepas que esta Hacienda Nápoles es algo más que un parque recreativo, que tiene su historia, y que esa historia forma parte, sin duda, de la historia de tu país. Me gustaría que algún día alguien te hiciera llegar esta carta. Me gustaría que pudieras comprenderla. Aunque tal vez lo mejor será que sigas como estás, feliz y contenta en ese mundo inocente que te ha tocado vivir.

* Vanessa, una cría de hipopótamo de apenas dos años, es la mascota y la niña mimada de la Hacienda Nápoles, la antigua finca de Pablo Escobar, recovertida hoy en parque recreativo y museo. Sus abuelos llegaron hasta aquí hace ya mucho tiempo, cuando Pablo hizo traer de Africa decenas de animales exóticos que entraron en Colombia sin mayores trabas, porque todos los agentes de aduanas estaban sobornados por el Patrón.

16 Comentarios

Más que un gran profesional del periodismo, más que un estupendo escritor, eres un magnífico contador de historias. Gracias por esta última contada al oído de Vanessa. ¿Tendremos reportaje de la Hacienda Nápoles?

Es extraño ver el recuento de la vida de Escobar pero al menos, causa cierto alivio ver que los hipopotamos volverán a vivir en paz y no serán cazados por nadie.

Saludos,

Paz

Interesante. Habrá que contar algún día también qué pasa en Colombia con los hipopótamos que se están escapando de esa finca. ya han matado a uno de ellos y los otros corren serio peligro

Hola Ana. Sí, hay una pequeña historia de esa finca. Ya está en manos de La2 Noticias. La emitirán cuando puedan, a lo mejor esta semana, igual la próxima. Un saludo.

La sorpresa estaba al final: Vanessa es una hipopotamita!. Genial! Sigue contándonos estas historias, (entre sorbito y sorbito del buen café, en Don Pedro). Cuando puedas, mejor, te dejen, (ya se sabe que América Latina "vende" por sus desgracias, una historia tan bonita, tan bien contada y que resume una parte de la reciente hisotria de Colombia...no sé si cabe en un Td) sigue mostrándonos en la tele, el corazón oculto de la antigua Gran Colombia. Ricardo K.

Brillante... Sencillamente brillante, Luis...

Brillante...Sencillamente brillante, Luis...

Enhorabuena Luis, de un tocayo y ex compañero del TD....un abrazo

Gracias, Luis. Estaré atenta. Por cierto, muy guapa Vanessa :D Un abrazo.

Anoche hubo sitio para esta pieza en La2N. Sé que me repito, pero me gusta cómo cuentas las cosas. Estos días es inevitable seguirte en tus crónicas desde Honduras. Felicidades por tu labor. Sería interesante saber algo de cómo es tu trabajo allí, qué trabas encuentras, que nos acercaras un poco de tu día a día como corresponsal en alguno de tus posts. Ahí dejo la sugerencia. Un saludo.

excelante relato, luis

hermoso relato, luis, hermoso relato. gracias por escribir

te quiero vanessa, simplemente te quiero

Vanessa representa lo mejor, por no decir lo único limpio de pecado de todo lo que creó Pablo Escobar. Gracias por el texto.

hola, luis, no te conozco pero he de reconocer que estoy enganchada a tu blog. Soy colombiana arraigada en españa, y leer tus historias es la mejor manera de conectarme con lo que está pasando en mi tierra. Esta carta a vanessa y la carta a pedro cárdenas es de lo mejor que he leído últimamente. Un saludo.

Esta es la carta más hermosa que he leído de un hombre a un animal. Emocionante. Gracias.

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Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
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