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Fernando Vallejo, cortejando a la muerte

El don de la vida es curiosamente una novela sobre la muerte. Y su autor, el colombiano Fernando Vallejo, se convierte en su mejor amigo, harto como parece estar de este puñetero mundo donde -según dice- los hombres no merecen habitar el planeta, las mujeres tampoco porque no dejan de procrear, y sólo los animales merecen vivir la vida que los humanos les niegan. Vallejo destila estas ideas y muchas más, y en su diálogo con la muerte no deja títere con cabeza. Porque al fin de cuentas “la Muerte no es tan mala, es una buena mujer. Consuela al triste, reivindica al pobre, cura al masturbador, duerme al insomne, pone a descansar al cansado… Practica obras de misericordia inéditas, como dirían hoy los exquisitos”.

Hace un par de años Vallejo adelantó que en su cabeza sólo quedaba una novela por escribir. Y si cumple lo que dijo, con El don de la vida el escritor antioqueño se despide como lo que fue, un novelista genial (para lo bueno y para lo malo) al que siempre acompañó la polémica. De la pluma de Vallejo han surgido obras maestras. Para mí, sobre todo, dos: El desbarrancadero, sobre la agonía del hombre y el amor fraterno; y La virgen de los sicarios, una novela imprescindible para comprender lo que se mueve dentro y fuera de las comunas de Medellín, y lo que pasa por la cabeza de los adolescentes de gatillo fácil e infancias perdidas.

Un novelista genial que, sin embargo, renunció a su patria porque la considera algo así como la cuna de todos los males del mundo. Vallejo dejó Colombia hace ya mucho tiempo, dolido y hastiado de lo que veía a su alrededor. Se afincó en México y en 2007 renunció a la nacionalidad colombiana y a todo lo que tenga que ver con este país, “un crisol de blancos con indios y negros y simios del que sale una abigarrada monstruoteca”. Así es Vallejo, genio y figura, un hombre que tiene en muy poca estima al presidente Uribe (“un culibajito con pinta de sacristán que tiene todo el tiempo a Dios y a la patria en la boca”, y que “como es de voz débil pero de carácter fuerte, se empina y aprieta el culito para entonar”), y a Medellín, la ciudad que le vio nacer, una ciudad “asesina, ventajosa, rencorosa, indolente, ignara, roma, zafia”. De la acidez de su pluma no escapa siquiera ni el Nobel García Márquez, “un huevón inflado que no sabe escribir y que adora al dictador más despreciable de América Latina: Fidel Castro”.

Vallejo estuvo estos días en la Universidad Nacional y habló de su obra y de la vida, y por supuesto también de la muerte. Y allí descubrimos de nuevo al escritor desencantado, al nihilista a tiempo completo al que muchos sin embargo leemos porque pensamos que, pese a no compartir mucho de lo que dice, sabe de este oficio tan jodido que es el juntar palabras y darles sentido.

7 Comentarios

Estoy deseando leer su nueva novela. Yo también soy bastabte nihilista, aunque siempre pensé mucho para dejar de serlo y ahora cada vez creo mejor que puede existir una base sólida sobre la que levantar un nuevo orden de cosas. Mientras tanto, viendo estas democrracias tan imperfectas gobernadas en últim ainstancia por los que gobiernan la economía privada y viendo tanta dictadura buscando trajes de intelectuales, no queda otra que coge el látigo e irse al templo de las ideas y azotar un poco a todos los pensadores. Por cierto, qué bueno es Fernando Vallejo con el látigo y qué bueno es tu post, Luis, gracias.
;-)

Jo, qué rápido ha salido publicado el mensaje, gracias Luis, pero... ahora que he salido de la ducha sin legañas veo que lo he mandado con muchas erratas, así que "ducharé" también al mensaje:

Estoy deseando leer su nueva novela. Yo también soy bastante nihilista, aunque siempre pensé mucho para dejar de serlo y ahora cada vez creo mejor que puede existir una base sólida sobre la que levantar un nuevo orden de cosas. Mientras tanto, viendo estas democracias tan imperfectas gobernadas en última instancia por los que gobiernan la economía privada y viendo tanta dictadura buscando trajes de intelectuales, no queda otra que coger el látigo e irse al templo de las ideas y azotar un poco a todos los pensadores. Por cierto, qué bueno es Fernando Vallejo con el látigo y qué bueno es tu post, Luis, gracias.
;-)

a mi tb me gusta Vallejo, pero no entiendo que vuelva a Colombia unicamente a rajar y a verder libros cuando piensa lo que piensa del país

Sr. Vallejo, no discuto su calidad literaria, pero debería tener más respeto por su país y en todo caso no venir acá a vender libros a los que llama mezcla de indios, negros y monstruoteca. un respeto

Me gustó el Vallejo de la virgen de los sicarios, incluso el del desbarrancadero. Pero también ha escrito cosas malas, y su faceta de director de cine es penosa.

Y sí, yo también creo que si piensa todo eso de Colombia, que se quede en su méxico lindo y querido y no venga para acá a intentar colarnos sus libros. Saludos

Vallejo, siempre imprevisible, siempre irreverente

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Mi comentario

Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
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