Desayuno en Familia
El primer jueves de febrero tiene lugar en Washington el Desayuno Nacional de la Oración. Una reunión que algunos ven como la apertura del curso político, aunque este año el pistoletazo de salida ha recaído en el Discurso sobre el Estado de la Unión. El desayuno está organizado por el Congreso -tal como reza la invitación a cargo de un comité de 19 senadores y otros tantos diputados, demócratas y republicanos-. Asisten el Presidente de EE.UU. -el vicepresidente dejó de hacerlo tras el 11-S-, miembros de su gabinete, y personalidades de la vida política, social y económica del país y del resto del mundo. En realidad, los encuentros se suceden a lo largo de toda la semana y no se trata sólo de un desayuno sino que también hay almuerzos, cenas y todo tipo de entrevistas: bilaterales, multilaterales, notorias y discretas. Pero el día clave es, como digo, este jueves. Obama pronuncia por segundo año el discurso central y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, es el invitado de honor.
El objetivo es, en pocas palabras, sumar y no restar, y menos poéticamente, hacer contactos. La tradición tiene casi un siglo. Arranca de cuando la Gran Depresión hacía estragos. Nació en Seattle, de la mano de Abraham Vereide, un metodista que temía que los socialistas corrompieran el gobierno municipal. Para propiciar el cambio, organizó grupos de oración con los líderes políticos y los empresarios locales. El rezo comunal se extendió y llegó a la capital, en plena guerra mundial, para financiar la propaganda anticomunista. Lo hizo de la mano de The Fellowship, la Hermandad, más conocida por La Familia. Una organización cristiana de difícil descripción. Incluye a todo el espectro social, devota de Jesús y creyente en que la paz y la justicia son posibles a través del contacto personal y discreto con los que tienen poder. Una familia de amigos para cambiar el mundo. El gran paso lo dieron en 1953. Consiguieron que el presidente Eisenhower asistiera al desayuno de oración. En aquel momento, como ahora, las relaciones entre demócratas y republicanos pasaban por horas bajas. La Familia pretendía aparcar las diferencias e impulsar la reconciliación, con independencia de las creencias religiosas, agnósticas o ateas de cada uno.
Cuajó. Durante 58 años han asistido todos los inquilinos de la Casa Blanca. Y la lista de invitados ha ido creciendo hasta llegar a los 3.500 actuales. Como en cualquier familia, hay de todo. Lo mejor y lo peor del espíritu humano. "Se puede encontrar lo que quieras encontrar", como dice el líder de la Familia, Douglas Coe. Junto al Presidente, el segundo orador principal -key speaker-, ha recaído en santos como la madre Teresa de Calcuta, católicos conversos como el ex premier británico, Tony Blair, musulmanes como Benazir Bhutto, el cantante de U2, Bono y por primera vez, un presidente en activo y laicista confeso, Zapatero. Otros participantes tienen un barniz más turbio. El general salvadoreño, Carlos Eugenio Vides Casanova, responsable del asesinato de miles de personas, asistió en 1984. En todo caso, es la política de amplio espectro que predica la Familia. Su perfil en los desayunos es bajo, discreto. Propicia los contactos, aunque la Casa Blanca puede vetarlos -el sello presidencial está por todas partes en el hotel Washington Hilton- y a veces, tienen éxito. La Familia estuvo entre bambalinas en los acuerdos de Camp David.
En el lado español, también hay sus entresijos. Zapatero, como invitado, puede extender la oferta a siete personalidades. Acuden en la delegación oficial cuatro empresarios, dos periodistas y un diputado. Quizás sea éste, Josep Antoni Durán i Lleida, el que más a gusto se sienta en el desayuno. Encarna a la perfección el espíritu del encuentro. Más material es la presencia de los presidentes de Iberdrola, Acciona, BBVA y OHL. Pero no Emilio Botín, ya que coincide con los resultados del Santander. Y por los medios, parece que Zapatero quiera poner una vela a Dios y otra al Diablo: vienen Pedro J. Ramírez por El Mundo y Juan Luis Cebrián por Prisa. La explicación de Moncloa es su presencia en EE.UU. Pero no estará de más para endulzar el plantón de Obama. No irá a la cumbre USA-UE de la presidencia española de la Unión. Es el tercer desplante a Europa que recuerdo. Se lo hizo a Gordon Brown, su principal aliado en las guerras. No quería dar rueda de prensa conjunta y los "brits" pusieron el grito en el cielo. Se lo hizo también a Merkel. Más humillante. Justo después de que pronunciara su discurso en el Congreso, la General Motors anunciaba que no se deshacía de Opel. Sarkozy todavía no ha venido, pero me temo lo peor. Las declaraciones francesas sobre las tropas norteamericanas en Haití no gustaron nada. ¿Quién habla en nombre de Europa? Esa es la cuestión.