Transexuales
Los últimos diez segundos de su vida los perdió Pamela observando al asesino frenar en seco el coche. El asesino se bajó, apuntó a su cabeza, le asestó cuatro tiros y se fue. Pamela quedó tendida junto a la muralla del cementerio, el lúgubre rincón de Cali donde ejercía desde hace años la prostitución. Pamela es una de las últimas transexuales que han sido asesinadas en esa ciudad del sureste de Colombia. Y digo una de las últimas porque tal y como está la cosa, no me extrañaría que muriera otra de sus compañeras mientras escribo estas líneas sobre la muerte de Pamela. Con ella son ya medio centenar de trans las que han perdido la vida de manera violenta en los últimos 4 años. Las agredidas y vejadas se cuentan por centenares.
Pamela era una de las 3.500 transexuales que viven y trabajan en Cali. La mayoría, el 79%, se gana la vida como trabajadoras sexuales; el 21% tiene una peluquería y el resto se dedica a oficios varios. Ninguna sale a vender su amor por placer. Lo hacen porque no tienen otro trabajo. Tampoco tienen manera de conseguirlo. El colectivo de transexuales se siente estigmatizado, señalado por una población que no entiende cómo alguien puede sentirse a disgusto con su cuerpo y su condición sexual. Una población que hasta el defensor del pueblo reconoce como homofóbica, en un país en el que la ley, la Constitución del 91, es muy garantista con los derechos de las personas de toda condición. Pero una cosa es la ley escrita sobre un papel, y otra muy distinta la velocidad con la que evoluciona la población.
Digo esto amparado en otro dato. En Cali, el año pasado hubo casi 2 mil homicidios. De todos ellos, casi el 90% quedaron impunes. La estadística aumenta cuando hablamos de los transexuales. Y aumenta tanto que da vergüenza, porque ninguno de los crímenes contra la población trans se llegó a investigar. La versión de la policía es que todos estaban relacionados con crímenes pasionales y ventas de sustancias psicotrópicas. La realidad es que no hay un solo victimario entre rejas. El Defensor del Pueblo dice que el Estado, directamente, no investiga.
Con ese panorama es muy difícil contestar la pregunta clave: ¿Quién está matando a los transexuales? La ONG Santamaría Fundación, que vela por los derechos de este colectivo, reitera que hay una campaña de limpieza social. Esa práctica era muy típica de los paramilitares, y fue tremendamente “exitosa” en Cali y en todo el país durante la década de los 90 y la del 2000. Se repartían panfletos amenazando a prostitutas, gays, y todo lo que ellos consideraban como la escoria de la sociedad. Hoy en día hay menos panfletos directos, pero sigue habiendo muertos, y eso hace pensar a la ONG que el victimario ha cambiado de vestimenta, pero sigue siendo el victimario. Hay declaraciones de testigos que acusan, también, a miembros de la policía. El defensor del pueblo, Andrés Santamaría, va más allá. Dice que quien las está matando es la sociedad, la homofobia y la vista gorda que hace el Estado mirando para otro lado.
Días después de que mataran a Pamela, allí seguían sus compañeras, exponiéndose a todo tipo de insultos, atropellos y agresiones. Alguna opta por reírse y mirar para otro lado, como si entendiera que todas esas vejaciones van incluidas en su contrato. Otras optan por llorar, como las chicas de Santamaría Fundación. Mientras las entrevistábamos conocieron la muerte de otra compañera. Le asestaron varias puñaladas en el descampado donde ejercía como trabajadora sexual. Cuando nos fuimos del local, la última víctima seguía en la morgue. Sóla, como estaba la noche en que la mataron. Y las compañeras de la ONG se dejaban los sesos pensando cómo recaudar el dinero para sacarla de allí, entregársela a su madre y darle dos cosas: un último adiós, y un entierro.