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La paz de Santos

Mesa diálogo oslo

Negociadores del Gobierno y las FARC

Dicen los que le conocen que Juan Manuel Santos es un temible jugador de póker. Más de un empresario puede dar fe de su pericia, puesta en práctica los fines de semana en el exclusivo Country Club del norte de Bogotá. Paciencia, calma, ningún gesto facial que dé pistas al enemigo. Todo eso y esperar la mano buena mientras se apura, sin prisas, un buen trago de whisky.  Santos, que nació en cuna de oro y no por eso hay que culparlo, también aprendió a negociar desde
muy joven. Su primer trabajo tras licenciarse fue en Londres,  cuando lo nombraron representante de la Federación del Café con apenas veintitantos años. En la capital británica aprendió pronto que no siempre se gana y no siempre se pierde, y que así como el precio del café sube y baja en la bolsa, hay que tener la paciencia suficiente para abordar las grandes decisiones.

El Presidente, hace unos meses, tomó una gran decisión: iniciar contactos exploratorios con la guerrilla de las FARC para acabar un conflicto que dura ya medio siglo. Es, sin duda, una de esas decisiones que marcan un mandato y la vida política de un servidor público. El Presidente reitera, siempre que puede, que los astros están alineados, que ésta es la ocasión buena para lograr la paz, y que un gobernante que ve opciones de lograrla no puede perdonarse el no intentarlo. Pocos días después de que el Gobierno y la guerrilla se sentaran formalmente en la misma mesa en un hotel a las afueras de Oslo, la Colombia académica y la Colombia de la calle analiza al detalle el futuro del Presidente. Y no hay demasiadas opciones. Unos piensan que si logra la paz, definitivamente pasará a los libros de historia. Otros sospechan que si se tuercen los diálogos, Santos habrá jugado de farol y habrá perdido su más importante partida de póker, enterrando una carrera política que le hubiera
permitido presentarse a la reelección en las presidenciales de 2014, prolongando otros 4 años ese programa político que él define como la “prosperidad democrática”.

La mano de póker más importante de su vida apenas acaba de comenzar. Al otro lado de la mesa están las FARC, un adversario temible. Y cada uno tiene 5 cartas pactadas en los diálogos exploratorios de Cuba: las tierras, la participación política de la guerrilla, la reinserción de los guerrilleros, el narcotráfico y las víctimas. Santos, que en el póker siempre demostró paciencia, no quiere ahora una partida eterna. Está dispuesto a negociar meses, pero no años. En realidad el Presidente no quiere nada que se parezca a los diálogos del Caguán, el fracasado proceso de paz que
puso en marcha el ex presidente Pastrana y que se prolongó durante casi 4 años sin ningún tipo de acuerdo.   

Que la partida no será fácil lo puso de manifiesto Iván Márquez, el número dos de la guerrilla, en la rueda de prensa de Oslo. Márquez, al que algunos ven como el halcón de las FARC ( su postura sobre los diálogos era, al parecer, mucho más crítica que la del propio “Timochenko”, el jefe del Secretariado) apenas habló de los 5 puntos pactados. Su discurso fue mucho más allá. Habló de cambiar el modelo económico, el gasto militar del Gobierno, criticó la inversión extranjera en Colombia, la extracción de los recursos naturales del país y citó con nombre y apellidos a empresarios colombianos que amasan fortunas y tierras mientras millones de campesinos pobres y desplazados se amontonan en el extrarradio de las grandes ciudades. Iván Márquez sacudió la mesa y puso algo de realidad a estos diálogos. Evidentemente, el portavoz de las FARC quería aprovechar el altavoz internacional de aquella rueda de prensa. Y su discurso puso a pensar al país (probablemente, también, al propio Presidente) en que esto que empieza no será nada fácil. Los
representantes de las FARC se presentaron como las víctimas, no como los victimarios. Dijeron ser luchadores del pueblo y por tanto, negaron cometer crímenes contra el pueblo. Aseguran no tener a ningún secuestrado, y reiteraron que no están metidos en el negocio del narcotráfico. Afirmaciones que nadie, salvo ellos, termina de creerse en Colombia, y que hieren a las familias de las víctimas del conflicto. Sobre la mesa, sin cámaras, saldrán los reproches mutuos: las afirmaciones del Gobierno, las pruebas de que la guerrilla se financia con la cocaína y con la minería ilegal; la larga lista de civiles secuestrados por motivos extorsivos de los que nadie sabe nada desde hace años; los crímenes de lesa humanidad que han cometido algunos de los jefes de las FARC que se han sentado a negociar la paz. Y saldrán también los reproches de la guerrilla: los vínculos históricos de altos miembros del Ejército con los paramilitares, las alianzas perversas de generales, en activo y en retiro, con grupos ilegales de extrema derecha que cometieron matanzas y desplazaron a campesinos. En la mesa saldrán también dudas legítimas: ¿obedecerán todos los frentes guerrilleros las decisiones que adopten las FARC en Cuba? ¿Abandonarán el lucrativo negocio del narcotráfico o algunos seguirán metidos en el tráfico de drogas al servicio de otros grupos criminales? ¿Qué pasará con la justicia transicional? ¿Los jefes guerrilleros están dispuestos a cumplir algún tipo de pena, así sea simbólica, después de pasar décadas pegando tiros en la selva por una causa que ellos consideran legítima? ¿Está la sociedad colombiana preparada para ver a Timochenko e Iván Márquez sentados en el Congreso u optando a la presidencia del país? Y el Gobierno, ¿puede garantizar que los guerrilleros que se desmovilicen y quieran participar en la vida política, no sean masacrados como ocurrió, en los 80,  con los casi 4 mil muertos de la Unión Patriótica?

Hay muchas preguntas sin respuesta, y es probable que en la soledad de una sala, sin micrófonos ni periodistas que incordien, los representantes del Gobierno y los de las FARC se digan las cosas a la cara, dialoguen a calzón quitado, y sepan entonces qué líneas rojas no están dispuestos a  cruzar. En cualquier caso, las FARC deben saber que no se puede esperar a que se erradique la pobreza, a que se superen las desigualdades sociales, para que los colombianos dejen de matarse. Al contrario, el final de la violencia, la firma de la paz, permitiría ahorrar los recursos suficientes para lograr la anhelada justicia social. Y la guerrilla podría plantear y lograr todo eso desde una plataforma política, con un programa sometido al escrutinio de un pueblo que, en último término, es quien debe decidir qué partido y qué candidato le gobierna.

Se prevé una partida larga en Colombia. Y si no descarrila en el último momento, como le pasó a Pastrana con las mismas FARC, o a Ehud Barak con los palestinos, Santos podrá apurar con gusto otro sorbo de whisky. ¡Qué carajo! Si se logra la paz se debería repartir whisky y ron a todo el país, para que Colombia viva otro sueño, este vez prolongado, como cuando a Gabo le dieron el Nobel de Literatura y la resaca del día siguiente se tornó interminable; como cuando Lucho Herrera ganó la Vuelta a España subiendo puertos con la energía que le proporcionaban las tabletas de panela; o como cuando aquel equipo de fútbol de los Córdoba, Valderrama, Leonel o Asprilla silenció a Argentina con cinco goles que todavía resuenan por las calles del país. Colombia merece la paz, aunque le cueste levantarse por una resaca histórica y pierda algún punto del PIB por los litros de trago que le regaló el Gobierno.   

 

13 Comentarios

Ciertamente, Colombia se merece la paz, pero no a cualquier precio. Respondiendo a tu pregunta, no creo que el país esté preparado para ver a criminales jugando a ser políticos, no es decente ni coherente. La verdad, no tengo mucha fe en este proceso de paz, el discurso trasnochado de las FARC en Oslo confirma mis dudas. Ojalá me equivoque.
Estás haciendo un trabajo estupendo colega!

Estimado señor Luis Perez, con asombro encuentro en su blog un párrafo casi idéntico al que se encuentra en la columna de Daniel Coronell, Revista Semana del domingo 21 de octubre. He aqui el extracto de Coronell: "No podemos esperar la erradicación de la pobreza, ni la superación de las desigualdades sociales para dejar de matarnos. Por el contrario, el cese de la violencia permitiría el uso de enormes recursos para solucionar esos problemas evidentes"...Simple coincidencia?

A mi me parece que la guerrilla nos está tomando el pelo. El discurso de Iván Márquez pudo haberlo pronunciado en 1964, cuando Tirofijo comenzó a pegar tiros en aquellas repúblicas campesinas. Pero en 2012? La desconexión con la realidad de muchos de los guerrilleros puede ser uno de los mayores obstáculos para lograr la paz en esa mesa de negociación.

Hola Erika, leo y comparto esa idea de Coronell, y discrepo en otras cosas. Lo de firmar la paz primero para ahorrar y poder luego reducir pobreza y implantar justicia social es algo de lo que se ha hablado mucho. Diarios como El Economista o La República daban datos las últimas semanas, de lo que cuesta por ejemplo, mantener el ministerio de defensa durante una guerra como la de ahora, 14.200 millones de dólares. Un saludo.

a mi también me inquiera esa pregunta que planeas: ¿está la sociedad colombiana preparada para ver a Timochenko en en el congreso? claramente creo que no, y mucho menos preparada para verlos salir libres, si se firma la paz, sin pasar algún tiempo, por mínimo que sea, en las cárceles del Estado. La justicia transicional tiene sus riesgos, y uno de ellos es que la sociedad no entiende que no se pague absolutamente nada por los crímenes cometidos.

alguien la leido los datos del ministerio de Defensa colombiano, en los que relaciona a las FARC con cerca de 200 toneladas de cocaína que salen cada año del país? Puede ser una declaración interesada, pero desde luego que las FARC, en mi opinión, están relacionadas con el narcotráfico

La verdad, releo el artículo de Luis y el de León Valencia, y las coincidencias son mínimas. Realmente son dos analisis diferentes del mismo asunto. Y comparto la tesis de ambos: la justicia social, el final de las inequidades que históricamente han sacudido a este bendito país, hay que lograrlos a posteriori, una vez que se firme la paz. Los casi 14 mil millones de dólares que destinamos al ministerio de Defensa bien podrían destinarse a fines sociales cuando se acabe la guerra. Un saludo

Habría que pensar (también) en el gran negocio que constituye esos $14mil millones. Quienes se benefician (económicamente) no van a estar muy contentos con su terminación.

Hola, paisano. En primer lugar, quisiera felicitarte por su reciente premio de periodismo. Quería hacerte llegar un ruego. Me gusta mucho ver las noticias de América que tu haces, pero me resulta extraño tu acento en las noticias. Por favor, te pediría que utilizaras tu acento canario, tu dulce acento palmero, y también toda la riqueza del habla canaria. Ese acento neutro de las noticias nos resulta extraño, y también desconcertante en Canarias y en toda Suramérica. Por lo demás, felicidades de nuevo. Un saludo. Del Apurón a Mirca anda la cosa

Sr. Pérez, se ha enterado usted que hay un conflicto en Colombia que afecta al campesinado, y no sólo al habitante del campo, que dura ya varias semanas, con grandes movilizaciones, cortes de carreteras que están provocando un gran desabastecimiento en país, se han producido cinco muertos y decenas de heridos por la policía y el ejército, así como manifestaciones en la capital, Bogotá, lugar donde TVE tiene la corresponsalía.

Los mantenedores de la tv de todos exigimos información, y sobre todo información veraz.


Estimado Jesús:

Desde la corrresponsalía de Bogotá cubrimos varios países, y justo cuando Santos ordenó la militarización de Bogotá, estábamos fuera de Colombia. En cualquier caso, lamento q no pudieras ver en los telediarios o en el canal 24 horas alguna de las 8 notas que hemos hecho del paro agrario. Saludos.

El paro nacional agrario no existe para los medios convencionales.

Desde el pasado 19 de agosto se desarrolla en Colombia una gran movilización social denominada Paro Nacional Agrario, apoyada por más de 60 organizaciones campesinas, sindicales, estudiantiles, vecinales.

Después de varias semanas de movilizacion las fuerzas policiales y el ejército, que dependen del gobierno del presidente Santos, han provocado casi dos decenas de muertos y varios cientos de heridos por armas de fuego, así como la detención de cientos de personas.

Lo normal en una radiotelevisión pública, moderna y desarrollada, de un país con una democracia de calidad es que a estos hechos se le dediquen tiempo y espacio relevante en los informativos y programas de debate, ¿o no?

Y encima copia de las columnas de Daniel Coronel. Qué vergüenza!!

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Luis Pérez


Hace ya casi dos siglos que el gran sueño de Simón Bolívar se fraguó por estas tierras. La Gran Colombia, una nación compuesta por varias repúblicas recién independizadas de España, echó a andar en 1819. Moriría doce años después, en 1831, víctima de revueltas internas y del desencanto con un Libertador que terminó pervirtiendo ese proyecto de unión suramericana con un Gobierno muy parecido a una dictadura. La Gran Colombia agrupaba varios países.
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