Los lodos del Imperio
Llevo varios días buscando una noticia amable, materia para animar al personal en estos tiempos revueltos, algo que contrarreste tanto ruido deprimente. No hay manera. No me queda otra que coger el toro por los cuernos: BP y las guerras. El historiador Paul Kennedy analizaba las razones del auge y caída de las grandes potencias. El meollo de la cuestión es que se necesita riqueza para sostener el poder militar; y ese poder militar es necesario para adquirir y proteger la riqueza. Un equilibrio muy delicado. Si se desvía una proporción excesiva a los objetivos militares, a la larga, se debilita el poder del Imperio. Y Camelot, como todos sus predecesores, se enfrenta al mismo dilema.
Las guerras de Irak y Afganistán, junto con las bajadas de impuestos que regaló Bush a los más ricos, han dejado un agujero monstruoso en las cuentas. La crisis lo ha engordado aún más y la deuda de EE.UU. ya ha superado el 90% del PIB. Ese es el punto de inflexión a partir del cual, el lastre se come un punto de crecimiento, según Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart. Hasta ahora parece que no se nota. La crisis de la eurozona ha desviado el capital a EE.UU. en busca de refugio. Gracias a esa inyección, el interés que deben pagar por su deuda es mínimo. Y de paso, los tipos de las hipotecas están por debajo del 5%. Pero esto es un espejismo. Sólo gana tiempo. Aunque lo compre mucho más barato que Eurolandia.
De momento, el Congreso tiene que aprobar un gasto extraordinario de 37.500 millones de dólares para financiar el incremento de tropas en Afganistán. Los informes previos ponen en cuestión la falta de estrategia clara de salida, la pobre planificación de los proyectos, los resultados poco alentadores y los costes inflados del Pentágono. Un poco más al Este, el régimen totalitario de Corea del Norte sube unos grados la provocación. Torpedear una corbeta es casus belli, pero no parece que la sangre llegue al río. EE.UU. no puede permitirse otra guerra sin hundir el Tesoro. Y con toda sensatez, China, el único aliado del Pyonyang, colabora para rebajar la tensión . Un conflicto en la zona es lo último que nos faltaba en esta crisis económica.
Y en casa, los pies de barro se muestran sin calcetines. Casi 40 días después de la explosión en la plataforma petrolífera, el crudo sigue envenenando el Golfo de México. Se agota la paciencia de los ciudadanos, pero la administración Obama ha tenido que reconocer que no puede sustituir a BP. No tiene los medios técnicos para cerrar la boca a la serpiente. Las películas de Hollywood como Abyss son eso, películas. Hiperrealistas. La US Navy no es capaz de taponar la espita a 1.500 metros de profundidad. La marea roja lame los pilares del gigante. Y no son de roca. Se van deshaciendo en lodo.
PS. Esta foto es de la Gran Depresión. En mi opinión, Lobo, ilustra como ninguna la crisis económica en carne y hueso. La que encabeza el post y la que lo cierra son las dos caras de los efectos de la locura humana. En casa propia. Sin embargo, debo recordar que nuestros abuelos salieron del abismo. A costa de una guerra mundial, es cierto. Pero no tenemos por qué repetir sus errores sino aprovechar sus aciertos. No es nada fácil. A la vista está. Pero estos días me acuerdo una y otra vez de la frase de Obama: "no me rindo". Con suficiente masa crítica, es posible.