¿Periodismo=Antisemitismo?
Es curioso como pasa el tiempo y se construye la historia. Es sorprendente cómo olvidamos y sólo damos curso a lo que nos interesa. Digo esto al recordar que el 27 de noviembre se cumplirán dos años de los pretendidos acuerdos de Annapolis. Esos que, promovidos por George W. Bush, determinaron que israelíes y palestinos abordarían, antes de terminar el 2.008, todas y cada una de las cuestiones que los separaban respecto a la Hoja de Ruta. Esos separatistas asuntos eran: estatus de Jerusalén, futuro de los asentamientos y retirada de los territorios ocupados en el 67. Y en estas estamos cuando nadie quiere acordarse de Annapolis como tampoco de los acuerdos de Oslo del 1.993 o de la Cumbre de Paz de Madrid en el 91. Israel es especialista en dilatar en el tiempo lo hablado y así, de soslayo, convencer por aburrimiento e inanición. Propone ahora el primer ministro Netanyahu congelar la construcción en los asentamientos entre seis y nueve meses pero antes permite la concesión de 455 permisos para construir nuevas viviendas) y asegura que nunca se detendrá del todo la edificación en las colonias de Cisjordania.
Benjamin Netanyahu se ha convertido en un auténtico equilibrista que contenta a su atomizado gobierno, da la razón a la administración Obama y de paso intenta colocar la pelota en el campo palestino. Mientras tanto, relevantes personajes de la escena internacional, caso de Javier Solana o nuestro ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, intentan convencer a los palestinos de las bondades de sentarse a negociar un nuevo acuerdo de paz. No se puede perder más tiempo, aseguran. Yo me pregunto entonces, ¿qué les queda a los palestinos por entregar?, ¿han de renunciar a lo poco obtenido en las cumbres internacionales? Es cierto que el lenguaje diplomático es enrevesado, que sus silencios son expresiones y que una frase, sólo una frase y dependiendo de quién la pronuncie, puede cerrar o abrir heridas. Pero también es cierto que entre Israel y los palestinos siempre son estos últimos los que tienen que tragar. Padeciendo como padecen la ocupación y padeciendo como padecen a sus dirigentes (los de Gaza a los de Hamas y los de Cisjordania a los de Fatah) los gobernantes palestinos en Ramala afirman que hasta aquí hemos llegado. No sé si les convencerán con más dinero y con más proyectos de cooperación pero me da que al final se sentarán a negociar sin antes mirarse al espejo para no darse vergüenza. Israel conseguirá -lo veremos- hacer lo que le venga en gana y lo hará con las bendiciones de Estados Unidos y Europa. No sigo, que se me calienta la tecla y siempre te sale un pintamonas que te llama antisemita por comentar lo obvio. Es curioso lo fácil que es por estos lares que te coloquen el carné de antijudío, favorable a los árabes y un sinfín de epítetos. Hay veces que siento que el término antisemita te lo escupen esos pintamonas con el mismo odio con el que los nazis esputaban la palabra judío.
Si dices que las calles de Jerusalén (la ciudad más pobre de Israel) están sucias, eres un antisemita. Si cuentas que las mujeres deben ubicarse al final de los autobuses públicos a su paso por los barrios religiosos en Jerusalén y dejar sus asientos a los hombres, eres un antisemita aunque cuentes que pueden ser agredidas por no hacerlo. Si cuentas que miles de ultraortodoxos cierran las calles de Jerusalén en Shabat para que no se abra un parking público, eres un antisemita. Si hablas de los 1.400 muertos, la mayor parte civiles, de la última ofensiva militar en Gaza eres un antisemita. Si cuentas que la ONU habla de crímenes de guerra en Gaza, eres un antisemita. Si relatas que cuatro de los diez soldados de Israel en esa ofensiva murieron por “fuego amigo”, eres un antisemita. Sigues siendo antisemita si no hablas del gobierno de Netanyahu en términos elogiosos. También serás antisemita si cuentas los problemas de las mujeres a la hora de divorciarse ante los tribunales religiosos. Nazi me llamaron hace un mes en la calle por hablar por teléfono en Shabat mientras se manifestaban los ultraortodoxos. Antisemita me llaman por relatar en la radio que los cohetes Qasam que lanzan las milicias desde Gaza tienen poca carga explosiva. Antisemita eres si criticas el que Israel no permita el acceso a la Explanada de las Mezquitas a los menores de 45 años. Vuelves a ser antisemita si no te parece bien que se le pida la documentación a cualquier joven árabe que se pasee por el centro de Jerusalén y sigues siendo antisemita si criticas el abuso y desprecio de cualquier soldado en un control policial a ancianos, mujeres y niños palestinos. Discutir sobre Franco, al que muchos consideran en Israel benefactor de los judíos (algunos también ponderan como “puso en su sitio" a los homosexuales), es ser antisemita. Puedo seguir añadiendo líneas y líneas por las que te pueden insultar en estas tierras de esta manera tan despreciable como es el llamarte antisemita. No lo haré, tranquilos. Es evidente que los fanáticos, afortunadamente, son los menos y que en contra de los intolerantes sólo sirve la educación y la libertad de prensa y expresión.
Foto: Ernest Munt
miradasdesdejerusalen.blogspot.com