Refugiados
“Llegaron, delante de la niña y pum pum, lo mataron. Yo salí a las 12:45 de mi tierra. Aquí llegué a las 4:30 de la mañana”. Ha pasado más de una década desde que un escuadrón paramilitar ejecutó a sangre fría al marido de Patricia Landázuri. Patricia lo vio caer, y al recoger a su hija y huir por la parte trasera de la casa escuchó los tiros de gracia. Tres disparos secos le confirmaron que jamás vería a su marido. Ocurrió en Tumaco, una pequeña ciudad en la costa pacífica de Colombia, a escasos kilómetros de la frontera con Ecuador. Patricia caminó durante horas. Luego se subió a una pequeña canoa, sorteó como pudo las olas del Pacífico y se adentró por el brazo de mar que lleva hasta San Lorenzo. Cuando llegó a esta ciudad ecuatoriana, esta bella mujer de color, un huracán de fuerza y vitalidad, caminaba embarrada y desnuda, con su hija de dos años a cuestas.
Patricia Landázuri, la refugiada que acoge a refugiados.
El viaje de Patricia lo siguen haciendo estos días cientos de refugiados colombianos. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, calcula que cada mes unos 1200 colombianos huyen de su país por culpa de la violencia. Y en su huida cruzan a Ecuador por alguno de los 600 kilómetros de la frontera. Si hay un drama del refugio en Latinoamérica, se está dando, sin duda, en este punto del continente. En Ecuador hay, oficialmente, 56 mil refugiados reconocidos por el Estado. Pero hay otros cien mil colombianos en necesidad de protección internacional. Y hay cientos de personas en un limbo jurídico porque acaban de llegar, y ni siquiera saben cómo solicitar el estatus de refugiado. Cuando Ecuador te reconoce como refugiado, te permite movilidad por todo el país y te da los mismos derechos y obligaciones que a cualquier otro ciudadano ecuatoriano. Pero cuando no has podido solicitar los papeles, o cuando eres simplemente un solicitante pero no tienes el estatus de refugiado, tu situación se complica. La movilidad se reduce, no puedes moverte por el país por los controles de la policía, te arriesgas a que te deporten y, por supuesto, es mucho más complicado encontrar trabajo.
Patricia, Yesenia (refugiada recién llegada a casa de Patricia) y su hijo de dos años.
En ese limbo jurídico se encuentra Armando Noriega*. Llegó hace apenas quince días pero vino solo. Su mujer y sus cuatro hijos, entre ellos una niña discapacitada, se quedaron en Tumaco. Tres hombres armados se plantaron en su casa a punta de pistola. “Lo único que hice fue tirarme por la puerta de atrás, correr hasta donde mi mamá y esconderme hasta el otro día. Mi señora me llevó la ropa, y pude salir para acá”. La ropa de Armando, dos pantalones raídos y un par de camisetas, cuelga ahora del tendedero de un refugio temporal. Una ONG local le ha puesto un techo y un catre y le entregó 86 dólares para empezar a vivir. En dos semanas Armando ha gastado únicamente 6 dólares, así que ya tiene ahorrado parte del viaje para traer a su familia hasta aquí. El transporte por tierra desde el otro lado de la frontera y la embarcación por un tramo del Pacífico le cuesta 300 dólares. Sobra decir que su familia tuvo que salir de Tumaco, y que su esposa y sus cuatro hijos ya forman parte de los cuatro millones de desplazados internos que tiene Colombia.
Lo que ocurre en Tumaco debería avergonzar a quienes siguen pensando que en Colombia no hay una guerra. Los que viven allí se levantan con tiros, se acuestan escuchando tiros, y ven al día un par de muertos. Las familias con hijos jóvenes se arriesgan a que algún grupo armado toque a la puerta para reclutarlos. Y en Tumaco están, prácticamente, todos los grupos armados. Está la guerrilla y están los nuevos grupos paramilitares, los que eufemísticamente denominan ahora como “bandas emergentes”, “bancas criminales”, o en el argot policial, BACRIM. Todo un submundo armado con una única ideología, la que marca el narcotráfico. Tumaco es unos de los puntos de salida de la droga colombiana por el Pacífico. Y el control de esas rutas es lo que está desangrando a la ciudad. Un amigo cooperante, Víctor, ya de vuelta en Toledo, vivió varios años entre Tumaco y Bogotá. Recuerdo una cena en la casa de otra amiga, Esther, en la que Víctor comentaba su angustia, los motivos de su regreso a España. Básicamente habló de un desgaste brutal, de la tensión acumulada por ver cómo su gente se jugaba la vida a diario, retenidos muchas veces por combatientes heridos de los grupos armados que paraban sus vehículos a punta de pistola y exigían que los llevaran al pueblo más cercano. Con una arma apuntándote a la cabeza, de poco sirve explicarles que los vehículos de una ONG no suben a gente armada ni uniformada. La consecuencia, después, era tener que cancelar los proyectos en ese pueblo, porque los informantes de otro grupo armado veían a Victor y a sus chicos como cómplices del enemigo.
Refugiada colombiana de 7 años en San Lorenzo (Ecuador).
Los males de Tumaco se están reproduciendo al otro lado de la frontera. Cuando cae la noche, el brazo de mar que llega hasta San Lorenzo, en territorio ecuatoriano, es territorio de los grupos armados colombianos. Se mueven en barcas, con uniformes y su flamante armamento. Todo el mundo los ve pero nadie denuncia, porque con la denuncia viene la muerte. Las guerrillas y los paramilitares colombianos se mueven a gusto por la frontera. El Ejército ecuatoriano no tiene ni la capacidad ni los medios para controlar al detalle los más de 600 kilómetros de la frontera.
Familia de refugiados colombianos en San Lorenzo (Ecuador).
Así que Ecuador puede resultar un lugar seguro, pero no tan seguro. Los refugiados duermen mejor en el suelo ecuatoriano que en sus camas colombianas, pero el miedo sigue presente porque todos saben que al otro lado de la frontera siguen presentes sus enemigos. Con las mujeres, además, hay otro drama. Se calcula que un 70% de los refugiados colombianos que cruzan a Ecuador, son mujeres y niños. Y las redes de trata de blancas, de explotación sexual, ven en ellas la carnaza perfecta para su plan delictivo. En San Lorenzo abundan los “chongos”, los burdeles donde trabajan de media unas quince mujeres. La mayoría no tiene ni letreros luminosos ni grandes carteles. No llaman la atención, pero están por todas partes. Muchas de las trabajadoras sexuales son refugiadas colombianas que trabajan en condiciones de semiesclavitud. Los dueños de los burdeles les dan alojamiento. Las chicas generan una deuda que se convierte en un círculo vicioso del que muchas no pueden salir. Luego llega la amenaza:: “si te vas, recuerda que no tienes papeles, te puedo entregar a la policía y te deportarán”.
Un refugiado colombiana levanta una casa junto a sus hijos en San Lorenzo (Ecuador).
Patricia Landázuri, esa fuerza de la naturaleza que llegó a Ecuador hace más de una década, conoce bien ese drama. Sabe que muchas de sus compatriotas terminan cayendo en las redes porque no tienen otra forma de salir adelante, porque buscan trabajo y no encuentran, no tienen papeles. Tal vez por eso Patricia ha hecho de su casa, que se levanta junto a una pequeña plantación de palma africana, un hogar para muchas de las refugiadas. Patricia les da la primera atención, tal vez la más importante cuando uno llega perdido, desnudo de cuerpo y alma, a un lugar que desconoce. Ha pasado mucho tiempo desde que la propia Patricia llegó, casi arrastrándose, hasta aquí. La hija de dos años que trajo a Colombia es hoy una adolescente a punto de dar a luz. Y ella reitera que nunca dejará tirada a una colombiana. Yo con mucho gusto les obsequio el campamento. Para mí todo colombiano es de mi patria”.
Por casa de Patricia han pasado más de doscientas mujeres.
*Nombre figurado de un refugiado que, por temor, no quiere desvelar su identidad.
Matha Sastre dijo
Estos testimonios NO se leen ,ni se escuchan, en ningún medio escrito, ni de radio ni de tv, ni revistas.... Colombianos, este es un páis en guerra , de injusticias sociales , corrupción...con los medios de comunicación muy bien manipulados...donde la violencia proveniente de todos los grupos organizados provocan el desplazamiento de la gente campesina, líderes indigenas asesinados.. y todo queda en la mas rampante impunidad...y desconocimiento...esto ocurre en esta "democracia"... esto es Locombia señores!!!
21 jun 2012