18 posts de noviembre 2008

El cartero llama dos veces

Es lo que tiene la herencia de Bush. Aporrea a la puerta con las dos manos. Sin tregua. La misma semana que Obama despliega sus alfiles contra la crisis económica, vuelven sus guerras. Llega el invierno. La economía se enfría y la política internacional se calienta.

En Camelot temen que los ataques terroristas de Bombay logren su objetivo. Una escalada entre la India y Pakistán para desbaratar la estrategia de Obama en Oriente Medio.

Obama se ha comprometido a retirar las tropas de Irak y lanzarlas contra el enemigo original: los talibanes y sus socios de Al Qaeda. Para ganar en el frente de Afganistán, Estados Unidos y sus aliados necesitan la colaboración de Pakistán, en cuyo territorio se parapeta el enemigo.

Para que el apoyo sea efectivo, es imprescindible que Islamabad concentre sus escasos recursos puertas adentro, donde hacen falta, y no enseñando los dientes a la India. De ahí la aproximación entre ambos que auspicia Estados Unidos . Y de ahí también la inyección de casi ocho mil millones del FMI .

Pero el enemigo no es un pato cojo y se revuelve en la apuesta. A lo grande. Atacando la capital financiera de la India, el orgullo de su renacimiento, la confianza de sus inversores. Saben como prender un odio que lleva seis décadas cociéndose.

El primer ministro indio, Manmohan Singh, entra al trapo. Echa la culpa al vecino, sin nombrarlo. Vecino aquí significa Pakistán. Su rival nuclear al otro lado de la frontera. Musulmanes.

Sigue el reguero; los medios indios ponen nombres a los responsables de la carnicería: Lashkar-i-Taiba, Jaish-i-Muhammad. Son viejos conocidos en Cachemira. Redes islamistas amparadas por el ISI, el equivalente pakistaní de la CIA, un gobierno en la sombra. Y el murmullo coge fuerza. Ojo por ojo. Diente por diente.

Todo dentro del guion. Inexorable. O quizá no. Hay un nuevo César y un quiebro: Islamabad enviará al jefe del ISI para que colabore con las autoridades indias en la investigación. Y no se olvidan las palabras del presidente de Pakistán, Ali Zardari, el pasado fin de semana. Está dispuesto a levantar el dedo del botón nuclear. Él no será el primero. En el fondo de su corazón, dicen, es empresario. En la tierra de los puros.



La diosa hindú Kali . De un mural del s.XVII en el templo Madurai Meenakshi Amman

Peor que una guerra

El gobierno de Estados Unidos ya ha comprometido cerca de ocho billones de dólares para reactivar la economía . Billones con B. Aquí les llaman trillones. Pero es lo mismo. Hablamos de ocho millones de millones de dólares.

Un pastón. Una barbaridad. No nos hacemos idea. La mitad de su PIB. Ocho veces toda la riqueza que producimos los españoles en un año. Todo: cortes de pelo, coches, televisores, tomates, casas, internet, servicios financieros... Pero la comparación no da la medida. Necesitamos algo que esté a la altura de la destrucción.

El nobel de Economía, Joseph Stiglitz, calcula que el coste de la guerra en Irak y Afganistán asciende a tres billones de dólares . Más que la guerra de Vietnam. El doble que la de Corea.

Sólo hay una más cara en la Historia del país: la segunda Guerra Mundial. Se comió 5 billones de dólares de 2007, ajustados con la inflación. El Servicio de Investigación del Congreso lo rebaja a poco más de tres billones:

Stephen Daggett da la cifra más actualizada: 4,114 billones dólares de 2008. Cualquiera de las tres implica que rescatar a la economía de las garras de la Recesión va a ser mucho más caro que derrotar a Hitler.

El precio en vidas está por ver. Pero que haya mil millones de seres humanos que pasan hambre da una idea de por dónde irán los tiros. Ya la pasaban antes de la crisis. Pero el vendaval se ceba siempre en los más débiles. Y en el excelente gráfico del NYTimes no veo ni una nota al margen para ellos.


Gráfico del NY Times

Deflación

Una señal de que no iba a ser tan fácil salir de ésta la dio la subasta de liquidez del 20N . Era la materialización del plan de rescate financiero. El Gobierno sólo ofreció 5.000 millones. Y no se cubrió ni la mitad. ¿No era un problema de activos dudosos? ¿No estaba seco el mercado de crédito? El hecho es que los bancos acudieron con timidez. Quizás les frenara dar una mala imagen, la del individuo con problemas que tiene que pedir prestado.

Pero también es posible que el virus financiero haya mutado. Y puede que la cepa actual se llame deflación. En Economía es como mentar la bicha. Una palabra maldita, casada para siempre con la Gran Depresión. Es una bajada sostenida del nivel general de precios. Justo lo contrario que la inflación, pero mucho más difícil de controlar.

Lo que da miedo es la espiral deflacionista. Cuando se entra en ella, bajan tanto los precios, que las empresas no cubren los costes de producción. Tienen incluso problemas para vender el stock. En esas condiciones no invierten ni un duro. Cuando se evaporan los beneficios, recortan plantilla. Miles. El incremento del paro retrae aún más el consumo. Y la cadena se realimenta en este punto. Con cada vuelta, la economía se hunde un poco más.

El desplome de un punto en el ipc de octubre en Estados Unidos no augura nada bueno. Hay que remontarse a los años 30 para ver una caída tan pronunciada.

Hay más. El cambio en las conclusiones de la cumbre de Washington, pasando de las medidas anticrisis financiera a los planes de estímulo fiscal, es otra señal en el mismo sentido. Son la receta conocida para luchar contra episodios deflacionistas. Lo mismo que conjurar en público el proteccionismo. Otro mal recuerdo de la misma época.

Si es eso, no es extraño que los bancos hagan poco caso a las subastas. Tampoco que el deshielo en el mercado de crédito esté siendo tan lento. Al fin y al cabo, no es necesaria tanta liquidez porque las entidades son mucho más estrictas en sus préstamos, las empresas no tienen ganas de endeudarse y los consumidores prefieren ahorrar.

Si es eso, y los economistas no se ponen de acuerdo, no es extraño que Zapatero y Obama anuncien planes para recuperar el empleo, invertir en infraestructuras y dar un impulso a las renovables, vía automóvil. Lo malo es que en Estados Unidos habrá que esperar al 20 de enero. Y el tiempo corre en contra.

Armas de Mujer

Merlín viene a Camelot. Y es mujer. La reencarnación más potente. Ellas están dispuestas a dar todas la batallas. Aunque las pierdan. Como la cobertura sanitaria universal. Como la carrera a la Casa Blanca. Un enfoque distinto al Arte de la Guerra.

Obama ha elegido a Hillary Clinton para la secretaría de Estado. Como Kennedy, convoca a los Best and Brightest. Aunque una vez más estén a su derecha. Dean Rusk y Douglas Dillon entonces. Clinton y Timothy Geithner ahora. Una muestra de pragmatismo. Lo decían sus alumnos de Chicago. En Obama se impone a la ideología. "Hay que conservar lo que funciona".

Como el violín de David Rothkopf, otro miembro de la administración Clinton. Con la mano izquierda sostienes el instrumento, con la derecha tocas la música. Y hace falta práctica para sacarla. Como no hay tiempo que perder, mejor traerlas enseñadas.

Dicen que el nombramiento de Clinton cierra las heridas que abrió la campaña. Dicen que Obama gana dos Clinton por el mismo precio. Dicen que sería estúpido y rencoroso prescindir de su fuerza y habilidades. Algunos, quizá muchos, no estarán de acuerdo. No encaja en el cambio que esperaban. Ya veremos.

Hillary Clinton es ella. Inteligente, capacitada, un animal político de primera. Es la elección de Obama para lidiar con el desafío que le lanzará el mundo antes de seis meses. Auguró Biden. Temple le sobra. Ojalá pueda retirar las minas que sembraron Bush y sus Vulcanos. Necesitará toda su magia. La tiene. Sólo espero que Camelot no me haya cegado. Espero que no sea Morgana.

Un gigante ayuda a Merlin a levantar Stonehenge. Del manuscrito Roman de Brut por Wace (British Library, Egerton 3208)

Como moscas

Es complicado hacer mudanza. No me refiero a los papeleos y gestiones, que se me salen por las orejas. Están descontados. Lo que me fastidia son esos contratiempos que llegan de improviso. Sin invitación. Una visa con cargos que no son tuyos, un correo electrónico que de repente funciona a medias, una multa, una gotera.

Revolotean a tu alrededor, comiendo tu tiempo, malgastando tu fuerza. Son como moscas. Y no hay manera de espantarlas. Todo lo contrario, su número engorda. Y sospecho que hay muchas más de las que debiera por pura estadística.

Debe ser que cualquier mudanza atrae a su propio enjambre. Obama prepara el traslado a Washington y ya tiene sus moscas. También acuden sin invitación pero son muchas más y están mejor organizadas. Al fin y al cabo, el cambio se repite cada ocho años, como máximo. Y han cogido práctica.

Obama quería ahuyentarlas con nuevas reglas. Prohibió que los lobbies formaran parte de su equipo de transición. No podían supervisar el mismo negociado donde habían ejercido influencia en el último año. Los puso en cuarentena. Es coherente. Tampoco aceptó sus donaciones en campaña.

Pero las moscas del Potómac están acostumbradas a sortear barreras. Unas docenas han conseguido morder presa en el equipo de 150 personas que supervisa la sucesión. Les ha bastado con buscar la vuelta por otra puerta. Cambian de negociado, envían a otro socio de la misma firma o borran las huellas.

Es curioso. Los hombres de Obama se defienden diciendo que ningún presidente había sido tan estricto. Y los analistas aceptan que es imposible funcionar en Washington sin la ayuda de los lobbies. Por ejemplo, para pagar los fastos de la toma de posesión. Conclusión: no hay mudanza sin moscas. Forman parte del ecosistema. ¿O no?


De resaca

El sistema financiero es como el clima; caótico. Inestable por naturaleza. Impredecible.
Pero nos hemos empeñado en domesticarlo. Tratamos de templar sus zarpazos y recoger las ganancias. Lo queremos todo. Pero lo que tenemos es un serio problema. Se llama recesión, se llama recelo.

Hay motivos. Las subprime y Lehman Brothers. Las agencias de rating a por uvas. Como siempre. Tipos demasiado bajos, durante demasiado tiempo. Y los supervisores. Y los piratas. Y los jeques. Activos tóxicos. Cosas complicadas que nadie entiende, aunque muchos finjan hacerlo. Así nos fue.

Los líderes se han reunido en Washington. Se comprometen a tomar medidas. Pero avisan: llevará tiempo que surtan efecto. Para la recesión, lo más inmediato, una bocanada de liquidez. Tipos más bajos. Impuestos más llevaderos.

Para devolver la confianza, pondrán más ojos a vigilar. En más rincones. Darán un toque a los paraísos fiscales. Atarán en corto a los insensatos que juegan con fractales. Ya veremos. Lo sé, todo va en futuro.

No está lejos. La primavera puede ser preciosa en Londres.

Burbujas en la cumbre

Sarkozy quiere refundar el capitalismo. Poesía francesa. Burbujas de champán para alegrar la noche en Washington. Bush se niega. ¿Para qué? Él y sus amigos se han forrado. Si acaso pequeños retoques. "No ha habido fallo de mercado", dice.

Hemos entrado en recesión. Estados Unidos y la eurozona. Cabalgando sobre tres burbujas. El petróleo, los alimentos y la codicia financiera. Si el mercado no ha fallado que venga Dios y lo vea. Bush asegura que tiene fe. Le ha sostenido durante ocho años de presidencia y le sostendrá los días que le resten fuera de ella. Amén.

Entretanto, no vaya a ser que ponga la fe a trabajar en otra cruzada, le van cortando las alas. Con sutileza. Con el respeto que merece la institución en este país. Pero sin pena.

Esta cumbre puede ser su fin de fiesta. De aquella manera. Ni siquiera ha podido hacer la lista de invitados. Se le ha colado alguno que detesta. Y todos acuden mirando de reojo, con la vista puesta en el que le ha derrocado. Con ganas de acabar la cena. Esperando concluir el brindis para salir escopetados y asegurarse el primer encuentro con Obama.

Las burbujas no llegan al resto del mundo. A los millones de parados que pagan el pato. A las empresas que cierran por asfixia financiera. A los mil millones de desgraciados que pasan hambre hasta que revientan. No hay planes de rescate para ellos. Ni siquiera el hueso de la aceituna. No hay nada que celebrar. Siguen a la espera.


Lost in Transition

No acabo de cogerle el punto a esta transición. Será por saltar a uno y otro lado del espejo.

El secretario del Tesoro, Hank Paulson ha reculado este miércoles. Y ha tenido que hacerlo en público. Ya no es el plan Paulson para rescatar al sistema financiero. Su idea de comprar activos tóxicos es historia. No era fácil poner precio a algo que carece de valor. Una verdadera pega.

Cambio de plan. Los 700.000 millones se utilizarán para comprar acciones de los bancos y aseguradoras, que esto sí, es fácil y rápido. Sobre todo rápido, que ahora es vital para que vuelvan a prestarse entre sí, a las familias y a las empresas.

Y más. Van a reactivar la circulación en las tarjetas de crédito y en los préstamos para comprar el coche o para estudiar una carrera. En esto supera a la idea original de Gordon Brown. Y se nota la huella del nuevo equipo económico de Obama. Son respiros a la clase media.

Pero una cosa es Paulson y otra bien distinta Bush. Su encuentro con Obama en la Casa Blanca fue breve. Cortés. Y tenso. El presidente saliente tenía la garganta seca.



Eso en las formas. Bajo el tablero, Obama quiere acelerar las ayudas a las empresas automovilísticas. Son tres millones de empleos en juego. Bush regatea y pide a cambio que el Senado ratifique el tratado de libre comercio con Colombia. Country first, ¿no era eso? No acaba de entender que corre el tiempo.

Niebla en la cumbre

Es una cumbre extraña la del sábado. Atípica. El protagonista indiscutible estará ausente. Lo ha dejado claro desde antes de las elecciones. Presidente sólo hay uno. Y Obama se mantendrá al margen. Ni siquiera se reunirá con los líderes. Al menos eso ha asegurado su portavoz, Robert Gibbs. Correcto pero incompleto . Ofertas no le faltan. Todo el mundo quiere hablar con él. Rusia lo da por sentado.

Obama fuera. El hombre que ha de lidiar a partir del 20 de enero con la crisis financiera, la recesión, las hipotecas y los embargos. Y Bush dentro. El que ha convocado la cita. Con unos objetivos que ya hoy resultan extraños. Atípicos. Dijo que buscaría fortalecer los cimientos del sistema capitalista y potenciar el libre comercio y las inversiones. Nada sobre controlar la avaricia y los excesos.

Y nada que ver con la refundación del capitalismo que quiere Sarkozy. Es probable que uno y otro salgan decepcionados. Los tiros van más bien por aumentar los controles sobre el sistema financiero. Para todos: para los que disfrutaban de unas reglas más laxas, con eso de que eran inversores cualificados; y para los que se esconden en los paraísos fiscales.

Puro pragmatismo, pero difícil de poner negro sobre blanco. Si se concreta algo en este sentido, los mercados estarían satisfechos. Hacerlo compatible con la lucha contra la pobreza y el cambio climático sería para dar palmas con las orejas.

Zapatero ha convertido la cumbre en una cuestión de Estado. Una cuestión de país, dice. El encuentro en sí no llegará a tanto. No se refunda el capitalismo después de desayunar churros, como dice Solbes, que es su vicepresidente. El objetivo es otro, situar a España en el centro, donde se va a cocinar el nuevo orden. Desde el principio. Porque llevará tiempo. Meses como mínimo; años seguramente.

La última extrañeza está en el Fondo Monetario. Estuvo callado cuando se desató el vendaval. Salvo para atemorizar con lo cruda que será la recesión. Pero parece que quieren salvarlo, convertirlo en la pieza central del nuevo sistema financiero. Demasiadas rarezas, demasiados extraños. Ya veremos.

Un paseo por el cielo

Estoy en el aeropuerto. En la sala de embarque. Hay un grupo, rondan los cincuenta años y van a visitar Barcelona. El líder se levanta. Es el único que lleva traje y corbata. Es un pastor protestante. Y reza una oración en voz alta. Ruega a su dios que tengamos un buen viaje y vele por sus ovejas.

Después de la plegaria, advierte a los fieles, una docena y media. Iberia es una aerolínea española, les explica. Dan películas subidas de tono. Qué se le va a hacer. Son extranjeros, nos disculpa. Se cubre los ojos con la mano derecha; les invita a taparse la mirada cuando llegue el momento.

Una ola de excitación pecaminosa recorre el grupo, una docena y media. Cada uno lleva en la solapa una tarjeta con su nombre. Collin es el que más alborota. Rubicundo, lleva el pelo cortado a cepillo y parece un granjero de Iowa. A él sí que le gustaría ver la película, bromea. Se azora; nadie se sorprende.

Echan Mamma Mia. No sé que le parecerá a Collin. Hay turbulencias. Me voy a cola y cumplo con la tradición del vuelo transatlántico. Un vaso de whisky, mientras amanece. Todavía hay estrellas. Y recuerdo la oración del astronauta, Alan B. Shepard. “Dios mío, no permitas que la caguemos”.

Collin se ha dormido. A diez mil metros de altura se ve despuntar el sol antes que nadie y todavía no llegan los ruidos del suelo. Sigue la crisis, se prepara una cumbre, hay un nuevo presidente. Pero Collin es ajeno. Sueña satisfecho.

Gabriel Herrero


Los periodistas tenemos que contestar al menos cinco preguntas: Qué, Quién, Dónde, Cuándo y Por qué. La última es mi favorita.
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