Hay una crítica que no puedo hacer a Obama: que no escucha. Al revés. Su equipo de comunicación es el más brillante que conozco. Rastrean todos los medios, incluido internet y sus blogs, para modular su política. A veces, el resultado no es el que desearía. Ahí está la nueva estrategia para Afganistán. El Presidente anunció que la retirada empezaría en julio de 2011, pero los estadounidenses consideraron que era imprudente dar una fecha de salida. Escuchado y hecho. Vino un aluvión de matices. Primero que dependería de las condiciones sobre el terreno, luego que lo que empezaría sería el traspaso de poderes y al final, que habrá que ver si el gobierno afgano estará en condiciones de asumir la responsabilidad.
Pero en otras ocasiones, el teléfono rojo con el Pueblo hace justicia. La recuperación económica se consolida y los bancos devuelven las ayudas públicas antes de lo previsto. Hablamos de los 700.000 millones de rescate financiero que se aprobaron cuando todavía gobernaba Bush, no confundirlos con los 787.000 millones del plan de estímulo. La cosa va tan bien que el Estado recibe intereses por sus préstamos y se encuentra con 200.000 millones más de lo previsto. Un dinero, recordemos, que se utilizó para salvar el cuello a los responsables de la crisis, Wall Street y sus mariachis. Obama ha decidido que es hora de utilizar ese capital para rescatar a los paganos del entuerto: los trabajadores.
Como todo, tiene matices. Para empezar, no depende sólo de Obama. Tendrá que negociar su propuesta con el Congreso. En principio, los 200.000 millones se deberían dedicar a enjugar el déficit, pero a ver quién es valiente que se opone a la idea. El año que viene hay elecciones. El paro es la principal preocupación de los estadounidenses y el rescate de Wall Street a costa de Main Street todavía levanta ampollas. Al final, es probable que se llegue a un compromiso. Parte para saldar el agujero, parte para crear puestos de trabajo. Dos, como esto es capitalismo, no se trata de que el Gobierno cree los empleos directamente. Socialismo, clamarían los críticos. La solución que propone Obama es aceptable y factible: utilizar las pequeñas empresas como palanca. Son las más castigadas por la sequía de crédito y son la cantera de empleo. En este país y en el nuestro. La receta no es nueva, se trata de ayudas en forma de incentivos fiscales. A la inversión y la contratación.

Larry Wright, Detroit News.
El nuevo plan de estímulo de Obama tiene otras dos patas. Una es la clásica: inversión en infraestructuras. Crean empleo directamente, multiplican el dinero metido y potencian la productividad a largo plazo. La segunda consiste en dar más incentivos a la eficiencia energética y las renovables.
Tiene sentido. Y más, ahora. Uno de los obstáculos para reducir los gases de efecto invernadero es que la parte fácil ya está superada: la reconversión de las industrias más contaminantes. Ahora viene la difícil: nosotros. La mayoría de la gente no está dispuesta a asumir sacrificios en su calidad de vida. Aunque sea para salvar el planeta y su propio cuello. Todos contra el cambio climático pero no a costa de mi bolsillo.
Para solventarlo, los científicos suizos han propuesto la idea de "sociedad de 2.000 vatios". De entrada, bajar el consumo a ese nivel significa un ahorro considerable. Los europeos gastamos 6.000 w. por cabeza, EE.UU. se come más de 10.000.
Pero además, se trata de conseguirlo sin sacrificios, sin renunciar a ninguna de nuestras comodidades. Se logra acondicionando los hogares y las oficinas, usando coches más eficientes como los híbridos, iluminando con bombillas fluorescentes o LED, tirando de electricidad eólica y solar... Lo bueno es que la tecnología necesaria ya está en nuestras manos. Hay que incentivar que la usemos en casa. En eso está Obama. Después de lo de la EPA, esto parece que va en serio.