Shame on you
El padre Lawrence C. Murphy abusó sexualmente de cerca de 200 niños sordos. Entre 1950 y 1974. En el ejercicio de su magisterio. Niños. Sordos. 200. El crimen repugnante elevado al cuadrado. El diario New York Times denuncia que jamás fue despojado de sus hábitos. El Vaticano denuncia una campaña de acoso en contra del Papa pero nunca entregó a Murphy al brazo secular. A pesar de estar avisados. El lobo cuidando de las ovejas con el beneplácito del pastor. Tres obispos estaban al tanto. Seamos justos, las autoridades civiles también desestimaron el caso en su momento. A pesar de las pruebas. Cuando el escándalo llegó a mayores, el padre Murphy fue simplemente traslado de diócesis. Pasó los últimos 24 años de su vida "trabajando" con niños. Murió sacerdote y libre en 1998.
El caso de Lawrence C. Murphy es uno de los miles que se han remitido a la Congregación para la Doctrina de la Fe. La Santa Inquisición. Dirigida por el cardenal Ratzinger, hoy Papa, entre 1981 y 2005. El padre Murphy suplicó clemencia a Ratzinger en 1996, según documenta el NYT. Se iba a iniciar el proceso canónico y secreto en su contra. A instancias del arzobispo de Milwaukee. A resultas de la indignación de las víctimas de la parroquia. Murphy argumentó que estaba "arrepentido" y enfermo. Poco después, se dio carpetazo al asunto. En Estados Unidos levanta ampollas.
Pat Bagley, Salt Lake Tribune, Utah.
El carpetazo es lo habitual, según parece. Callar, encubrir y perdonar. Para evitar el escándalo, dicen. Según reconoce el fiscal de la Inquisición, Charles Scicluna, seis de cada diez denuncias ante el Santo Oficio acaban en medidas "administrativas y disciplinarias". Como la prohibición de celebrar misa o escuchar confesión. Uno de cada diez es despojado de los hábitos. Otro tanto abandona el sacerdocio voluntariamente. Curiosa estadística. La pederastia es un delito. Siempre. Los sacerdotes no están por encima de la ley. Menos que nadie. Su condición es un agravante en el abuso sexual de menores. Que se vayan de rositas por su avanzada edad, como defiende Scicluna, sólo muestra cuánto tiempo se prolongó el delito. Impunemente.
Y no es algo aislado. El padre Murphy es uno de los 4.300 sacerdotes católicos que han cometido abusos sexuales a menores en Estados Unidos. Hay documentados 11.000 casos. Comenzaron a salir a la luz pública en 2002, cuando se vio involucrada la mayor archidiócesis del país, Boston. El denominador común es el silencio a sabiendas, el traslado del pedófilo, la ausencia de cárcel, la indemnización a las víctimas para cauterizar el escándalo: 2.000 millones de dólares que han llevado a la bancarrota a siete diócesis. No bastan para evitar que manchen al resto de la Iglesia. Mancillan el respeto y autoridad moral de los millones que se dejan su vida ayudando al prójimo en nombre de Cristo. Hace falta algo más que disculpas.