8 posts de junio 2010

Cambiar para que nada cambie

Lampedusa hubiera disfrutado con la cumbre del G-20 en Toronto. Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Y el cambio acordado por los líderes mundiales es pura literatura, que de eso se trata. Florituras para encubrir lo que ya es un hecho. Humo para ocultar que cada uno va a lo suyo. Que se acabó el tiempo de los senderos que se cruzan. Ahora se bifurcan. Y el camino lo imponen los mercados. Que a la fuerza ahorcan, pero mejor disimularlo.

La eurocrisis ha puesto las cosas en su sitio. No se fía. Mañana, puede. Ya veremos. Toca disciplina fiscal. Consolidación la llaman. Recorte del gasto es. Y abaratamiento del despido. Y menos inversiones para construir el futuro. Y menos protección de los más débiles. Y jubilaciones más tardías y escasas. Es lo que hay. Pero como queda feo y es impresentable de vender a la opinión pública, pues decimos que el objetivo sigue siendo el crecimiento equilibrado y sostenible. Compatible con apretarse el cinturón, faltaría más. Todos sabemos que adelgazar engorda.

Pero la realidad pura y dura es que cada cuál se las componga. Y la reforma financiera para más adelante. Que da igual que los responsables de la crisis campen por sus fueros y nos marquen el paso. De la oca. ¿Impuestos a la banca? A la carta; de menú no, que es efectivo y sirve para atajar la especulación y combatir la pobreza. ¿Prohibición de derivados? Lo estudiaremos en noviembre. ¿Nacionalización de las agencias de rating? ¿Mande? Mire, hemos decidido recortar el déficit a la mitad en tres años y estabilizar la deuda en seis. Ya es bastante. Sobre todo porque el recorte previsto es mayor en realidad y la deuda dependerá de si crecemos o no, que no está claro. Que cabe la posibilidad de recaída. Entre otras cosas porque el ajuste contrae la tarta. Pero siempre nos queda la esperanza de que los mercados se apiaden de nosotros y nos devuelvan la confianza. Sobre todo ahora que estamos tan unidos.

People first, clamaban los sindicatos en Toronto. Ya vale de ajustar los presupuestos sobre las espaldas de los más pobres, decía Ban Ki-moon. Pero la voz de la conciencia se ahoga bajo la furia de medio centenar de borrokas, que son los que pillan sitio en los informativos. No se cómo impacta todavía la imagen del coche incendiado o de la carga policial. Tan gastada está de tanto repetirse. El ruido y la furia. Y con tanto gatopardismo ya no sé distinguir uno de otra.

Menos es más

Menos es más. Hasta que vuelva a estallar. Me explico. El Congreso de EE.UU. ha conseguido acordar una reforma financiera a partir de los textos que aprobaron las dos cámaras. La versión final será votada la próxima semana y Obama podrá firmarla el 4 de julio, el Día de la Independencia. Sugerente. Como el entusiasmo de las primeras valoraciones: "es la reforma más dura desde la Gran Depresión", asegura el Presidente. El adjetivo histórico pulula por algunas portadas.

Biily Day, The Commercial Appeal, Memphis

Y parte es merecido. Nadie puede negar que ya hay una propuesta en firme para meter en vereda a los responsables de la crisis: los bancos, las agencias de rating, la locura y la codicia. Más que hace dos años, pues. Y Obama acude ufano a la cumbre del G-20 con su modelo bajo el brazo. Muestra de poderío presidencial, editorializa el NYT: en este mes, también le ha cortado la cabeza al insubordinado general McChrystal y le ha arrancado 20.000 millones de dólares a BP para pagar rápidamente a los afectados.

Lo malo es que BP se deducirá esa cantidad en sus impuestos, lo que implica que lo pagarán los de siempre, los honrados contribuyentes. Y la destitución de McChrystal no sirve para arreglar la guerra de Afganistán. Petraeus será brillante y competente pero hace falta un milagro para acogotar a los insurgentes en su propia tierra, inconquistable, y hacerlo sin castigar a la población civil. Señores, esto es una guerra. Y en las guerras hay muertos. Sobre todo civiles. Es la modernidad. La corrupción es de siempre.

En la reforma financiera asoman trampas parecidas y por eso es menos. Las lentejuelas esconden los problemas sin resolver. La versión que salió del Senado era aceptable. Pero la presión de los lobbies y el compadreo con los republicanos han deslavazado el proyecto. Es reconocible, pero sale preñado de agujeros. Hasta el punto que habrá que esperar a la próxima crisis financiera para calibrar la efectividad de los cambios. Una verdad como un templo. Incluso la mejor y más honesta de las leyes puede ser retorcida por los abogados competentes. Ya encontrarán los atajos y las vueltas. Y esta reforma no es la mejor ni la más honesta.

No prohibe los derivados, las armas de destrucción masiva que se han cobrado millones de parados. Tampoco obliga a los bancos a deshacerse de este negocio. Sólo en el caso de los más peligrosos. CDS sobre hipotecas, por ejemplo. Bien es cierto que hay más supervisores y con "más poder". Podrán ampliar la lista negra en el futuro. Pero eso no impedirá que los genios se inventen nuevos productos aún más complicados. Y teniendo en cuenta que la cantidad de expertos que no entendían la engañifa de los CDO, es fácil adivinar que tampoco se olerán la tostada con la nueva hornada en camino.

Ya puestos, tampoco se separa la banca comercial de la de inversión. Como hacía la bendita y difunta Glass-Steagall, revocada en 1999. Y la esperanzadora regla Volcker se ha quedado en agua de borrajas. Los bancos podrán seguir invirtiendo por cuenta propia. Menos, con más y sólidas restricciones, pero podrán. Con la ventaja de que el dinero de sus clientes está protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos. Ventaja para ellos, claro. Si vuelven a caer, arrastrarán al Fondo consigo. Las murallas no sirven en este caso. Y la caída volverá a amplificarse por todo el sistema.

Biily Day, The Commercial Appeal, Memphis

O no. También es cierto que la reforma refuerza la supervisión del Estado. Que incluso serán los bancos y fondos los que paguen los 20.000 millones que costará esa ampliación de la burocracia. Es posible. Habrá que verlo. Incluso cabe que los nuevos poderes se utilicen mejor que hasta ahora. Pero me escama que los vendedores de coches queden exentos de la tutela de la flamante agencia de protección al consumidor. Demasiadas excepciones, demasiada letra pequeña, demasiados agujeros. Pero ese menos es más que nada. Y todo, salvo la muerte, es mejorable.

Lo que faltaba

Obama ha llamado a capítulo a su general en Afganistán, Stanley McChrystal. El Comandante en Jefe está que trina con los comentarios de su subordinado a la revista Rolling Stone. En un artículo que saldrá el próximo viernes, "El general fugitivo" o "El general desbocado", el periodista freelance, Michael Hustings, ha tenido acceso a McChrystal en sus momentos más íntimos. El general y su equipo, quizás con la guardia baja o tal vez en un arranque de sinceridad, se despachan a gusto contra la administración Obama.

Lo peor no es la opinión que tienen sobre el equipo del Presidente, que es contundente de por sí. Llaman "payaso" al asesor de Seguridad Nacional, James Jones. Juegan con el nombre del vicepresidente, Joe Biden y "Bite me", muérdeme, en venganza por las dudas que mantuvo sobre la escalada. Desprecian al enviado especial de Obama a Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, un "animal herido", un pelmazo que tiene miedo a ser despedido, lo que le hace más peligroso. Arremeten contra un colega, el general de tres estrellas y embajador en Afganistán, Karl Eikenberry, a quien consideran un oportunista preocupado por lo dirán de él los libros de Historia. Eikenberry se opuso también al aumento de tropas. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, no. Y tal vez por eso es la única que sale bien parada.

Lo peor son los comentarios del propio general McChrystal sobre su máximo superior en la cadena de mando. Las citas muestran que se sintió "bastante desencantado" con Obama en una reunión en el Despacho Oval. Le encontró "incómodo e intimidado" con el aparato militar y "poco comprometido" ante lo que había que hacer en Afganistán.

Daryl Cagle, MSNBC

En EE.UU. los militares no pueden criticar en público a su Comandante en Jefe. Punto. Y el ejemplo emblemático de la trifulca es el general Douglas MacArthur y Truman. De momento, ha rodado la cabeza del jefe de prensa de McChrystal, Duncan Boothby. Y el general vuela a Washington a dar explicaciones mañana miércoles. Este mismo martes ha hecho público un comunicado en el que expresa sus "más sinceras disculpas" y confiesa el error y "el pobre juicio" que se refleja en el artículo. Y tanto. Pero dudo que sea producto de la irreflexión, de un mal pronto, de unas copas de más. McChrystal ya fue llamado a capítulo a raíz de una conferencia que dio en Londres el año pasado, donde arremetió contra los que abogaban por la retirada de Afganistán y el uso de ataques selectivos.

Los comentarios de ahora son una falta de disciplina y lealtad manifiestas. Si Obama los pasa por alto, el efecto puede ser demoledor en las tropas, que ya están bastante desmoralizadas por el fracaso de la estrategia militar de McChrystal, que ni acogota a los insurgentes ni protege a la población. Y si Obama corta por lo sano, puede encender la estampida de sus aliados de la OTAN, que cuestionan cada vez más abiertamente la falta de resultados y el incremento de bajas. Sea como sea, es un trago de quina para las Fuerzas Armadas de EE.UU. McChrystal ha conseguido mostrar la división que existe entre los militares y la administración Obama, como ha señalado el editor ejecutivo de Rolling Stone, Eric Bates. Y así es imposible ganar la guerra. Vietnam de nuevo. Aunque Obama despreciara la comparación.

Expectativas desinfladas

Francamente, esperaba otra cosa. Obama se ha dirigido a la nación desde el Despacho Oval para exponer su estrategia contra el vertido de petróleo en el Golfo. El escenario prometía, es el que eligen los presidente en los momentos de crisis. Ni siquiera con la financiera había recurrido a esto. Tampoco con la reforma sanitaria. El discurso ha sido televisado en directo; en horario estelar. Las previas copaban las portadas desde la mañana. Pero el mensaje no ha aportado nada esencialmente nuevo. Eso es lo inquietante; parece que todo está dicho. Y la retórica, por muy presidencial que sea, no soluciona los problemas de ingeniería ni cura la enfermedad de fondo: la adicción al crudo que sufre este país.

La retórica de Obama, especialmente subida de tono predicador en esta ocasión, me recuerda al discurso del "malestar" que hizo su antecesor Jimmy Carter en 1979. En plena crisis del petróleo, Carter abogó por la independencia energética, por la austeridad en el consumo, por los controles estrictos a la importación de crudo, por el cambio de un modelo insostenible. No cuajó. Perdió la presidencia un año después y de lo dicho nada. En Camelot se meten el petróleo en vena. Y como en toda adicción, son insaciables.

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Recuerda Obama que Estados Unidos consume más del 20% de la producción mundial de petróleo mientras que poseen menos del 2% de los yacimientos. Aboga una vez más por un futuro de energías limpias. "Ahora". Pide al Congreso una reforma que ponga precio a las emisiones de CO2 e incentive las alternativas. Pero el Congreso prefiere echar la bronca a las petroleras porque sus planes de contingencia ante vertidos no valen ni un pimiento. Invierten mil veces más en buscar nuevos pozos. Que es de lo que se trata, de satisfacer la demanda. Coches que despilfarran como un tanque pero que molan ante el vecino. Casas iluminadas a todo trapo. El consumo no despega pero se genera la misma basura.

Esta felicidad sin freno del sueño americano es la verdadera responsable del vertido. BP sólo ha sido el instrumento para satisfacerla. Y con las prisas, se olvidaron de las normas elementales de seguridad. Hay que repartir dividendos y justificar las primas, no prevenir catástrofes. La misma insensatez que Wall Street. Primos hermanos. Y de familia viene la costumbre de untar a los reguladores para que hagan oídos sordos. Como reconoce Obama, las petroleras acabaron dictando las normas y se hacían ellas mismas las inspecciones. El problema es que el compadreo también se ha permitido durante su año y medio de mandato.

Y claro, la tragedia pasa factura política. Para atajarla, Obama se prodiga en viajes a la costa del Golfo, ruedas de prensa, calentones con BP y discursos desde el Despacho Oval. Hay que dar la vuelta a las encuestas, que pintan bastos y hay elecciones en noviembre. Será por eso que Obama da por bueno el objetivo de BP de recoger el 90% del vertido en las próximas semanas. No es nuevo, decían lo mismo hace doce días y entonces estimaban que se vertían 20.000 barriles. Ahora calculan que son 60.000 al día. Aquiles y la tortuga. Dice Obama que este mismo miércoles exigirá al presidente de BP que cree una cuenta en efectivo para "pagar justa y puntualmente las reclamaciones de los afectados", sin que la petrolera la controle, sin que pueda imponer retrasos. Que el votante está cabreado. Razones tiene. El paro sigue sin dar tregua y la marea negra pinta sus vacaciones de eso, de negro.

Mike Lester, Rome News-Tribune

Nada

Llevo varios días acordándome de dos novelas: Nada, de Carmen Laforet, y La Rebelión de Atlas, de Ayn Rand. Desconozco los vericuetos por los que ambas me vienen a la cabeza. Supongo que de la primera me atosiga aquel ambiente asfixiante de la posguerra española: el odio, la pobreza, el pesimismo. ¿Qué te pasa, qué sientes? Nada, respondían sus personajes. Una nada inmensa es lo que me provoca la estupidez y la locura que vivimos estas semanas. Se me agotó la capacidad de asombro. Se me secaron las recetas.

Desde esta nada existencial me asomo a la tomadura de pelo de BP, los yacimientos minerales de Afganistán y los de uranio en Jordania. Tanta mentira enquistada me tiene harto. Y no hay consuelo en las "noticias" que me llegan de Europa. No teníamos bastante con las artimañas de los especuladores o las meteduras de pata del Banco Mundial, que se "equivocaba" con las cifras. Ahora alimentamos la serpiente con rumores propios y la consabida pericia de nuestros líderes. El "España va a ser intervenida en breve" aus Deutschland copa las portadas. Los desmentidos se pierden en el ruido creado de antemano. Frau Nein lo niega de aquella manera y sólo queda en la retina la duda, no la fuerza. Quizás prefiera desviar la atención de sus propios bancos.

Michael Kountouris

Curiosamente, el eco en la prensa anglosajona es mínimo. Ahora prefieren fijarse en los buenos datos de producción industrial europea. Quizás sea demasiado tarde para destacar los fundamentos en vez de aventar el miedo. Los datos son recuerdos del pasado. El futuro se gesta en otra sequía de crédito, como después de Lehman. El mercado interbancario está cerrado. Para todos, en especial para nuestro país. ¿Y qué esperaban después de dos meses apostando por el colapso? Dentro de otros tantos se comprobarán los efectos en la economía real: más paro, más empresas al traste, menos ingresos para el Estado. Y vuelta a empezar. La profecía autocumplida. A eso se refería Ocaña.

Pero ya no hay dinero para rescates. Ni ganas. Y el hartazgo con los tahúres da paso a la rebelión. La rebelión de los que sostienen el mundo. La de Atlas. La obra de Ayn Rand fue uno de los libros que marcaron mi juventud. Deben ser los años, pero del conflicto entre los saqueadores y los emprendedores, no conservo la defensa que hacía la autora de la no intervención del Gobierno, del capitalismo a ultranza. Todo lo contrario. No debió hacer mella en mí. Lo que me impresionó entonces fue el argumento narrativo: los que trabajan duro, los inteligentes y los competentes deciden desaparecer, hartos de ser despreciados y parasitados. Y claro, el mundo se hunde sin ellos.

Witch-hunt

Helen Thomas es la decana de los corresponsales en la Casa Blanca. Lleva cubriendo la información presidencial medio siglo, desde JFK. Más de la mitad de sus casi 90 años. Helen Thomas está ahora en el punto de mira, es carne de witch-hunt, que es la expresión inglesa para caza de brujas.


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El pasado viernes, cuatro días después del ataque a la flotilla y jornada de celebración de la herencia judía en la Casa Blanca, un periodista de la cadena Rabbilive.com preguntó a Helen Thomas su opinión sobre Israel y Palestina. "-Los judíos- deberían largarse cagando leches de Palestina. Recuerde, esta gente -los palestinos- está ocupada en su propia tierra". El entrevistador no puede ocultar el asombro ante la respuesta y pide aclaraciones sobre a dónde deberían irse los judíos. "A Casa. A Polonia, Alemania, América". Y se ha liado.

El vídeo que os he colgado es el montaje elaborado por Rabbilive. Expresa cómo han sentado en la comunidad judía los comentarios de Helen. Textualmente apostilla que "Seis millones de judíos fueron asesinados en casa. ¿Sabe Helen que los judíos vivían en Israel mucho antes del Holocausto? ¿Cómo puede Helen informar de forma objetiva?". Cierro la cita.

Da igual que Helen haya emitido un comunicado "lamentando profundamente" sus observaciones. La caza ya está en marcha. Los medios conservadores como la Fox, que llevan mucho tiempo calificándola de bruja, se han cebado: "debería volver al centro de la tierra". Entiendo que creen que allí está el infierno. Curioso pago para quién advertía hace unos meses a la administración Obama que debería dejar de atacar a la cadena. La ecuanimidad no está de moda.

Da igual que Helen insista en abogar por la tolerancia y el respeto mutuo para que la paz sea posible en Oriente Medio. En esa línea, el pasado lunes apretó las tuercas al portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, y puso en evidencia el vergonzoso respaldo de la administración Obama al bloqueo de Gaza. Ahora ya reconocen que es insostenible ese bloqueo. El esfuerzo parece que será baldío para Helen. Es el problema de tratar de entender a unos y a otros. Es probable que en el fuego cruzado, acabes recibiendo los tiros. Crecen las voces que exigen que sea despedida de la Corporación Hearst, para quien trabaja.

PS. 12.25 EDT Helen Thomas deja el grupo Hearst.

Por fin

Por fin puedo daros una buena noticia para despedir esta semana maldita. La campana instalada por la petrolera BP parece que funciona. Ya está bombeando petróleo a la superficie. De momento sólo captura unos mil barriles diarios, una pequeña fracción de los 19.000 que derrama al mar el pozo. Pero la compañía espera capturar el 90% en las próximas 48 horas.

Es un alivio, aunque sea pronto para echar las campanas al vuelo. Estaba cansado de retórica. No sirve para solucionar los problemas de ingeniería. El éxito técnico, la operación se lleva a cabo a kilómetro y medio de profundidad, no es completo. Primero habrá que ver si la campana es realmente efectiva. Además, hasta finales de mes el sellado no será estanco, según ha reconocido el presidente de BP, Tony Hayward. Y en todo caso, habrá que esperar hasta agosto para que entre en funcionamiento una segunda perforación y permita taponar definitivamente el vertido.

Buenas noticias también para Obama, que este viernes viaja por tercera vez a la zona. La catástrofe medioambiental amenaza con enterrar en chapapote su mandato. Los analistas de Camelot ya no la equiparan al huracán Katrina sino a la crisis de los rehenes en Irán, la que acabó con Carter. Lo que cuenta es el tiempo para resolver el desastre. Entonces fueron 444 días. Ahora llevamos 46 y el tema empieza a monopolizar los informativos. El efecto es un desgaste imparable sobre el Gobierno. No es extraño que Obama esté furioso.

Para BP es también un balón de oxígeno. Ya se ha gastado mil millones en hacer frente al vertido. Tiene preparados otros cinco mil. Y la broma le puede salir por 37.000 millones, según calcula Credit Suisse. No en balde, su valor en bolsa se ha desplomado en 59.000 millones de dólares desde que se hundió la plataforma el pasado 20 de abril. La indignación ciudadana va en aumento. Hay un boicot en marcha contra las gasolineras de la compañía. Y apenas hemos visto el daño ecológico, sanitario y económico en la zona. Desde Luisiana a Florida.

Paños calientes

La reacción en EE.UU. al ataque israelí es muy distinta a la europea, no digamos a la de los países árabes. Aquí se contemporiza, un verbo que permite poner paños calientes a lo incalificable. No se utiliza la palabra piratería para describir el asalto armado a un barco en aguas internacionales. No se habla de asesinato, matanza o masacre. Los análisis se van por las ramas: o bien por las consecuencias para el difunto proceso de paz, que a estas alturas es un sarcasmo, o bien por la filiación de los activistas para justificar lo injustificable.

El comunicado de la Casa Blanca marca la pauta del país: "lamenta profundamente la pérdida de vidas humanas" y destaca la "importancia de conocer todos los hechos y circunstancias lo antes posible". Pero no hay condena a Israel. El New York Times sigue la senda en la línea intelectual. Titulan que el ataque complica los lazos con EE.UU. y el proceso de paz. El ataque a la flotilla amplía el aislamiento de Israel en todo el mundo y le enajena a su mejor aliado musulmán: Turquía. Pero sobre todo, llega en el peor momento, quizás no por casualidad, cuando estaban en marcha las conversaciones indirectas con los palestinos.

El problema de fondo que mina cualquier avance en esa dirección es que Hamas controla Gaza. Ganaron democráticamente las elecciones pero son terroristas. Rehusan reconocer la existencia de Israel, no renuncian a la violencia, actúan al margen de la Autoridad Palestina y rechazan las negociaciones de paz. Deshacer este nudo gordiano no es fácil. Desde la Brookings, el ex embajador estadounidense en Tel Aviv, Martin Indyk, concluye que el bloqueo de Gaza es insostenible. Como Naciones Unidas, cuyo comunicado es igual de tibio que el de Obama. Pero el Presidente respalda el embargo. Aunque les remuerda la conciencia la deplorable situación de millón y medio de seres humanos en la Franja. A estas alturas debería estar claro que la violencia de una parte y la otra no es el camino.

John Sherffius, Dailycamera.com

Con tanto rábano cogido por las hojas, reconforta un poco el editorial del Washington Post. Al menos sitúa en su justa proporción la relación de fuerzas. Comandos israelíes armados hasta los dientes asaltan el Mavi Marmara y son recibidos por docenas de "militantes" armados con barras y cuchillos. El resultado: muertos y heridos. Lo que suele pasar cuando la estrategia es "equivocada y mal ejecutada". El diario no tiene simpatía por los tripulantes de la flotilla y considera secundaria la entrega de ayuda humanitaria. A su juicio, el objetivo era provocar la confrontación. Es probable. Si es así, es todo un "éxito".

El Wall Street Journal también pontifica a cuenta del fiasco de la flotilla. La referencia financiera no tiene pelos en la lengua. Considera que el ataque de Israel estaba plenamente justificado y, probablemente, era inevitable. Arremete en cambio contra los 800 activistas. Dice que no son pacifistas que estuvieran preocupados por aliviar el sufrimiento de los habitantes de Gaza. No. A su juicio, este pueblo ya tiene acceso a comida y medicinas. Se la suministran Egipto e Israel. De ahí las verdaderas intenciones del grupo organizador de la flotilla: Insani Yardim Vakfi. Esta organización turca no es filantrópica sino que está ligada al terrorismo yihadista. El Wall Street concluye que había mejores opciones para pararles los pies: sabotear los barcos antes de que hubieran partido o, en el peor de los casos, hacerlo después de permitir que desembarcaran la ayuda. Cuestión de relaciones públicas.

En algo estoy de acuerdo. Es un fiasco. Todo lo que está pasando en Oriente Medio lo es. Hipocresía en estado puro. El Gobierno de Netanyahu no tiene la menor intención de convivir con los palestinos. Están allí para quedarse, según reza exclusivamente su ley y su credo. Hasta el Armagedón. Y el calor del verano en ciernes abre un poco más la puerta.

Gabriel Herrero


Los periodistas tenemos que contestar al menos cinco preguntas: Qué, Quién, Dónde, Cuándo y Por qué. La última es mi favorita.
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