Cuenta Le Figaro que Sarkozy quiere legislar de nuevo para endurecer las penas y el seguimiento de los delincuentes sexuales reincidentes. Uno de ellos está detenido, acusado de la desaparición en Pornic de la joven Laëtitia, cuyos restos de sangre aparecieron en su coche. El periódico asegura que el presidente tiene que recibir a la familia de la víctima. “Hay que hacer algo”, dicen que dijo en una reunión con parlamentarios de la UMP. Tal como lo presenta el diario, las nuevas leyes suenan a añagaza, porque el control de los convictos sexuales está vigente hoy día en Francia, pero alguien no ha hecho su trabajo. Desviar la atención hacia el incumplimiento de las leyes que este mismo gobierno se ha dado sería desastroso. Es más útil, políticamente hablando, hablar de más mano dura, que es un discurso manido, pero rentable.
Como dice Jean-Marc Sauvé acerca de un asunto que no tiene nada que ver con este, pero que viene como anillo al dedo: “En Francia, tenemos el culto de la regla y la ley y mucho menos el de su aplicación, como si fuera secundario”.