Con la guerra a cuestas
Este domingo se celebran elecciones al Parlamento en Irak. La campaña ha sido sangrienta, aunque no llega a los niveles de 2005. En un país desgarrado por las facciones islámicas, étnicas y tribales, Al Qaeda y otros radicales ha vuelto a intervenir con su particular sentido de la democracia y amenazan con matar a los que acudan a las urnas. El miércoles, los suicidas asesinaron a 33 personas en Baquba. Los atentados en la capital, Bagdad, se cobraron ayer 12 muertos y 35 heridos. Nada nuevo en el desastre que organizaron Bush y sus muchachos.
Casi nadie espera un claro vencedor en las elecciones. Casi todos prevén un lodazal de alianzas y rivalidades como resultado. Un terreno abonado a la violencia, a más sangre y miseria. Un menú que podría complicar -como mínimo- la retirada de las tropas estadounidenses. Sobre el papel, el 1 de septiembre regresaría a casa la mitad del contingente actual de 96.000 efectivos. Quedaría un máximo de 50.000, "no combatientes". El matiz significa que se dedicarán a luchar contra el terrorismo y formar a las Fuerzas de Seguridad iraquíes. Si todo va según lo previsto, el 31 de diciembre del año que viene se completará la retirada. Palabra de Obama. Calendario de Bush.
Pero uno de las maldiciones de las guerras es que nadie sabe como ni cuando acaban. Y por si las moscas, el comandante de las tropas norteamericanas en Irak, el general Ray Odierno, ha elaborado un plan de contingencia. Pasado el plazo de septiembre, Estados Unidos mantendría "activa" una brigada en el norte del país, en Kirkuk y el Kurdistán iraquí, una de las zonas que más preocupa a los estrategas. Una brigada es menos que una división y más que un regimiento. Entre 2.500 y 4.000 soldados en el US Army. Hasta 5.000 en la OTAN. Combatientes. El por si acaso incluye la prudencia del máximo responsable en la práctica de Irak, el vicepresidente Joe Biden: "no dejamos en Irak cocineros ni oficiales de intendencia, son chicos que saben disparar e ir a por los malos". Y por si no queda claro, las fuentes citadas por el NYT aseguran que si las cosas se calientan, están preparados para utilizar las tropas "no combatientes" en misiones de combate.
Si la retirada se retrasa otra vez, afectará en cadena a la otra guerra, la de Afganistán. Ya lo ha hecho antes. Y de puertas adentro, complicaría el escenario político al que se enfrenta Obama. El electorado liberal ya está bastante cabreado con el paro, el incremento de tropas en Afganistán, el incumplimiento del cierre de Guantánamo, la bajada de pantalones con los tribunales militares y la detención sin juicio de los presos más peligrosos cuyas confesiones se arrancaron con torturas. Por no hablar de la falta de opción pública en la reforma sanitaria o el escandaloso retraso en la financiera. Incumplir la retirada de Irak -su rechazo a esta guerra le alzó como candidato demócrata frente a Clinton- sería la gota que colma el vaso. En año de elecciones. Quizás por todo eso, Obama cruzara su Rubicón el pasado miércoles. Ha decidido jugársela a todo o nada con la Sanidad. Un órdago a la grande cuando arrecian las fuerzas en contra. Igual que César. Alea iacta est. Necesita desesperadamente una victoria.