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Bollaín, Victoria, y la Guerra del Agua

El bidón apenas tiene un palmo de agua, pero Victoria parece feliz, como si eso fuera lo normal en estas casas desvencijadas y humildes que dan forma a Villa Potosí. En este barrio de Cochabamba, la tercera ciudad de Bolivia, el agua es casi un regalo del cielo. La mayoría de las casas no está conectada a la red de distribución, y en cada portal asoman al menos 3 recipientes para almacenar lo que deja la lluvia. A eso se aferran, a que el cielo se rompa y los bidones recuperen su nivel habitual.

Cochabamba tiene, desde hace 10 años, una relación especial con el agua. Corría abril del año 2000 cuando cientos de ciudadanos, la mayoría indígenas, tomaron las calles de la ciudad. Desafiaron al prefecto, al gobernador, y sobre todo, a la empresa multinacional extranjera que había obtenido la concesión para gestionar y distribuir el agua. Lo primero que hizo esta empresa fue subir la factura entre un 30 y un 300%. Y ciudadanos que se ganaban la vida con 40 dólares al mes, de repente vieron cómo la mitad de sus ingresos iban directamente a pagar la factura del agua.

Por eso se amotinaron, plantaron cara a las autoridades, y tras días de violentos enfrentamientos (el gobierno decretó el estado de sitio y mandó varios batallones desde La Paz), las autoridades decidieron cancelar el contrato con Aguas del Tunari-Betchel. Todo eso pasó a la historia como La Guerra del Agua, y muchos de los que participaron vieron en aquella revuelta la primera victoria de un pueblo contra el modelo neoliberal.

Estos días, como si el tiempo se hubiera detenido, la misma calle que concentró aquellas protestas vuelve a estar patas arriba. Y cientos de extras repiten las consignas contra el prefecto mientras se acercan, peligrosamente, hasta la sede de la compañía que les ahogaba. Todos esos actores son gente humilde que no entienden de interpretación, pero muchos de ellos salieron a la calle aquellos días y ahora forman parte del reparto de “También la Lluvia”, el quinto largo de Icíar Bollaín, que se rueda estos días en Cochabamba.

La película cuenta, básicamente, la historia de dos amigos, Sebas (Gael GArcía Bernal) y Costa (Luis Tosar), director y productor. Ambos, embarcados en una película sobre la conquista que desmitifica a Cristóbal Colón, oculta su fama de gran navegante y lo presenta como un asesino de indígenas. Costa, austero y cínico, decide filmar en Bolivia porque es un país barato (no tiene demasiado dinero) y además, porque la mayoría de su población es indígena. Pero el rodaje, de repente, se complica. Cochabamba hierve en plena protesta contra la privatización del agua y muchos de los actores locales que forman parte del reparto encabezan el levantamiento contra el prefecto. La realizadora madrileña rueda en dos épocas, la conquista y la Bolivia del año 2000. Y sin embargo el mensaje es el mismo: la explotación y el abuso de los recursos de un pueblo. Hace 500 años se llevaron el oro. Ahora quieren controlar el agua.

Victoria apenas sale de Villa Potosí, y probablemente desconozca que Bollaín rueda en la ciudad aquellas escenas de la Guerra del Agua. Pero lo que sí sabe esta madre de familia numerosa es que, diez años después, se desvanecen los sueños del pueblo que ganó aquella batalla. Porque en Cochabamba - con un millón de habitantes- la mitad de la población no está conectada a la red de distribución del agua. Y quienes lo están sólo reciben agua una hora por semana. El resto, a esperar los camiones cisterna y el agua de lluvia. Así que para Victoria, que jamás ha pisado un cine, la realidad supera claramente a la ficción.

8 Comentarios

500 años después se repite la misma historia. Expolio y más expolio de los recursos de los países pobres.

Permíteme que ponga en tela de juicio qué sometimes el arte pone a ras la misma situación que ficción es la misma situación que la realidad.Sirva como ejemplo The midnight Express.Un saludo.

Y sobre paises pobres la vendedora de rosas.Tan real como la vida misma.

gatito, pues yosi creo, francamente, que muchas veces la realidad supera a la ficción, y que aunque nos cuenten cosas hermosas en las películas, en la vida real, los problemas siguen sin resolverse. Pregúntale a Victoria

a pesar de que la wikipedia por mucho de que insitamos nunca es exacta

Icíar Bollaín tiene una sensibilidad especial para encontrar buenas historias. Suena bien lo que escribes de su nueva película. Creo que es importante que se cuenten las cosas: a través del cine, de un libro, de la televisión... de cualquier forma. El desconocimiento nos convierte en ciegos y para solucionar los proglemas es imprescindible verlos. Estoy deseando ver “También la Lluvia” (además, Luis Tosar... me encanta). De momento, tú ya le has dado voz a Victoria. Gracias por abrirnos un poquito los ojos.

¡Qué envidia! Qué suerte poder colarte en un rodaje así. Por cierto, si me permites un comentario fuera de lo profesional, te sienta bien ir de camiseta, vaqueros y chaqueta de cuero :-)

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Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
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