La distancia
William y Andrés observan desde la distancia. Quizás se han cansado de escarbar con sus manos entre el lodo, pero lo cierto es que hoy no han bajado a buscar cuerpos en el camposanto desordenado del barrio de La Gabriela. William y Andrés están vivos. Y están vivos porque el deslizamiento de tierras que puso el sello de la muerte a la triste historia de Bello pasó rozando su casa. Su casa está cinco metros detrás de ellos, que están sentados justo en el borde que marca la herida, la tierra fracturada que dejó el derrumbe.
Esta tarde me he sentido como William y Andrés. Yo tampoco tenía ganas de acercarme demasiado a la zona del deslave. El área está acordonada por los cuatro costados, pero incluso desde esa distancia acotada se pueden tomar imágenes. Recuerdo la primera mañana, cuando llegamos de amanecida y pudimos subir al epicentro de la tragedia. Durante media hora observamos los cuerpos mudos de las familias. Los padres y hermanos, con la mirada fija en el pico y la pala, arañando mecánicamente trozos de tierra. Las madres y hermanas, con la mirada perdida, las manos que aprietan pañuelos y las lágrimas que se deslizan por las mejillas, como esperando la confirmación de que podrán enterrar a los suyos si es que algún día aparecen los cuerpos sin vida.
Apenas los acompañamos media hora, siempre a media distancia. Hasta que el cuerpo inerte de un joven que perdió a sus padres recobró vida para pedirnos que nos largáramos, que respetáramos su agonía. Nos fuimos. Porque nos lo pidió él y porque dos minutos después llegó el cerco de la policía y el desalojo de los periodistas. Salimos de allí con la convicción de que aquél no era nuestro sitio, sin reproches. Nos fuimos de allí sabiendo que desde ese momento había que contar la historia desde la distancia, sacando el plano que informara sin ahondar en la herida profunda del barrio triste de La Gabriela.
Por un momento, esta tarde he intentado ponerme en el lugar de aquel chaval que nos echó mientras asomaba el cuerpo enterrado de una niña. Y he llegado a la conclusión de que yo mismo habría actuado de la misma manera, porque la tragedia estaba muy viva para permitir que un reportero gráfico y un periodista rompieran el silencio, el duelo y la intimidad de aquel drama. Y descubrí que hay momentos en que no merece la pena llegar temprano, sino observar las cosas como William y Andrés, desde la distancia.
ana dijo
Es reconfortante encontrar profesionales que saben definir la línea que hoy describes. Admiro tu respeto y tu comprensión. Yo formé parte de la noticia en Madrid en 2004 y dos años después, en un seminario sobre Terrorismo, discutí con una compañera tuya de profesión que defendía "por encima de todo" su "trabajo". Otro compañero tuyo decía que hay momentos en los que hay que decidir entre ser periodista o ser persona. Yo creo que no hay que olvidarse nunca de ser persona, es más, creo que es imposible que los que somos personas nos olvidemos de serlo. Creo que las imágenes que enviáis sobre lo que está pasando en Colombia son suficientemente informativas. Para entender lo demás, estáis vosotros, los periodistas que explicáis lo que se ve, lo que se siente, lo que se vive allí. Buen trabajo, como siempre.
08 dic 2010
Alex dijo
Luis, si algo me gusta de tus crónicas en sitios jodidos es precisamente que no vas pisando cadáveres y apabullando a las víctimas, sino que tomas distancia, las escuchas, y las dejas hablar. Un saludo.
08 dic 2010
Alberto J. Gómez dijo
prefiero así, con distancia. no quiero que me cuenten las cosas con sangre que chorrea o muertos a un palmo.
08 dic 2010
Victoria dijo
Creo que las tragedias hay que informarlas desde la distancia, no desde el primerísimo plano. Y creo por encima de todo que hay que respetar el dolor de las vícitmas
08 dic 2010
meritxell dijo
Alberto, totalmente de acuerdo contigo.
13 dic 2010