Cortar por lo sano II
Hay que cortar por lo sano. Como con el chapapote. La marea negra ya ha tocado la costa de Luisiana y amenaza otros cuatro estados del Golfo de México. Estados Unidos se ha movilizado para atajar la peor catástrofe medioambiental desde el Exxon Valdez. De momento, ni las barreras ni los incendios controlados ni los productos químicos han contenido la extensión de la mancha de petróleo. Y lo peor es que el crudo sigue manando a razón de 5.000 barriles al día. La boca del pozo está a 1.500 metros de profundidad. El tubo que lo conectaba a la plataforma se agita como una serpiente y suelta veneno descontrolado.
El desastre ilustra perfectamente lo que nos pasa con el sistema financiero. Sus operaciones especulativas arrasan las costas de Europa. Grecia está enfangada en el chapapote de la deuda. La marea negra de los CDS y las agencias de rating amenaza al Club Med. Los gobernadores declaran el estado de emergencia y anuncian recortes en el gasto público. Los anglosajones, que defendían las prospecciones petrolíferas frente a la costa como Obama hace un mes, se caen del guindo y empiezan a cambiar el discurso. Ellos también están en peligro. La administración central, Alemania y Francia, se sacude el estupor de diez días y por fin toma medidas para contener la catástrofe. Pero el petróleo financiero sigue manando. Y a diferencia de lo que ocurre en el Golfo de México, ni siquiera se sabe cuando se va a taponar la boca de la serpiente.
Os proponía en el último post averiguar las razones del valle de placidez en la gráfica. ¿Por qué entre 1950 y 1970 no hubo crisis financieras? En vuestra opinión se debe a la reconstrucción después de la segunda Guerra Mundial, la política de bloques de la Guerra Fría y su proteccionismo, la primacía del interés común frente al individual, la ausencia de fantasías dinerarias... O como resumía Lobo, (en la teoría de ciclos económicos de) Kondrátiev. Y todo eso es cierto. Sin embargo, es necesario pero no suficiente. Si sólo se debiera a ciclos de crecimiento y recesión, habría picos y valles en ese periodo. Más pequeños, vale, pero el trecho no sería plano. Falta un elemento esencial. Según los autores, Reinhart y Rogoff, la ausencia de crisis se debe más a "la represión de los mercados financieros locales, en diferentes grados, y al uso de controles de capital opresivos".
En otras palabras, la desregulación y la liberalización global del movimiento de capitales a partir de los años 70 han abierto la puerta a las crisis financieras. La liberalización permite que las operaciones especulativas se ejecuten a la velocidad de la luz. Literalmente. Las plagas de langosta se trasladan de un país a otro como el rayo. La desregulación quita los frenos y barreras que contenían a los "listos". Porque a pesar de lo que diga Carlomagno, hay inversores y hay especuladores en el mercado. No todos los actores cuentan con la misma información o el mismo músculo. No es lo mismo doña Paca que Goldman Sachs. No es casual que S&P rebaje la calificación a España en el momento preciso. No es gratuito que el rebaño siga la estela y se desboque en estampida porque unos azuzan el pánico.
Y tampoco es verdad que todos los activos financieros sean al fin y al cabo apuestas. Hay apuestas y apuestas. Las hay que buscan cubrirse contra posibles pérdidas en el negocio -como futuros y opciones- o las que creen en el futuro de una compañía -como las acciones-. Pero también existen las que sólo buscan sacar dinero a costa del vecino, engañándole, conscientes de que las consecuencias serán terribles para un montón de gente. Por eso mismo, la Justicia en EE.UU. baraja una demanda criminal contra Goldman Sachs. Ya dije que la civil no impedía la otra.
R.J. Matson, New York Observer
Y por todo esto, es preciso una reforma financiera ya. No sólo la de Obama. Tiene que ser planetaria. Una reforma que prohiba los derivados tóxicos, que desmantele a los gigantes cuyo tamaño compite con los gobiernos, que nacionalice a las agencias de rating, que penalice el movimiento especulativo de capitales, que recupere el dinero de los contribuyentes. Una reforma que tapone de una vez la espita de esta locura. Se acaba el tiempo.