2 posts de octubre 2011

¿Quién manda en los pueblos?

Castilla la nueva                                                            Calles de Castilla la Nueva (Meta)

La plaza del pueblo no rezumaba demasiado ambiente electoral. De hecho, parecía un día cualquiera, como si todo estuviese cantado antes de acudir a las urnas. Los campesinos tomaban café en las esquinas,  con su poncho y su sobrero “vueltiao”. Los jóvenes jugaban al billar en tienda de la calle central, donde un equipo de música acercaba los ritmos del último vallenato por las calles cercanas. Los niños aparcaron momentáneamente sus juegos y se acercaron a Diego, el reportero de la corresponsalía, para que les explicara qué era ese aparato cuyo objetivo apuntaba a los rincones del pueblo. El pueblo se llama Castilla la Nueva, a unos 300 kilómetros al sur de Bogotá, en el departamento del Meta, y es uno de los 1102 municipios colombianos que este domingo eligen alcalde.

Castilla la Nueva también es uno de esos municipios donde, según la Misión de Observación Electoral, hay un riesgo extremo fraude en estas elecciones. Y en toda Colombia -añade esa ONG- hay riesgo de fraude en uno de cada tres municipios. Hace ya más de 20 años que este país celebra elecciones municipales, es decir, que los habitantes de los pueblos eligen quién gobierna en cada municipio. Anteriormente,  a los alcaldes y a los gobernadores los elegía directamente el Presidente de la República, pero todo eso cambió cuando a Colombia llegó la descentralización y la nueva Constitución del 91.

¿Por qué son tan importantes estas elecciones? Básicamente, y resumiendo mucho, porque en un país en guerra el control del territorio es algo fundamental. Lo sabe el Gobierno y lo saben los alcaldes y políticos honestos, que haberlos.. haylos. Pero también lo saben los grupos ilegales, los actores del conflicto, llámense guerrillas, paramilitares, o bandas criminales, todos ellos metidos hasta el cogote en ese rentable negocio del narcotráfico. Controlar los ayuntamientos, sus finanzas, sus regulaciones, es una parte importante del negocio. Poner a un alcalde títere que no te cree problemas y con el que puedas controlar las arcas municipales y los corredores del narcotráfico… allana mucho el camino. Y en muchos municipios colombianos las arcas están realmente llenas, aunque buena parte de la población viva en techos de cartón y transite por trochas de tierra. Colombia vive un auténtico boom energético, fundamentalmente petrolero y minero. Y cada empresa que extrae petróleo, carbón o cualquier recurso mineral del suelo de un municipio, debe ceder cuantiosas regalías a los ayuntamientos. La caja de muchos municipios está llena, y administrar esa caja es el sueño de políticos honestos… y también de grupos ilegales.

Por eso hemos visto un período preelectoral tan complejo. Según la M.O.E., desde febrero han asesinado a 41 candidatos, han amenazado a otros 88, y a un día de las elecciones, se mantiene un enorme riesgo de violencia, fraude y corrupción. ¿Cómo se ganan las alcaldías? Con el voto honesto y libre, por supuesto, y eso también se dará en varios municipios. Pero en las zonas de riesgo se ganan las alcaldías con diversas prácticas como la compra de votos, la trashumancia electoral (votantes de municipios cercanos que se inscriben en otro pueblo para modificar la votación) o directamente, las amenazas contra la vida. El Gobierno ha reconocido que en esta campaña iban a votar 400.000 muertos, personas que ya habían fallecido y que seguían inscritos en los registros de la procuraduría. Y el Procurador General reconoce que la corrupción está desbordada en estas elecciones, que los dineros que están detrás de muchas campañas provienen de actividades ilícitas.

 

Volvamos a Castilla la Nueva. El pueblo tiene un alcalde que ha gobernado durante tres legislaturas. Su mujer también fue alcaldesa. Y ahora su sobrino se presenta a las elecciones. El pueblo recibe enormes recursos del petróleo. Alguien bendijo el subsuelo de ese pequeño trozo de tierra del Meta, donde Ecopetrol, la empresa estatal petrolera, sigue sacando crudo a mansalva. Se calcula que cada año, las regalías petroleras dejan 20 millones de euros en las arcas municipales. El 85% por ciento del presupuesto municipal obedece a las rentas petroleras. En esa zona de los Llanos Orientales, tierra ganadera por excelencia, han operado históricamente las Autodefensas Unidas de Colombia, los grupos paramilitares que ya no exhiben sus uniformes por las calles, pero que siguen controlando absolutamente todo de manera soterrada, con uniformes de civil. Los vecinos del pueblo han denunciado en esta campaña la compra de votos. Han ofrecido hasta un millón de pesos (casi 380 euros) por votar por determinado candidato, que curiosamente es la pieza del actual mandatario. Otro vecino denunció al Consejo electoral el trasteo de votos. El municipio tiene 8 mil habitantes, y en un momento determinado el censo electoral, los ciudadanos con derecho a voto, superaron los 10 mil.

Hace cuatro años, el día de las elecciones, muchos habitantes de Castilla la Nueva se quedaron sin votar porque no consiguieron renovar sus cédulas. Y esos habitantes vieron como el domingo electoral llegaron varios autobuses con gente de la región, con ciudadanos que vivían fuera del pueblo, para votar. La indignación popular derivó en revuelta, en 4 muertos y en el asalto a los colegios electorales. La furia de quienes rechazaron el fraude sirvió para que se repitieran los comicios un mes después. Pero sólo para eso. Porque todo estaba atado y bien atado y ganó quien tenía que ganar, el actual alcalde.

 

 

Las horas tristes de Nohora Valentina

Nohoraok 

Nohora Valentina

 

La mañana del jueves comenzó sin novedad. Nohora Valentina se levantó, desayunó, y se despidió de su papá. Luego salió de su casa y se marchó al colegio de la mano de su madre. Nohora, de diez años, es la delegada de su clase. Pero ese día no pudo sentarse en su silla de la tercera fila ni hablar con sus compañeros. A las puertas de la escuela, dos hombres encapuchados las encañonaron. Norah y su madre subieron a la fuerza al vehículo. Desde ese día nadie la volvió a ver. Horas después, los secuestradores pusieron en libertad a su madre. Le dieron veinte mil pesos (unos siete euros) para que tomara un taxi y volviera a casa sin rechistar.

 

Una semana después de su secuestro, nadie sabe dónde está la pequeña Nohora ni por qué se la llevaron. Los secuestradores llamaron a su padre, el alcalde de Fortul, un pequeño pueblo de Arauca, junto a la frontera con Venezuela. Le dijeron que estaba bien. Nada más. Ni quiénes eran ni qué condiciones ponían para entregar a la joven. La soledad de Nohora contrasta estos días con las marchas multitudiarias en las calles de Fortul. Los veinte mil habitantes, unidos a otros siete municipios de Arauca, recurren juntos la principal avenida del casco urbano pidiendo el final del secuestro. No saben a quién dirigirse, porque no saben si se la llevó la guerrilla del ELN, la de las FARC, los paramilitares o las bandas criminales que operan en la región.

 

La voz indignada del pueblo resuena estos días en todo el país, que asiste incrédulo al último capítulo de la larga lista del secuestro de menores. País Libre, una ONG que maneja desde hace años las cifras de los cautivos, recuerda al Gobierno que el problema vuelve a ser serio. Se acabó –dicen- la época de triunfalismo que acompañó los últimos años del gobierno de Uribe, cuando las cifras de secuestrados disminuyeron considerablemente y Colombia soñó con el final de un delito que no entiende de edad. En Arauca hubo tres secuestros en 2009, cuarenta y seis  en 2010, y diez en el primer semestre de 2011. Y en todo el país, en los últimos cuatro años han secuestrado a ciento sesenta y ocho menores. Detrás de todo esto está la extorsión (para el pago de un rescate), el tráfico de menores, la prostitución infantil o el reclutamiento de niños soldado. Todo un negocio del que se lucran bandas criminales, delincuentes comunes, las guerrillas y ese abanico de grupos delictivos que se hacen llamar “Rastrojos”, “Aguilas Negras”, etc, y que no son otra cosa que los nuevos grupos paramilitares, las nuevas Autodefensas Unidas de Colombia,  que ya no llevan ni uniforme ni se dejan ver armados en público, pero que controlan pueblos enteros vestidos de civil, cobrando vacunas, extorsiones, y eliminando a todos aquellos que no comulgan con su manera de entender el poder.

 

Los padres de Nohora esperan en casa con la mirada fija en un teléfono, el mismo aparato al que los secuestradores llamaron una vez para decirles que la pequeña estaba bien. El pueblo sigue en la calle, con marchas casi a diario para pedir su liberación. Dos mil hombres del Ejército y la Policía rastrean aldeas, veredas y cruces de carretera buscando a la niña. La silla de Nohora sigue vacía en el cole, apenas decorada con un globo donde sus compañeros recuerdan a la delegada, a esa morena activa e inquieta, a la que ahora todos echan en falta. La madre de Nohora… la madre de Nohora ha pedido a los secuestradores que la traten bien, y que le pongan, al menos, dibujos animados.

Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
Ver perfil »

Síguenos en...

Últimos comentarios