3 posts de mayo 2011

La holandesa de las FARC

Tanja nijmeijer

 

Aquella tarde de verano de 2010 no hubo novedad en la selva. Así que Tanja Nijmeijer decidió romper la rutina encendiendo el transistor. Tanja sufrió escuchando la radio, ese aparato que conecta a los guerrilleros de las FARC con el mundo, pero que es, sobre todo, un balón de oxígeno para los secuestrados de la guerrilla, el medio por el que escuchan los mensajes y las voces de sus familias.

 Esa tarde otro balón, de cuero, rodaba en un campo de fútbol de Sudáfrica. España y Holanda se jugaban el Mundial de fútbol en un partido duro y bronco, como la vida en la selva. Tanja, la holandesa de las FARC, se acostó ese día un poco más triste, como todo su país, gracias al gol de Iniesta.

 La derrota de Holanda fue tal vez uno de los pocos momentos malos para esta joven guerrillera, que entró a las FARC por convicción y que no se arrepiente de haberse calzado el uniforme verde olivo y las botas pantaneras. De la vida de Tanja hemos sabido por varios vídeos del periodista Jorge Enrique Botero y por un diario de la propia guerrillera que encontró el Ejército en la selva. Dos retazos de su vida que expresan sentimientos diferentes. Los extractos del diario que ofreció el Gobierno muestran a una Tanja que añora su tierra natal y se muestra desencantada con la guerrilla, con las horas muertas haciendo guardia y los pocos días de acción en el frente de batalla. Los testimonios que le dio a Botero muestran a una Tanja convencida de su ideal revolucionario, de la lucha por la justicia social y un reparto justo de la tierra, que amenaza al Ejército con un festival de granadas, ráfagas de AK-47 y campos minados en caso de que se les ocurra entrar a por ella.

 La vida de Tanja ha quedado retratada en un par de libros. El último que se ha publicado aquí en Colombia es “La vida no es fácil, papi”, basado en las más de 20 horas de testimonios y grabaciones que Botero tiene con Tanja en la selva. Es un relato de su experiencia en la guerrilla, y de ese viaje en varias etapas que cambió radicalmente su vida: de estudiante y okupa en Groningen, a profesora de inglés en la ciudad colombiana de Pereira, a miembro de las milicias urbanas de las FARC en Bogotá, y a la huida al monte para convertirse en guerrillera de facto.

 Tanja demostró actitud y aptitud, y se acercó sin saberlo al Mono Jojoy. Se le daban los idiomas, y eso la convirtió en una pieza clave en la campaña internacional de las FARC. Poco después de la muerte de Jojoy, cuando cayó aquel diluvio universal de bombas sobre el campamento del jefe militar de la guerrilla, se publicó un vídeo de Tanja. La joven holandesa aparecía bailando en el campamento de Jojoy, a pocos metros del líder. Esa imagen la tomó Botero un mes antes del bombardeo. Durante meses se dio por hecha la muerte de Tanja. Pero el propio Botero acaba de confirmar que aquella estudiante de Filología Hispánica sigue viva y con su ideología intacta,  convencida -según le dijo el periodista a la agencia EFE- de que entrará en Bogotá en primera línea de fuego, como Fidel Castro en la Habana, en aquel lejano 1959. 

 

Ecuador y la guerra de los Correa

Fabricio y rafael correa  El presidente Rafael Correa y su hermano, el empresario Fabricio Correa

 

Primero fueron amigos y enemigos íntimos,  y compartieron secretos y correrías  en la ciudad costera de Guayaquil. Como dos buenos hermanos,  riñeron y pelearon, se quisieron y se odiaron. Pero siempre volvieron al redil de la confianza infantil y a la necesidad imperiosa del calor de un hermano para que todo aquello nunca fuera a mayores. A Fabricio, el mayor de los Correa Delgado, le tocó madurar pronto.  Su papá fue encarcelado por narcotráfico en Estados Unidos y el primogénito  se vio en la imperiosa necesidad de ocupar su papel y ayudar en la casa. Rafael, el pequeño, vio en él un referente, como lo vemos en algún momento  de nuestras vidas todos los que tenemos algún hermano mayor. Luego cada uno tomó su rumbo: Fabricio, la ingeniería y las empresas; Rafael,  la economía  y la política.

El camino siguió y volvió a cruzar sus vidas antes de las elecciones de 2006, cuando Rafael, el hermano pequeño, se postuló a Presidente. Por esas fechas Fabricio, el hermano mayor, decidió aparcar sus negocios y preparar la campaña del futuro presidente. La campaña les acercó y la victoria del actual mandatario estrechó de nuevo su relación. Les unió tanto que,  voluntaria o involuntariamente, vinculó  a las empresas de Fabricio con el Gobierno de Rafael. Y esa unión, legal pero poco ética, fue también la causa de la desunión, del divorcio definitivo  y el distanciamiento entre Fabricio y Rafael.

Hace casi dos años, una investigación periodística comenzó a desvelar los negocios turbios del poder. Juan Carlos Calderón y Christian Zurita recogieron toda esa trama en “El Gran Hermano”, el relato detallado de acuerdos y contratos por obras que sigue vendiendo ejemplares y  ya va por su tercera edición. Su tesis desnuda la peligrosa cercanía de Fabricio con los despachos de la sede de Gobierno, el Palacio de Carondelet: empresas supuestamente vinculadas a Fabricio Correa firmaron contratos con el Gobierno ecuatoriano que ascendieron a cientos de millones de dólares. El nombre de Fabricio no aparece en ninguna de esas empresas, porque muchas de ellas eran firmas subcontratadas con sede en Panamá. Las concesiones -cuenta Fabricio- fueron legales, y de momento nadie ha podido ganarle un juicio cuya sentencia diga lo contrario. El escándalo siguió creciendo y a Rafael, que al principio defendió a su hermano, finalmente le pesó más la ética que la legalidad, así que terminó cancelando todos los contratos del Gobierno con empresas vinculadas a Fabricio. Eso sí, admitiendo que él jamás supo que su Gobierno firmaba contratos con empresas cercanas a su hermano.

Y ahí se produjo la ruptura total. Lo de mezclar la familia y los negocios fue como soltar a un toro en una tienda de jarrones chinos. Los hermanos contaron en público los trapos sucios que normalmente se lavan en privado. Fabricio habló de la corrupción en el Gobierno, del círculo de narcisistas que rodean a su hermano, de la deriva totalitaria del mandatario, de las ofertas de las FARC para financiar la campaña del presidente, del narcotráfico que corrompe el país. Rafael fustigó sin miramientos a su hermano. Lo hizo en privado pero sobre todo en público, en las cadenas televisadas de cada sábado, que en Ecuador conocen como “sabatinas”. Allí habló de la voracidad de Fabricio con los negocios, de su amor por el dinero, de su histórica pasión por el poder. Tanta, que Fabricio nunca le perdonó –dice Rafael- que lo alejara de su círculo de Gobierno.

La batalla entre los hermanos ha tenido estos días su penúltimo episodio. Fabricio ha pedido el NO en un referéndum en el que su hermano solicitaba el SI sobre 10 cuestiones que planteaba a los ciudadanos. Fabricio actúa hoy, y no lo esconde, como un político más de la oposición. Lo hace –admite- por el bien de su hermano y del país. Y tanto amor tiene al país que no descarta presentarse a las elecciones presidenciales de 2013. Nadie sabe qué pasará en esas fechas. Y nadie descarta un episodio final de ese enfrentamiento, esta vez, luchando frente a frente por el puesto que da más poder. Y eso, la carrera por la Presidencia de la República, no es la mejor manera de acercar posturas entre dos hermanos que ni se hablan, ni pierden tiempo en intentarlo. Más bien parece que  guardan fuerzas para librar la batalla final de un culebrón que engancha a los ecuatorianos, aunque  la Guerra de los Correa tenga muy poco de Falcon Crest.

Esperando a Correa

Foto correa campaña 

La imagen capta ese momento con el que todo político sueña. Ganas unas elecciones o crees que las vas a ganar, y te acercas a compartir ese momento de euforia desmedida con la gente, con los que depositaron o van a depositar un voto que te coloca en el goloso mundo de la más alta magistratura del Estado. El presidente de Ecuador, Rafael Correa,  sueña con otro momento como éste el próximo sábado. Ese día los ecuatorianos saldrán a votar por sexta vez en los últimos 5 años. Y como en todas las anteriores ocasiones, Correa, probablemente, saldrá de nuevo al balcón del Palacio de Gobierno o a la tarima de la sede de su partido para decirle a los suyos que la revolución ciudadana ha triunfado, que todos caminan firmes hacia un país más justo e igualitario.

 

Ecuador celebra este sábado un referéndum en el que la población votará SI o NO a diez cuestiones que plantea el presidente. Las más importantes se refieren a la reforma de la justicia y al control de los medios de comunicación. Correa quiere “meter mano a la Justicia”, tal y como ha repetido más de una vez, para acabar con un sistema que califica de corrupto e ineficaz. La oposición teme una victoria del SI, porque el Presidente nombraría un Tribunal Supremo afín a sus tesis y el país y la justicia se dejarían por el camino buenas dosis de independencia. Independencia es, también, lo que temen perder los medios de comunicación ecuatorianos. Porque una de las preguntas promueve la creación de un órgano que regule el contenido de los medios, y éstos ven en todo esto una suerte de censura previa, probablemente lo más indigno a lo que puede enfrentarse un periodista. Casualidad o no, todo esto llega en un momento muy tenso entre Correa y la prensa. El presidente acusa a los medios privados de inventar mentiras, de actuar como verdaderos partidos de la oposición. Y no se corta: los llama corruptos, golpistas, mentirosos o sicarios de la tinta. Por si fuera poco, en los últimos meses el mandatario a demandado a varios periodistas por injurias e informaciones falsas. Las demandas ascienden a decenas de millones de dólares.

 

Los ecuatorianos votarán libremente sobre esto, y sobre otras cuestiones: convertir en delito el enriquecimiento injustificado, la prohibición de los casinos o la prohibición de todo espectáculo que suponga maltrato animal, y eso incluye las corridas de toros. Pero más allá de todo esto, el referéndum será una suerte de termómetro sobre la popularidad del presidente. Faltan dos años para las presidenciales y Rafael Correa sigue siendo muy popular. Pero habrá que ver cuánto, y habrá que ver si su victoria es holgada o ajustada, como prevén algunas encuestas. Porque en estos cuatro años de presidencia también ha habido desgaste. A Correa lo han abandonado antiguos colaboradores como Gustavo Larrea, ex ministro del Interior, o Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente y uno de los hombres que le ayudó a fundar su partido, Alianza País. Todos ellos se bajaron del barco por la deriva autoritaria y la prepotencia del presidente. Correa se ha quedado sin el apoyo de la mayor colectividad indígena. Y eso no puede pasarse por alto porque los indígenas son expertos en sacar presidentes. Sus protestas tumbaron a 6 mandatarios en los últimos 15 años.

 

¿Aguará todo esto la fiesta del presidente? Las grandes firmas encuestadoras dicen que no, que Correa ganará, pero por un margen mucho menor del que pronosticaba el mandatario a principio de la campaña. Tal vez por eso lo hemos visto estos días multiplicando sus actos por todo el país, acercándose al público, abrazando a la gente, sonriente, como siempre, pero tal vez con algo de miedo al revisar las encuestas, pensando quizás que el camino de su revolución ciudadana no es tan llano ni tan sencillo como pensaba.

Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
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