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Españoles en Berlin

    domingo 12.oct.2014    por Miguel-Ángel-Berlin    8 Comentarios

No he podido resistir la tentación, hoy, 12 de Octubre, día de la Fiesta Nacional, o día de la Hispanidad, como quieran llamarlo, visitar la página de Facebook “Españoles en Berlín”, que a día de hoy contaba con 11.197 miembros.

“Españoles en Berlín” es un foro extraordinario, donde españoles y hablantes de español (hay muchos sudamericanos y algún alemán hispanohablante) intercambian de todo. Lo mismo se organizan tándems de intercambio lingüístico, como se venden, compran o regalan muebles, se piden y se dan consejos para arreglar papeles, alquilar pisos, buscar trabajo…

Hay otra página similar “Españoles en Alemania” (hoy tenía 9.277 miembros) que hace exactamente lo mismo, otra de "Españoles en Múnich (5.668) y varias más.

Yo diría que, con páginas así, es más llevadero ser emigrante. Solidaridad en estado puro.

A través de los comentarios en esas páginas se puede pulsar el latir del corazón de los emigrantes españoles en Alemania.

A veces, enternece. A veces, sorprende. A veces, decepciona. A veces, avergüenza.

Las redes sociales es lo que tienen. En ellas se puede ver lo mejor y lo peor de cada casa, lo mejor y lo peor de la humanidad.

Conviene no creerse tampoco que las que se ven en las redes sociales son las opiniones dominantes en una sociedad; todos sabemos que son las opiniones dominantes…en las redes sociales.

Como en el caso de los emigrantes españoles partimos de la base de que son, en su gran mayoría, jóvenes que están casi permanentemente conectados, (¿qué español no tiene un iPhone?) creo que las opiniones que se ven ahí reflejan bastante bien el espíritu general, asumiendo que muchos  –esa mayoría silenciosa- estarán conectados pero  no participan del debate.

En esas páginas se pude comprobar cómo  los emigrantes españoles han trasladado a este país el mismo clima desgarro y falta de esperanza que parece observarse desde aquí en la mayor parte de la sociedad española. Y lo hacen en unas páginas donde precisamente cada día se ve lo mejor de esa sociedad: la solidaridad, el respeto, el señorío de muchos emigrantes que hacen lo que pueden por ayudar a otros a los que ni siquiera conocen sin esperar nada a cambio.

Cuando extranjero entra en esas páginas, y se puede comprobar de vez en cuando, no puede por menos de quedarse asombrado. No entiende la brutalidad de algunos comentarios, la visceralidad de la opiniones, el clima “gerracivilista” que se crea desde el tercer comentario.   

Naturalmente hay muchas opiniones muy sensatas, documentadas. Algunos debates, si se pudieran limpiar la basura que hay por medio, resultarían muy interesantes.

Pero asombra ver la cantidad de insultos y descalificaciones gratuitas que saltan a la primera de cambio.

¿Cómo es posible que entre las nuevas generaciones de españoles se huela la misma actitud de ignorancia y arrogancia a partes iguales que hacen imposible un debate o un intercambio de opiniones normal?

¿Es un problema del medio -McLuhan, Chomsky- o es un problema de los mensajeros? ¿Es el formato el que provoca que sea muy difícil una discusión por cauces razonables o somos nosotros?

Los que nacimos en torno a ese periodo de España cercano al “baby bomm”, es decir, que ya no conocimos la eterna postguerra española, pero pudimos percibir algo de lo que es una dictadura, nos acostumbramos a pensar que para lograr una verdadera reconciliación entre los españoles deberían pasar varias generaciones.

Durante los años de la transición –los veinte para nosotros- los jóvenes éramos conscientes de que en las nuevas generaciones estaba la esperanza de una reconciliación definitiva. Nacimos lo suficientemente pronto como para percibir que las generaciones que vivieron la Guerra Civil, incluso las que vivieron en su niñez los duros años de la postguerra, podrían tolerar, pero nunca olvidar y tampoco perdonar, entre otras cosas porque nadie les ha perdido perdón.

Pensábamos que, a medida que murieran los que habían visto, y quizá vivido y participado en los asesinatos y masacres entre vecinos,  habría una esperanza para ir construyendo poco a poco un país.

Si quiero seguir manteniendo esa opinión tendré que dejar de leer los comentarios de las redes sociales.

Me ocurre lo mismo si alguna vez echo una ojeada a los comentarios en los periódicos digitales. ¿Qué está pasando? Tengo la impresión de que no hemos avanzado nada, que los que escriben los comentarios son los fantasmas de los que sufrieron o provocaron la guerra civil entre españoles.

En esas páginas se nota un “maremágnum” de confusión gigantesco. La desorientación propia del que no sabe a dónde va porque no sabe de dónde viene. El caos mental propio del que ignora su historia y sus raíces. La ofuscación y el dogmatismo del que, creyendo saber todo, no tiene ni idea de cuál es la verdadera realidad. Pero, sobre todo, se nota un déficit de educación, respeto y tolerancia alarmante. Quizá yo tenga una imagen idealizada del concepto juventud; siempre he pensado que cada generación nueva era mejor que la anterior. Y también me había acostumbrado a pensar que esta generación condenada a sufrir el exilio económico es la generación más preparada de la historia española.

A veces me asalta la duda. Y pienso si no se puede concluir otra cosa que el gran problema español no es el paro, ni la crisis, ni la corrupción… etc,.  Esos, sí, son grandes problemas. Pero el gran problema es la Educación. Con mayúsculas, sí, porque me estoy refiriendo a ciencias y humanidades, a Historia y a Biología, a Filosofía  y a Química, a Ciencias Naturales y a “Maneras”, a Matemáticas y a Democracia.

Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que el gran fallo de nuestra transición fue el no poder llegar a un pacto educacional en toda regla. Que no hayamos sido capaces en casi 40 años de democracia de sacar adelante un proyecto de educación es un síntoma de lo atrasados que estamos en construir una verdadera democracia.

No me canso de decir que eso explica otros “déficits” políticos a los que achacamos ahora mismo todos nuestros males. Pero la raíz es más profunda. Es un déficit general, social, lo que nos ha metido en esta crisis, que no es sólo crisis económica.

En un país como Alemania es cuando uno percibe directamente el déficit democrático y de “educación para la ciudadanía” , si se le quiere llamar así (y si no también ), que todavía sufrimos en España.

Naturalmente, los culpables de ese déficit sabemos quienes son: los políticos a los que nosotros elegimos y reelegimos una y otra vez a pesar de su fracaso y muchas veces de su sinvergonzonería.

Pero ya somos lo suficientemente mayorcitos para saber que los culpables, en el fondo, somos todos.

 

 

 

 

Miguel-Ángel-Berlin   12.oct.2014 19:18    

8 Comentarios

Señor García,

Muy de acuerdo en el diagnóstico, aunque es verdad que la vulgaridad siempre es más estruendosa y se impone a las buenas maneras. Lo único que echo en falta en el artículo es que nos hable de la juventud alemana y de sus valores que acreditan nuestro déficit educativo

Seguimos sus videos claividentes y pedagóigico

Saludos

domingo 12 oct 2014, 19:44

Estimado Sr, Hans Castorp,
No hablo de la juventud alemana porque, lo confieso humildemente, no creo tener el suficiente conocimiento sobre ella. Así de sencillo. Yo veo el déficit democrático por comparación de los dos países en general. Pero no me atrevería a comparar las dos juventudes porque sobre la alemana no tengo suficientes datos. Naturalmente, podría decir muchas cosas que sé o pienso saber. Pero una regla básica del periodismo es contrastar y, sinceramente, esa información no la tengo suficientemente contrastada. Seguramente Vd la conoce mejor. Le invito a que nos hable de ella.
UN saludo y gracias por sus comentarios.

domingo 12 oct 2014, 20:35

Valores, eso es lo que se ha perdido en la sociedad española. El problema es que los que tienen que promover esos valores, carecen de ellos.
Buen post.

domingo 12 oct 2014, 21:25

Hace 6 meses volví a España después de 2 años en Berlín. Pertenecí a esos grupos de los que habla y leía lo que allí se decía. Nunca comenté nada salvo un día que una chica pedía ayuda para abrir una cuenta en el banco, lo normal.

Muchas veces me causaban sorpresa pero un día me quedé realmente estupefacto. Un chico proponía hacer botellón en un vagón del S-Bahn. Usted también se acuerda de aquello, seguro. Las respuestas, de todos los colores, hubiesen dado para varios tomos. En resumen, que la sensatez es silenciosa, y que si esta es la generación mejor preparada de la historia a mí, por favor, me borren.

Gracias por escribir, Miguel Ángel. Representa usted la sensatez que yo no siempre sé expresar.

lunes 13 oct 2014, 11:50

Lúcido comentario.
y tenemos una asignatura pendiente como país: el arte de la discusión, como intercambio de ideas u opiniones, con respeto, escuchando sin interrumpir y sin insultos o burlas hacia el interlocutor y -algo muy impotante- sin salirnos del tema.

Posiblemente también sea un problema de educación ciudadana, de ética o religión y también de matemáticas básicas, se debería explicar en las escuelas diariamente, además de aprender a discutir, de dónde sale el dinero del Estado,y poner problemas simples del tipo:
A-El estado necesita 100 euros para poder repartir a los ciudadanos. Si a,b,c y d no pagan los 5 euros que les corresponden.
Cuánto dinero dejará de recoger el estado?
Cuánto podrá repartir a sus ciudadanos?

B-El Estado tiene 1000 euros para educación y sanidad.
Si el presidente roba 50 euros, 10 consejeros otros 15 por persona, 4 estudiantes consiguen una beca con trampa por valor de 10 euros por beca y otras 10 personan se van de vacaciones con este dinero a 30 euros por persona,
Cuánto queda para repartir?

Y en la clase de ética: Te parece justo o injusto?
Por qué?
Soluciones para cambiarlo...

So sólo algunos ejemplos. Cómo es posible que no lo hayamos conseguido en tantas décadas de democracía,con tantos expertos de todos los colores que cobran y han cobrado por ello??

jueves 16 oct 2014, 00:16

En mi opinión se sigue votando a los mismos, o parecidos, porque al final son todos iguales, porque existe un entramado de corrupción piramidal incrustada, entretejida y enrocada a lo largo y ancho del país.(En el concepto de corrupción incluyo trampas y fraude)y muchos, muchísimos se benefician de que así sea.
"Maestro, por qué sabe que me he comido las uvas de tres en tres si está ciego ?
-Lázaro, porque yo me las comía de dos en dos y tú no protestabas"
El lazarillo de Tormes

jueves 16 oct 2014, 08:42


Efectivamente, cada día estamos en general más tontos, cualquiera se cree con derecho a opinar de lo que sabe y de lo que desconoce y, además, se nos ha puesto a huevo con la cosa de la tecnología, las redes sociales, etc. y una libertad de expresión inmensa, para mal utilizarla muchas veces; y otro tanto con el resto de libertades, si me apuras. En fin.

Yo no tengo el aparatito que mencionas (mi teléfono sigue siendo de teclas) ni tengo conectada la mensajería que tiene a todo el mundo pendiente con el silbido (porque con el correo del ordenador voy que chuto) y me niego a estar en esas redes.

Un saludo.

domingo 2 nov 2014, 21:39

Hola Miguel Ángel,

solo hasta ahora tengo oportunidad de leer esta entrada tuya, lo cual me gusta mucho, expresas en ella muchas cosas que se me han pasado por la cabeza.

Hace poco leí en un blog que no se permitían comentarios de españoles (!) debido a la frecuente falta de tolerancia en dichos comentarios. Qué ironía tan grande...

De la sociedad y de la juventud alemana se puede aprender mucho y en mi opinión es precisamente la tolerancia uno de los valores mejor cuidados en este país. Claro, no se vive la perfección en este sentido, pero el nivel de tolerancia aquí es, a mi modo de ver las cosas, de los más altos a nivel mundial.

Sin más por ahora, me despido. Hasta un próximo comentario,

Mauricio

domingo 30 nov 2014, 07:39

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Miguel Ángel García

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“Soy un ciudadano de Berlín”. JFK llevaba apenas unas horas en Berlín Oeste cuando se declaró berlinés. Al otro lado del muro, un hombrecillo verde, con un impecable sombrero ya pasado de moda, cruzaba airoso las calles del Berlín Este, por aquel entonces apenas habitadas por tranvías llenos de proletarios.
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