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Métodos 'brutales'

Los padres del colegio privado Notre Dame de Caderot, en Berre l'Etang, Bouches-du-Rhône, han conseguido el cambio de profesor para sus hijos por el expeditivo método de secuestrar durante 17 horas a la directora y a tres profesores en el centro. Al final han arrancado a la Diócesis (el colegio es católico) el cambio. El asunto ha dejado pasmados a los sindicatos, pioneros en este sistema de presión, aunque en esta ocasión en su condición de víctimas hayan censurado a los padres por métodos que juzgan "brutales" (cavalières). Hace unos días oí los resultados de una encuesta que afirmaba que en España los padres se habían vuelto más problemáticos que los alumnos. Quizá se refiriera a que, ya de alumnos lo eran y que la paternidad no ha arruinado sus calidades iniciales.

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La Diócesis -dice el enlace- no ha sabido del asunto hasta el martes, víspera del secuestro, así que los padres lo mismo tampoco tramitaron la queja donde tenían que haberlo hecho, el escrito se ha perdido o querían ver si los problemas se solucionaban.
En cualquier caso, tampoco los padres han dejado a ese hombre la posibilidad de hacer propósito de enmienda para corregir esos pecadillos que tampoco son para tanto, de primeras: retraso en el programa y falta de autoridad, dos de ellos. El de la falta de seguridad no sé a qué puede hacer referencia.
Poco, o mal practican esos progenitores, parece, lo que se supone quieren como enseñanza para sus hijos, si utilizan la fuerza, de algún modo, para que remuevan a un profesor.

¿Cómo negar que esa medida de fuerza es un ejemplo para los hijos? En Francia creo que será una disciplina necesaria, si no te quieres convertir en un adocenado conservador. Decir que es un mal ejemplo es mucho decir.

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Luis Miguel Úbeda


Luis Miguel Úbeda, veterano periodista de Radio Nacional, es corresponsal de esta emisora en París. Desde allí escribe esta Bitácora, un blog construido con entradas informativas de la actualidad francesa, muy sugestiva para un observador extranjero cuya función es precisamente servir de intérprete a los que están fuera. El encuentro con lo ajeno produce también saludables interrogaciones sobre lo propio, perspectivas más relativas, menos dramáticas y emocionales.
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